En el estadio Ferro Carril Oeste, en un congreso nacional sin inspectores del Ministerio de Trabajo, Hugo Moyano presidió el acto que lo eligió —había una lista única— por tercera vez como secretario general de la CGT. El actual presidente del club Independiente aprovechó la ocasión para intensificar su pelea con el gobierno nacional, que había avalado a sus opositores finalmente reunidos alrededor de Antonio Caló.
“Que el Gobierno no se olvide que mucho de ese 54% que muestra es de los trabajadores”, dijo, en alusión al porcentaje de votos que le habían dado el triunfo a la presidenta, Cristina Kirchner. “Si no hay respuesta a quienes han contribuido al triunfo, tendremos que repensar el futuro voto. No podemos votar a quien nos niega”.
Tras condicionar así su apoyo al kirchnerismo, con el que había vivido un idilio desde 2003 hasta un discurso crítico en diciembre de 2011, volvió a reclamar —y de paso, criticó la política económica— el cambio en el impuesto a las Ganancias por el cual había organizado un paro con movilización días antes: “Es insostenible ya el tema de la inflación. Y se hace más insostenible porque hay que discutir los salarios con los empresarios y con el Estado que se queda con parte del salario de los trabajadores porque no aumenta el mínimo no imponible”.
Comparó a Kirchner con el gobierno británico a la hora de hablar de las islas Malvinas: “El mismo Gobierno que acusa a Inglaterra de rehusarlo por no tener respuestas, rechaza al movimiento obrero organizado”. Y defendió al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, que tenía la provincia paralizada por reclamos del aguinaldo impago: “Se la agarran con él y es el gobierno nacional el que no envía el dinero en tiempo y forma”.
El gobierno actuó como si escuchara llover. La convocatoria de Moyano, según la decisión con firma y sello del ministro Carlos Tomada, no existía: había sido impugnada haciendo lugar a la presentación de sus opositores, encabezados por Gordos e independientes, que realizarían su congreso —ese sí con inspectores de Trabajo— el 3 de octubre.
El actual ministro de Producción de Alberto Fernández seguía con graves problemas por la crisis financiera provincial. Su idea más reciente para conseguir los fondos que le permitieran pagar en una sola vez el aguinaldo (y no en las cuotas que debió anunciar y causaron protestas), liquidar anticipadamente los bonos Bogar 18, no consiguió el aval necesario del BCRA y el Ministerio de Economía. Peor aún, el vice de Scioli, Gabriel Mariotto, recibió a los representantes sindicales de los estatales en paro y les expresó su adhesión.
El blue, que había pasado un par de meses estable, cerró por primera vez por encima de los $6, a $6,12, y alcanzó los $6,30 en el día. La brecha con el dólar oficial llegó al 34% días después de que el gobierno restringiera aún más la posibilidad de comprar divisas para viaje al prohibir las operaciones en efectivo.
El ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, un favorito de la presidenta que ahora, sin embargo, sugirió que Kirchner se jubilara, suspendió a la empresa que gestionaba la tarjeta SUBE. Se trataba de la inasible Global Infrastructure, que carecía de sede local y cuyo domicilio central, en Inglaterra, coincidía con el de una peluquería.
La firma de Stephen Chandler aparecía en los pedidos de pago al Ministerio de Planificación —unos USD30.000 para él y casi USD5.000 para Marcela Ashley, que dijo que no cumplió funciones ni cobró— y el caso causaba irritación extra porque en esos días se anunciaría que el valor de la tarjeta pasaría de $10 a $17. El ex titular Juan Pablo Schiavi debería declarar ante la justicia sobre la concesión del contrato de $65 millones.
En Siria hubo otra masacre, casi el único tipo de noticia que llevaba al país a los medios internacionales: más de 200 civiles murieron en un bombardeo del ejército en la localidad de Tremseh, provincia de Hama. “Cada familia en el lugar parece tener alguien muerto”, dijo un activista, Fadi Sameh, que logró escapar. La Unión de Revolucionarios de Hama informó que había 80 cuerpos en una mezquita, 20 de los cuales staban identificados, pero que había “más cuerpos en los campos, los ríos y las casas” porque la gente intentaba escapar “cuando comenzaron los bombardeos y familias enteras fueron asesinadas mientras huían”.
En San Diego, California, comenzaba una monumental Comic-con, y en Villa Martelli, en el Parque del Bicentenario, la presidenta inauguró la segunda muestra de arte y ciencia Tecnópolis, con el tema central de la energía. “Si la del año pasado estuvo buena, ésta rompe todo”, dijo en cadena nacional sobre los 120 espacios distribuidos en 10 parques temáticos que el público podría visitar a lo largo de cuatro meses de manera gratuita. Kirchner también entregó la netbook número 2.000.000 del plan Conectar Igualdad.
SEGUIR LEYENDO: