
En un mundo cada vez más digital, donde nuestras compras, mensajes y transacciones ocurren en línea, es fácil olvidar que todo eso se sostiene sobre una estructura invisible: la matemática. Más precisamente, sobre una rama antigua y fascinante llamada teoría de números.
En este contexto entra en juego la criptografía, que es la ciencia de diseñar sistemas que permiten proteger información mediante técnicas de codificación, de forma que solo quien tenga la clave pueda acceder al contenido. Desde hace décadas se ha transformado en el escudo de nuestra vida digital.
Uno de los sistemas más usados hoy es RSA, un algoritmo de encriptación que se basa en propiedades profundas de los números primos y en la aritmética modular, dos conceptos clásicos de la matemática.
Para algún desmemoriado, los números primos son aquellos que solo pueden dividirse por 1 y por sí mismos. Lo más fascinante es que, aunque hay infinitos primos, no sabemos con certeza dónde está el próximo. Su distribución es irregular e impredecible, lo cual convierte a los primos grandes en una herramienta perfecta para crear claves seguras.

La esencia de RSA reside en la belleza de la teoría de números y la aritmética modular. No hace falta ser un genio para apreciar la elegancia de este sistema. En principio, hay que tener en cuenta una verdad matemática fundamental: el Teorema Fundamental de la Aritmética, que establece que todo número entero mayor que 1 puede escribirse de una única manera como producto de números primos.
Por ejemplo, el 30 puede expresarse únicamente como el resultado de multiplicar 2, 3 y 5. Esto muestra a los primos como los átomos de la matemática: indivisibles y esenciales.
Por lo que la clave está en tomar dos números primos muy grandes, que se mantienen en secreto. Se los multiplica para obtener un número enorme, de cientos de cifras, que sí se hace público. Ese número, junto con otro valor llamado exponente público forma la clave pública.

Luego, usando una fórmula matemática basada en la aritmética modular, se calcula una clave privada, que solo puede obtenerse si se conocen los primos originales. RSA se basa en un sistema de claves pública y privada: cualquiera puede cifrar un mensaje con la clave pública, pero solo el dueño de la clave privada puede descifrarlo.
Factorizar un número de cientos de cifras para saber qué producto de números primos lo conforman sigue siendo un problema prácticamente imposible para cualquier computadora moderna. Se necesita potencia y tiempo para poder llevar a cabo dicho proceso.
La próxima vez que ingreses tu tarjeta en una tienda online, o envíes un mensaje cifrado, pensá en esto: la seguridad de tu información depende de aquellos números que viste en la escuela primaria y que, tal vez, te resultaban totalmente intrascendentes e innecesarios.
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