
Entre los muchos misterios que todavía presenta el COVID-19 como patología nueva, uno de los principales es si se trata de una enfermedad del sistema circulatorio, además del respiratorio. Tanto las observaciones en pacientes como las autopsias y los estudios de laboratorio muestran que el coronavirus tiene una extraña incidencia en la formación de coágulos, que suelen causar complicaciones, algunas graves como por ejemplo las obstrucciones pulmonares, cardíacas o cerebrales.
Un equipo de médicos del Hospital Henry Ford, en Detroit, estudiaba los procesos de trombos e inflamaciones que crean embolia pulmonar en los infectados con SARS-CoV-2 cuando notó algo extraño: entre los pacientes que sufrían embolias pulmonares, había muchos obesos.
Ni la edad, ni el género, ni la etnia y ni siquiera los antecedentes de enfermedades cardiopulmonares parecían marcar una diferencia entre el grupo de enfermos de COVID-19 que se complicaba con embolias pulmonares y el grupo que no las desarrollaba. Pero entre los que sufrían este problema circulatorio el 58% tenía un índice de masa corporal (IMC) superior a 30.

Los investigadores siguieron esa pista y encontraron que, como expusieron en su estudio publicado en Radiology, la obesidad se debe sumar a la lista de factores que aumentan las probabilidades de que alguien infectado por el coronavirus desarrolle una embolia pulmonar. El experto en diagnóstico por imágenes Neo Poyidji y sus colegas comprobaron que un IMC superior a 30 incrementaba 2,7 veces el riesgo de sufrir esta complicación.
No es un problema menor: la obesidad afecta hasta un 40% de la población general en algunos países occidentales. Además, suele asociarse a problemas como hipertensión, diabetes y enfermedad coronaria: todos factores que —según estudios realizados en Wuhan, la ciudad donde se originó la pandemia— multiplican las hospitalizaciones, las complicaciones y el peligro de muerte.
El estudio del hospital Ford analizó datos demográficos, valores de análisis de laboratorio y observaciones de placas radiográficas durante un mes, del 16 de marzo al 18 de abril, entre 328 pacientes hospitalizados por COVID-19 confirmado con prueba de hisopado. El 22% sufrió embolia pulmonar. De ellos, 6 de cada 10 eran obesos.

“Los médicos pueden utilizar nuestros hallazgos para ayudar a determinar en cuáles de sus pacientes se debería estudiar por embolia pulmonar con una angiografía por tomografía computarizada", dijo Poyiadi a HealthDay Reporter, según citó US News. “La detección temprana de la embolia pulmonar puede permitir un tratamiento rápido con anticoagulantes y minimizar los problemas clínicos”.
Un factor que podría explicar por qué la obesidad empeora el COVID-19, no sólo en general sino en particular en el sistema circulatorio, es porque está asociada a un incremento de la inflamación. Y la inflamación, a su vez, aumenta el riesgo de coágulos.
“Este estudio destaca un punto sobre el COVID-19 que cada vez entendemos más: que la obesidad provoca una cascada inflamatoria", dijo a HealthDay Reporter Marc Siegel, profesor del Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York (NYU). Sabemos que los químicos inflamatorios aumentan con la obesidad. Ese es el mecanismo que sospechamos puede ser la razón por la cual los pacientes obesos tienen más riesgo de complicaciones”.

Entre los problemas asociados al COVID-19 que más han intrigado a los médicos está la reacción exagerada del sistema inmunológico, o tormenta de citoquinas. “Eso causa inflamación en las arterias y crea coágulos en todo el cuerpo”, agregó Siegel. “Y la obesidad es un agente causante en los pacientes de alto riesgo. Es verosímil afirmar que por ese motivo estamos viendo más embolia pulmonar en los obesos. Este estudio hace un hallazgo muy importante".
Otros elementos destacados del trabajo de Poyidji y sus colegas es que el 72% de las embolias pulmonares se diagnosticaron en pacientes que no estaban graves: “Incluso los pacientes que no tienen un cuadro lo suficientemente severo como para requerir cuidados intensivos pueden desarrollar una embolia pulmonar aguda”, advirtieron en el estudio.
Una manera de rastrearlo es verificar los valores del dímero D, el indicador de laboratorio que se usa para diagnosticar la trombosis venosa profunda. El estudio encontró “una diferencia significativa” entre los valores de dímero D en los análisis de los pacientes con embolia pulmonar y los de aquellos que no la sufrían. “Eso puede sugerir que los pacientes de COVID-19 con altos niveles de inflamación y dímero D son más susceptibles a desarrollar embolia pulmonar”.

La investigación también comprobó que aquellas personas que desde antes de ingresar al hospital toman medicaciones contra el colesterol como las estatinas mostraron una probabilidad 60% menor de sufrir embolia pulmonar. “Anteriormente se ha descripto que las estatinas se asocian con tasas más bajas de tromboembolismo venoso”, recordó el estudio. “Hace falta más investigación para determinar si tienen un efecto protector contra la embolia pulmonar en pacientes de COVID-19”.
No obstante, dado que una coagulación anormalmente agresiva parece ser parte de los síntomas habituales del SARS-CoV-2, no conviene confiar sólo en ese efecto protector: existe un consenso entre los médicos sobre la necesidad de someter a los infectados a un tratamiento con anticoagulantes suaves de manera profiláctica.
“Los pacientes obesos de COVID-19 necesitan el mismo tratamiento que los demás, y eso incluye la anticoagulación”, dijo Siegel. “Muchas de las complicaciones del COVID-19 parecen surgir a causa de la coagulación excesiva. Es algo de lo que ya éramos conscientes, pero este estudio suma pruebas a esa correlación directa entre obesidad y coágulos” entre los infectados por el coronavirus.
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