Una de las mejores maneras de enfrentar al coronavirus es sin dudas las vacunas creadas para prevenir la enfermedad COVID-19 o bien sus estados graves que llevan a las internaciones y muchas veces la muerte.
Sobre el tiempo que dura la inmunidad adquirida con las vacunas frente a la COVID-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que aún se está investigando sobre la intensidad y la duración de esa protección. Los infectólogos advierten que el cuerpo necesita reforzar la inmunidad contra el SARS-CoV-2 después de varios meses, en una ventana de 4 a 6 meses. Es por eso la importancia en la que destaca la aplicación de las dosis de refuerzo o terceras y cuartas dosis.
Desde el comienzo de la pandemia la gran mayoría de los estudios sobre inmunidad se han concentrado en los anticuerpos y no tanto en la actividad de las células del sistema inmune, en especial los linfocitos que componen una especie de ejército profesional preparado para actuar y defendernos. Meses, incluso años después de que los anticuerpos hayan desaparecido de la sangre, los linfocitos de memoria pueden reactivarse cuando aparece de nuevo el virus y encumbrar una nueva defensa, incluida la producción de nuevos anticuerpos.

Nuestro cuerpo reacciona frente a las vacunas con dos formas de defensa. Una manera es la que se conoce como inmunidad humoral y consiste en la generación de anticuerpos por parte de células linfocitos B, que bloquean al virus antes de que produzca la infección. Según varios estudios científicos, la combinación de las vacunas estudiada otorga una mayor respuesta inmunitaria frente al virus, que se suma a la ya observada gracias a la generación de anticuerpos o inmunidad humoral.
La segunda es la inmunidad celular. Esta es otro tipo de respuesta del sistema inmune y se produce gracias a la activación de linfocitos T, otro tipo de células que adquieren la capacidad de destruir las células ya infectadas. La generación de anticuerpos es el principal objetivo de una vacuna. Pero si suma también la respuesta de inmunidad celular, se podrá reforzar el sistema de defensas del organismo y mejorar así la protección frente al virus.
La importancia de los refuerzos
La importancia de la tercera dosis o dosis de refuerzo radica en que la cantidad de anticuerpos neutralizantes del virus que proporcionan las vacunas disminuye con el tiempo. En todo el mundo, las campañas de vacunación contra el COVID-19 a gran escala están ayudando a controlar la propagación del virus, pero incluso en los países con altas tasas de vacunación, pueden producirse infecciones puntuales. Por eso, los científicos creen que se debe a una pérdida gradual de inmunidad con el tiempo.
El doctor Pablo Bonvehí (M.N. 62.648), jefe de infectología del CEMIC y miembro de la Comisión nacional de Inmunizaciones (CoNaIn) recordó la importancia de la aplicación de terceras y cuartas dosis. “Es importante la aplicación de una tercera dosis, para la población general, como una cuarta para los inmunocomprometidos o aquellos mayores de 50 años que fueron inmunizados con vacunas con virus inactivados o atenuados; como es el caso de Sinopharm. En la Argentina, las dosis de refuerzo se aprobaron para mayores de 18 años, en noviembre, a los 6 meses. Luego, en enero, de acortó a 4 meses. Y a finales de febrero se impulsó aplicar un booster, también a los 4 meses, a los adolescentes”, afirmó Bonvehí.
En un video breve de un minuto y medio de duración, el Ministerio de Salud de la Nación explicó para qué sirve darse un refuerzo de la vacuna contra el coronavirus, en momentos en que un sector importante de la población está llamada a dársela y no concurre a su aplicación. La pieza audiovisual explica en forma sencilla y clara, con muchos números estadísticos recopilados, el por qué es necesario darse los refuerzos de la vacuna, especialmente entre los mayores de 50 años.

Para ello, dividieron en tres partes a la sociedad argentina. El primer grupo perteneció a los no vacunados o con una sola vacuna aplicada, el segundo a los que tienen el esquema completo y el tercero a quienes tienen ya tres o cuatro dosis aplicadas, es decir, con uno o dos refuerzos en su organismo. Para hacer la estadística correcta y comparativa de los datos desprendidos después de dos años de pandemia, se tomaron a 100.000 personas de cada grupo. Según datos de la Dirección Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud, se supo cuántas personas fallecidas por COVID se esperarían encontrar en cada grupo.
Para el grupo 1 (no vacunados o con una sola dosis), había 186 muertos. Para el grupo 2 (vacunados con dos dosis pero sin refuerzos), eran 45 y para el grupo 3 (vacunados con refuerzos), contaban solamente 12 personas fallecidas. La conclusión es que el riesgo de fallecer por COVID con esquema inicial más refuerzos para un adulto mayor de 50 años es 18 veces menor que si no recibió una sola dosis o ninguna vacuna. Y es cuatro veces menor si recibió solo el esquema inicial completo (dos dosis).
Y en el grupo de 20 a 49 años aunque la mortalidad es mucho menor, se ven datos similares: la tasa de mortalidad es del 4% para el grupo 1, 1% para el 2 y 0,3 para el 3. “Todo esto significa que los refuerzos sirven”, concluye la pieza audiovisual, destacando la importancia de vacunarse con una dosis de refuerzo contra el coronavirus. La Argentina actualmente está atravesando una nueva ola de coronavirus, la cuarta, que registra una nueva escalada de personas afectadas por COVID-19.
Actualmente, el 88% de la población general tiene el esquema primario de vacunación contra la enfermedad, y el 82% tienen una segunda dosis aplicada. Respecto a la tercera dosis, el 55% la recibió, después de que el Ministerio de Salud de la Nación habilitara en noviembre último la aplicación de la primera dosis de refuerzos al tener en cuenta que la respuesta inmunitaria tras el esquema primario disminuye con el paso del tiempo.
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