
Por inofensivo que parezca, someter al organismo un plan de alimentación para perder peso cuando no es necesario, podría traer consecuencias para su salud a largo plazo. Al menos eso es lo que concluyeron investigadores de la Universidad de Harvard tras analizar los datos de 200.000 estadounidenses sanos recopilados entre 1988 y 2017.
Nueve de cada diez participantes eran mujeres, y según observaron los investigadores, “seguir una dieta para bajar de peso cuando no se es obeso aumenta el riesgo de diabetes y las probabilidades de que la persona suba de peso más adelante en la vida”. Las personas que ya eran bastante delgadas y perdieron 4,5 kilos tenían un mayor riesgo de diabetes tipo 2 una década más tarde, en comparación con sus pares que no habían seguido una dieta extrema.
Y tras asegurar que los resultados del trabajo fueron “sorprendentes”, los autores del estudio consideraron que las personas delgadas que se sometían a una pérdida de peso drástica tenían niveles más altos de hormonas del hambre, lo que las hacía más propensas a tener antojos de comida chatarra.

Según publicó Daily Mail, muchas personas delgadas intentan perder grasa con la esperanza de lograr los abdominales de “tabla de lavar” o un físico más tonificado, como los que suelen verse en las redes sociales. Pero el equipo de Harvard ahora advirtió que las dietas drásticas para bajar de peso deben ser usadas sólo por aquellos que “médicamente las necesitan”.
Se sabe que hay personas que son “dietantes crónicos” y que suelen llevar una alimentación restrictiva en algunos grupos de alimentos por temor a subir de peso más que por necesitar bajar.
Ahora, los resultados del presente estudio también mostraron que las personas delgadas que perdieron peso siguiendo una dieta de moda o un programa comercial de pérdida de peso tenían más probabilidades de engordar en el futuro.

Y si bien es cierto que gran parte de la sociedad de los EEUU se caracteriza por llevar una alimentación rica en grasas poco saludables y fast food, las cifras indican que alrededor del 40% de los adultos estadounidenses tienen sobrepeso, y estudios anteriores habían encontrado que incluso cerca del 50% de las mujeres y el 20% de los hombres delgados creían que también integran esta categoría. Por lo que se someten a dietas restrictivas sin necesitarlo.
En lo que se cree que es el primer estudio de este tipo, los expertos dividieron a los participantes por índice de masa corporal (IMC) en aquellos que eran delgados (tenían un rango saludable o de bajo peso), sobrepeso u obesos. Luego, cada uno se dividió en dos grupos: los que perdieron 4,5 kilogramos en un período de cuatro años y los que no.
Asimismo, también se interrogó a los voluntarios del trabajo acerca de cómo habían perdido peso y en base a sus respuestas se los clasificó en siete grupos: una dieta baja en calorías, ejercicio, dieta baja en calorías más ejercicio, ayuno, programa comercial de pérdida de peso, pastillas para adelgazar y una combinación de pastillas en ayunas, programas comerciales y dieta para adelgazar.

Con esa información, los científicos observaron los registros médicos de los participantes durante otros diez años, en promedio. Así es que vieron que entre las personas delgadas, las que habían seguido una dieta extrema aumentaron entre 2 y 7,7 kilos más que sus pares. Mientras que entre las personas con obesidad, las que siguieron cuatro de los programas (dieta baja en calorías, ejercicio, dieta baja en calorías y ejercicio y ayuno) perdieron entre 1,2 a 0,5 kilos más que sus pares.
Para hacer más completos sus hallazgos, los científicos también observaron el riesgo de diabetes de los participantes, y vieron que las personas delgadas que pasaron por una pérdida de peso dramática tenían hasta un 54% más de probabilidades de contraer diabetes tipo 2 que sus pares.
En tanto, los adultos obesos que siguieron un programa estricto de pérdida de peso en algún momento de su vida tenían menos probabilidades de desarrollar diabetes que sus pares.

“Nos sorprendió un poco cuando vimos por primera vez las asociaciones positivas de los intentos de pérdida de peso con un aumento de peso más rápido y un mayor riesgo de diabetes tipo 2 entre las personas delgadas”, resumió el doctor Qi Sun, epidemiólogo de Harvard que dirigió el estudio. Y amplió: “Sin embargo, ahora sabemos que tales observaciones están respaldadas por la biología que, lamentablemente, conlleva resultados adversos para la salud cuando las personas delgadas intentan perder peso intencionalmente”.
Para el investigador, “la buena noticia es que las personas con obesidad claramente se beneficiarán de perder algunos kilos, y los beneficios para la salud duran incluso cuando la pérdida de peso es temporal”.
Sun consideró que la pérdida de peso probablemente condujo a cambios biológicos en las personas delgadas que las ponen en mayor riesgo de acumular kilos más tarde, como ser elevar los niveles de la hormona del hambre, la grelina, lo que hace que alguien tenga hambre con más frecuencia.

Esto también puede hacer que las personas sean más propensas a buscar alimentos salados o azucarados porque activa la región del cerebro asociada con las recompensas.
De manera similar, los investigadores advirtieron que se pueden acumular más células grasas, que liberan grelina, en personas delgadas para aumentar los niveles de la hormona. Al mismo tiempo, se cree que la pérdida rápida de peso conduce a niveles más bajos de hormonas anorexigénicas, como la leptina, que ayudan a suprimir el hambre.
Cada vez más, en el último tiempo, la evidencia médica apunta a que las dietas restrictivas, y aquellas que más se alejan de los hábitos sociales y gustos de la gente son seguramente las que más hagan bajar de peso, pero también las que se abandonan más rápido y en muchos casos generan un efecto rebote más fácilmente.
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