
El rostro, los gestos y la distancia que mantenemos con los demás transmiten mensajes tan poderosos como las palabras, o incluso más, porque hay pequeñas sutilezas del cuerpo que escapan de nuestro control. El conjunto de elementos silenciosos, pero cargados de significado, forman parte del lenguaje no verbal, objeto de estudio en la psicología desde hace décadas.
A diferencia del lenguaje verbal, que se apoya en códigos explícitos y reglas gramaticales, el comportamiento no verbal se compone de acciones y señales que carecen de un sistema estructurado, pero que podemos percibir. La forma en que una persona se presenta, desde su postura hasta su apariencia, revela no solo cómo se ve a sí misma, sino también cómo desea ser percibida y tratada por los demás. De hecho, es fácil saber si una persona está en un ambiente que le resulta cómodo o agradable por su forma de interactuar con el entorno y con aquellos que la rodean. Los movimientos, la forma de hablar, incluso de no hacerlo, nos delatan.
Dónde posas la mirada o hacia dónde se orienta el cuerpo
El universo de las posturas, gestos, expresiones faciales y movimientos oculares se incluye dentro de la kinesia. Este campo oscila entre el comportamiento y la comunicación, incluyendo desde la orientación corporal hasta la dirección de la mirada. La postura, por ejemplo, suele reflejar estados emocionales y actitudes, y varía en función de la relación entre los interlocutores. La orientación del cuerpo también comunica información relevante. Por ejemplo, la disposición “cara a cara” suele asociarse con relaciones jerárquicas, mientras que la posición “lado a lado” se vincula con la colaboración o la intimidad. No obstante, estas preferencias pueden variar según la cultura.
El espacio como mensaje
La proxémica se refiere al uso y percepción del espacio personal y social. Este campo, impulsado por los trabajos de Edward Hall, distingue entre el espacio personal —la zona inmediata que rodea al individuo— y la conducta territorial —la defensa y apropiación de determinados espacios. Hall identificó en un estudio cuatro zonas de interacción para los estadounidenses: íntima (hasta 45 centímetros), personal (de 45 a 120 centímetros), social (de 1,2 a 4 metros) y pública (más de 4 metros). Estas distancias varían según la situación, el ambiente y la cultura.
El comportamiento territorial, aunque estudiado inicialmente en animales, también se observa en humanos. Investigaciones han mostrado que la preferencia por determinados espacios puede depender de factores como la compatibilidad entre individuos, el grado de asociación y la estructura física del entorno. La forma de ocupar el espacio y de abarcar con el cuerpo o los objetos personales también transmite información.
La voz más allá de las palabras
La paralingüística estudia los aspectos no lingüísticos del habla, como el tono, el ritmo, el acento y las vocalizaciones. Aunque el contenido verbal se rige por un código común, existen variaciones no lingüísticas que transmiten estados de ánimo y matices de significado. Investigaciones en este campo han demostrado una estrecha relación entre el estado emocional y las manifestaciones paralingüísticas. Una persona ansiosa, por ejemplo, suele hablar más rápido y con un tono más elevado. Al contrario, una calmada y cómoda habla con fluidez y sin prisas.
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