
La presidenta de la Cámara de la Industria Naval Argentina (CINA) y del Grupo de Mujeres Maritimistas, Silvia Martínez, encabezó un encuentro a fin de propiciar el desarrollo de un proyecto nacional, que impulse la creación de puestos de trabajo en áreas relacionadas al transporte por agua, la industria naval, la logística, el turismo fluvial y los puertos.
Del encuentro encabezado por Martínez, que se llevó a cabo ayer, formó parte el secretario general de la Federación Marítima Portuaria y de la Industria Naval (FeMPINRA), Juan Carlos Schmid, además de la diputada nacional por el Frente de Todos Gisela Marziotta.
La firma del acuerdo es el resultado del trabajo que viene realizando el Grupo de Mujeres Maritimistas para el desarrollo de la industria naval en el marco de la CINA.
Mujeres Martitimístas es conducido por Silvia Martínez, quien abrió la reunión contando diversas anécdotas respecto al rol de la mujer dentro del sector y destacó la importancia del trabajo conjunto con otros sectores, a la vez que presentó diferentes proyectos que brindarán soluciones a la industria.
“Nosotras tenemos varios objetivos comunes, somos mujeres que cumplimos con distintos roles, generamos propuestas que sean en beneficio de cada sector y en forma conjunta siempre pensando en los intereses nacionales y en la creación de empleo”, expresó Martínez.
“Tenemos representación en todas las provincias con zona costera, eso impacta en las propuestas que tenemos para el desarrollo de las economías regionales”, precisó.
En 2009, Martínez fue electa presidenta de la CINA y fue reelecta cada dos años desde entonces. Es la primera presidenta mujer en la cámara, que se creó en 1964 y nuclea a unas 60 firmas, entre talleres, astilleros y proveedores para la construcción y mantenimiento de buques, puertos, boyas y plataformas off-shore.
Martínez, junto a Paloma Loewenthal, Verónica Iesu y Nancy Figueroa, creó el Grupo Mujeres Maritimistas. Tras repasar los temas en el sector que merecían gestión, a través de esta red, asumieron el desafío conjunto de buscar dar solución a las debilidades que se estaban atravesando y a dar visibilidad a cuestiones que no estaban en agenda. “Al comienzo éramos cuatro y ahora somos 60 en todo el territorio nacional”, relata con orgullo. El grupo está conformado por mujeres de la parte armatorial y están representadas la industria naval, el turismo fluvial y marítimo.
Durante el encuentro de ayer, Schmid precisó que “se firmó un acuerdo de entendimiento recíproco para fortalecer la Federación en cuanto a los saberes y experiencias expuestos, para que podamos entre todos forzar una política pública para este sector que está faltando”.
Mujeres Maritimistas “es un colectivo interesante desde el punto de vista que son mujeres de distintas procedencias, con distintos saberes y experiencias que trabajan dentro del área puertos vías navegables y que indudablemente tienen una visión ligada a esa actividad lo cual es un hecho novedoso. Nunca en la generación se había organizado este tipo de encuentro”, afirmó el gremialista.
Martínez, artífice de la firma y conductora de CINA y el Grupo de Mujeres del área naval, comenzó a vincularse con esa industria en 1975 cuando rondaba los 20 años. “Fui conociendo los puertos, presencié trabajos de mucha importancia, cambios de coronas en grúas y no me asustaron ni el frío ni la situación”, recuerda esta mujer que, hace 46 años, aprendió a timonear con éxito para abrirse camino -y llegar a buen puerto- en un mundo tradicionalmente liderado por hombres.
Martínez trabaja codo a codo con las pymes y con las mujeres, y sueña con tener un país mejor. Como parte de ese lineamiento, el mismo que viene cultivando en las últimas cuatro décadas, impulsa diversos proyectos vinculados a generar una industria más sustentable, competitiva e inclusiva que ayude a la Argentina a dar batalla frente a un contexto complejo, volátil e incierto.
La suya es una historia de inspiración que da cuenta de cómo su talento, tesón y creatividad le permitieron crecer y desarrollarse en un sector del que las mujeres parecían estar ajenas.
Si bien comenzó estudiando el profesorado de Ciencias Biológicas, poco tiempo después decantó por Medicina, comentó a Infobae. En paralelo trabajaba. Lo hacía en un estudio contable entre cuyos clientes se encontraba un taller de reparaciones navales ubicado en el barrio porteño de La Boca. “A la empresa le gustaba cómo trabajaba y mi capacidad de decisión, y los dueños me llamaron para que comenzara a trabajar con ellos: me ofrecieron triplicar el sueldo y becarme para estudiar”. La propuesta la tentó. Y, a partir de ese momento, cambió el estetoscopio por el timón y comenzó a hacerse camino entre astilleros y buques, mientras cursaba la licenciatura en Administración de Empresas con especialidad Naviera en la Universidad de la Marina Mercante, de la que egresó en 1984, y la carrera de Perito Naval.

“Trabajábamos los 365 días del año, feriados, con lluvia; caminé por las salas de máquinas y tuve que entender la problemática que tenían en cada puerto. Yo era la única piba a bordo de los buques tratando de ver qué se necesitaba, qué repuestos se requerían, qué precisaba el personal, hablando con prefectura por los trámites administrativos que había que hacer y, para mí, como mujer, todo esto fue muy interesante”.
Algunos de los principales desafíos que afrontó en la industria se dieron especialmente durante aquella juventud y por cuestiones de género: el lugar de la mujer en esta actividad fue, tradicionalmente, marginal. Y, si bien las mujeres podían demostrar su capacidad profesional, los espacios de decisión y posiciones de liderazgo estuvieron, en general, reservados para hombres.
A medida que fue pasando el tiempo, sus responsabilidades en el taller se fueron incrementando. Allí se desempeñó -y se formó- hasta 1993, cuando decidió independizarse.
Algunas de las políticas implementadas en los años 90 debilitaron al sector, sostiene Martínez, quien no pudo -ni quiso- quedarse de brazos cruzados. “Conformé una empresa dedicada al raschinaje, la limpieza de los tanques en buques de hidrocarburos. Y, complementando con el servicio, el montaje de estructuras metálicas”.
Así comenzó a vincularse con nuevos oficios, con otras normativas de seguridad, con el personal. Lo hizo y lo logró. Ya con el nuevo milenio, llegó a Tandanor, uno de los mayores astilleros navales de América Latina, especializado en reparación y conversión de embarcaciones. “Allí me familiaricé con todos los contratistas, así que estaba al tanto de la problemática de las pymes desde adentro. Desde 2003, con las autoridades de la CINA, participé activamente buscando políticas de desarrollo para la industria naval”, compartió.
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