La tragedia del Irish Mail, el accidente ferroviario que cambió la historia de Reino Unido

En 1868, un tren expreso descarriló y se incendió en Gales, dejando 34 muertos. Un error fatal expuso la falta de seguridad en los ferrocarriles británicos y obligó a reformas clave

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Tragedia en el Reino Unido:
Tragedia en el Reino Unido: el descarrilamiento del Irish Mail en 1868 dejó 34 muertos, incluyendo a pasajeros de la realeza

El 20 de agosto de 1868 se dio una de las tragedias más recordadas del siglo XIX en el Reino Unido cuando el Irish Mail, un expreso ferroviario que unía Londres con Holyhead, desde donde los pasajeros y la correspondencia continuaban su viaje hacia Irlanda a bordo de un ferry, descarriló y mató a 33 pasajeros a bordo. Entre los pasajeros, había miembros de la realeza.

A mediados del 1800, la expansión del ferrocarril revolucionó el transporte, pero la falta de normativas y medidas de seguridad lo convirtió en un medio peligroso. La competencia entre empresas ferroviarias, la descoordinación en los horarios y el mantenimiento deficiente provocaban accidentes con frecuencia.

En ese contexto, apareció el ferrocarril de Chester y Holyhead, inaugurado en 1848. Este permitió la conexión directa entre Londres e Irlanda, beneficiando a la aristocracia británica y al servicio postal de Royal Mail. Sin embargo, la seguridad seguía siendo deficiente debido a errores humanos y a la falta de sistemas de frenado eficaces.

La mañana del 20 de agosto, el maquinista Arthur Thompson y el fogonero Joseph Holmes llegaron a la estación de Euston en Londres, para preparar la salida de la formación sin anticipar la tragedia que se avecinaba.

El viaje hacia lo inevitable

En este contexto de vulnerabilidad, el Irish Mail inició su viaje poco después de las 7:30 a. m. A bordo viajaban pasajeros destacados como, por ejemplo, la duquesa de Abercorn, esposa del Lord Teniente de Irlanda, acompañada por cinco de sus hijos, incluido su primogénito, el marqués de Hamilton.

Luego de casi cuatro horas de viaje, el Irish Mail avanzaba por su ruta hacia la costa oeste de la isla cuando, sin que su tripulación lo supiera, un grave error en las maniobras ferroviarias en Llandudno había liberado varios vagones de mercancías en la vía principal.

Estos vagones, que transportaban barriles de madera llenos de 1.800 galones de parafina, comenzaron a rodar sin control en dirección al tren de pasajeros.

A medida que el tren doblaba una curva cerca de Abergele, el maquinista Arthur Thompson vio los vagones sueltos aproximándose a gran velocidad. De inmediato, cortó el vapor y el fogonero Joseph Holmes aplicó el freno. Pero la distancia era demasiado corta para evitar la colisión.

El choque y la tragedia

La locomotora y los vagones delanteros del Irish Mail impactaron contra los vagones de mercancías, provocando un descarrilamiento violento. En cuestión de segundos, la parafina se derramó y estalló en llamas, envolviendo en fuego los primeros cuatro vagones de pasajeros. Joseph Holmes murió en la explosión, mientras que Thompson logró saltar de la locomotora gravemente herido.

Las llamas avanzaron con rapidez, atrapando a los pasajeros de los vagones delanteros, quienes no tuvieron posibilidad de escapar. Desde una distancia, los trabajadores ferroviarios y canteros que trabajaban en la zona corrieron a ayudar, formando una cadena humana para pasar cubos de agua del mar en un intento desesperado por sofocar el incendio. Sin embargo, el fuego era incontrolable.

Mientras el incendio se propagaba, algunos pasajeros que habían logrado salir ilesos ayudaron a desenganchar los vagones traseros para alejarlos de las llamas. Entre ellos, el marqués de Hamilton, quien corrió de vuelta a la estación de Abergele para pedir ayuda y detener un tren de pasajeros que se aproximaba en la vía contraria.

Los pasajeros atrapados no tuvieron oportunidad de escapar, y los intentos por apagar el incendio fueron inútiles. Sin embargo, algunos sobrevivientes lograron desenganchar los vagones traseros, evitando más víctimas.

Una vez controladas las llamas, la imagen que se descubrió fue desoladora. Todos los pasajeros de los primeros vagones murieron, mientras que los que estaban en la parte trasera del tren pudieron salvarse. En total, 33 personas perdieron la vida.

Cómo se identificaron a las víctimas

Debido a la intensidad del incendio, se recurrió al testimonio del personal ferroviario de Chester, que había asistido a los pasajeros al abordar, y a la recuperación de objetos personales entre los escombros para determinar quiénes estaban en los vagones destruidos.

El 25 de agosto, cinco días después del accidente, se realizó un funeral masivo en la iglesia de San Miguel en Abergele, donde las 33 víctimas fueron enterradas en ataúdes sin identificar. Louisa Symes, una niña de 9 años, fue la víctima más joven del desastre.

Semanas más tarde, el maquinista Arthur Thompson murió a causa de sus heridas, elevando el total de fallecidos a 34.

Las 33 víctimas fueron enterradas
Las 33 víctimas fueron enterradas en un funeral masivo en Abergele; el maquinista Arthur Thompson murió semanas después

Investigación y consecuencias

El informe de la Junta de Comercio criticó duramente a la empresa ferroviaria London and North Western Railway (LNWR) por no garantizar la seguridad de sus pasajeros.

A su vez, se determinó que el jefe de estación de Llanddulas, Samuel Eaton, había violado las normas al dejar los vagones de mercancías en una situación peligrosa. Los guardafrenos Richard Williams y Robert Jones, responsables de la maniobra, fueron acusados de homicidio y encarcelados, aunque finalmente fueron absueltos en un juicio al año siguiente.

Tras la tragedia, se implementaron nuevas regulaciones de seguridad en la red ferroviaria, buscando evitar tragedias similares.

El impacto a largo plazo

El desastre del Irish Mail expuso fallas de seguridad en el transporte ferroviario británico, lo que llevó a la implementación de nuevas regulaciones y mejoras en los sistemas de frenado. También impulsó cambios en los protocolos de identificación de víctimas en accidentes.

A pesar de la tragedia, el servicio del Irish Mail continuó operando hasta 2002, manteniendo su importancia como conexión entre Londres e Irlanda.