Jesús García Becerril
Ciudad del Vaticano, 7 may (EFE).- La apertura del cónclave para elegir al nuevo papa, este miércoles, es sinónimo de aislamiento, no sólo por el encierro de los cardenales "con llave" en la Capilla Sixtina, sino también por el apagado de los móviles en el Vaticano y el juramento de silencio de los purpurados, obligatorio bajo pena de excomunión.
Las autoridades italianas han desplegado desde hace días un dispositivo de seguridad que alcanzó su pico el 26 de abril para el funeral de Francisco y que desde entonces está siendo modulado en función de las circunstancias, pero que desde hoy vuelve a incrementarse.
El prefecto de Roma, Lamberto Giannini, ha explicado estos días que el modelo del funeral va a ser repetido ante la hipótesis de la llegada de miles de personas a San Pedro cuando la "fumata" sea blanca y anuncie la elección del nuevo pontífice.
Vallas, efectivos de Policía y Ejército y agentes a caballo, drones y perros que detectan explosivos - entre otros - controlan hoy también el acceso a San Pedro sin impedirlo y contribuyen a esa impresión de aislamiento, en una jornada con nubes que ocultan parcialmente el cielo de Roma.
Al margen de lo que sucede en el exterior, los cardenales se encierran ya hoy definitivamente en la Casa Santa Marta, su residencia estos días de cónclave, alejados de cualquier ruido que altere su misión de designar a un nuevo pontífice.
Antes de proceder a la primera votación, esta misma tarde, prestarán juramento para, entre otras cosas, guardar "el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio".
Es una política de labios sellados que también han aceptado con otro juramento en días pasados funcionarios y trabajadores del Vaticano - desde sanitarios hasta personal de seguridad, de limpieza o mantenimiento - sobre lo que están viendo y oyendo en relación con la reunión de los 133 cardenales menores de 80 años que elegirán al jefe de la Iglesia Católica.
Estos días todos los vinculados al cónclave, sean laicos o religioso, también se mantienen sin contacto incluso con los propios familiares y revelar cualquier detalle sería una infracción castigada con la excomunión.
Además, el Vaticano procede este mismo miércoles a desactivar su red de cobertura de telefonía móvil en su pequeño territorio (0,4 kilómetros cuadrados).
Todo ello para garantizar la "seguridad de las actividades para la elección del Sumo Pontífice", hasta el punto de que la señal no volverá hasta que no esa elegido uno nuevo, según la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
En una época donde hasta los cardenales están en redes sociales - y estos días algunos han subido vídeos y comentarios previos a su encierro - el personal vaticano requisará los teléfonos de todos ellos para dejarlos aislados del mundo terrenal.
Un paso más para asegurar ese alejamiento ha consistido en que se han dejado sin servicio las cámaras y sensores que normalmente muestran la Capilla Sixtina, un lugar central de los Museos Vaticanos, que el año pasado recibieron a casi siete millones de visitantes.
Y, a media tarde, "Extra omnes", todos fuera, las puertas de la Capilla se cierran y el aislamiento se consuma. EFE