
En el corazón de la región de Apulia, en el sur de Italia, un equipo de arqueólogos desenterró un enigmático depósito de cráneos humanos que ofrece datos sobre las prácticas rituales del Neolítico. En el sitio de Masseria Candelaro, un asentamiento que floreció hace más de 7.500 años, estos restos óseos fueron cuidadosamente conservados, manipulados y finalmente enterrados en lo que parece ser un acto simbólico único.
El hallazgo, compuesto por fragmentos de cráneos y mandíbulas pertenecientes a al menos 15 individuos, se acumuló durante dos siglos en una zona central del poblado. Este depósito, descrito como “cache de cráneos”, representa una práctica ritual extendida en el tiempo y que marcó la vida de las comunidades neolíticas locales. Según los investigadores, los restos, principalmente de hombres, fueron manipulados y circularon entre los habitantes antes de ser colocados en su ubicación final.
“Los cráneos no solo fueron almacenados; fueron activamente usados y frecuentemente manipulados”, señaló la investigadora Jess Thompson, autora principal del estudio y miembro del proyecto “Making Ancestors” de la Universidad de Cambridge, en una entrevista con Newsweek. El análisis de los huesos revela que, a pesar de su deterioro, los fragmentos carecen de signos de violencia peri-mortem, lo que sugiere un contexto ritual más que de conflicto.

El sitio de Masseria Candelaro, inicialmente ocupado en el sexto milenio a.C., se transformó con el tiempo en un espacio destinado principalmente a prácticas funerarias. La Estructura Q, lugar donde se encontró el depósito de cráneos, fue originalmente utilizada para propósitos domésticos, pero luego fue reutilizada como un espacio ceremonial.
El análisis radiocarbónico indica que los restos fueron recolectados a lo largo de aproximadamente 200 años, lo que equivale a seis u ocho generaciones. Este dato, sumado a los resultados del análisis de isótopos estables, sugiere que los individuos provenían de la región cercana y no de grupos foráneos. Según los investigadores, los cráneos fueron manipulados tras la descomposición del tejido blando y probablemente se mantuvieron en circulación antes de su depósito final.
“Estos cráneos se convirtieron en materiales rituales activos, y su extenso desgaste muestra que probablemente eran pasados entre los miembros del grupo o exhibidos en ciertos espacios”, detalla el estudio publicado en el European Journal of Archaeology.
Un vínculo con los ancestros

El uso de restos humanos como elementos rituales no era inusual en el Neolítico. En sitios cercanos, como la Cueva Scaloria y el asentamiento de Passo di Corvo, se han documentado prácticas similares que incluyen la manipulación de huesos humanos, como el desmembramiento o la deposición de fragmentos en fosas. Sin embargo, la cache de cráneos en Masseria Candelaro es particularmente destacable por la cantidad de individuos representados y la duración del ritual.
La investigación sugiere que los cráneos no eran tratados como simples reliquias funerarias, sino como símbolos de conexión con los ancestros y el pasado comunitario. En algunas culturas neolíticas, los restos humanos se consideraban materiales poderosos, cargados de significado espiritual y político. Este depósito en particular podría haber servido para consolidar la memoria colectiva o legitimar el linaje de ciertas familias o líderes.
“No todos los muertos se convierten en ancestros”, señala el estudio, enfatizando que este estatus debía ser construido a través de rituales específicos. Los cráneos, una vez seleccionados, eran manipulados y conservados durante años, transformándose en objetos cargados de significado social.
El fin de un ciclo ritual

Hacia el final del período de uso de la Estructura Q, los cráneos fueron dispuestos en la capa superior del depósito y cubiertos con una ligera capa de tierra o algún material orgánico. Este acto, que los investigadores describen como un “despido final”, marcó el cierre de un ciclo ritual que había perdurado durante generaciones.
El significado exacto de este acto sigue siendo incierto. Según Thompson, el depósito final podría haber representado un cambio en las prácticas sociales o el abandono de una tradición específica. A medida que las aldeas evolucionaron y las costumbres cambiaron, la circulación de restos humanos se mantuvo, pero en formas distintas, como la reutilización de asentamientos antiguos para entierros posteriores.
Este descubrimiento no solo amplía nuestro conocimiento sobre los rituales funerarios en el sur de Italia, sino que también subraya la complejidad de las prácticas culturales en el Neolítico. A través de los restos fragmentados de estos cráneos, los arqueólogos reconstruyen no solo el pasado material de estas comunidades, sino también su universo simbólico y espiritual, donde los ancestros eran más que un recuerdo: eran parte activa de la vida cotidiana.
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