
Santhiya incineró hace años a una mascota fallecida y se dijo que no repetiría la experiencia. La singapurense despide ahora a su caniche toy de un modo más ajustado a sus creencias: con la “acuamación”, que sustituye el fuego por agua, lo que le hace sentirse “más en paz, y es buena con el medio ambiente”.
“Tuve una mascota a la que cremé en el pasado y no me gustó, el proceso fue muy rápido, no tuve tiempo de asimilarlo. Además, trato de ser respetuosa con el medio ambiente en mi vida diaria en general”, dice a EFE Santhiya, de 31 años.
La mujer, de etnia india (una de las tres mayoritarias en Singapur, tras la malaya y la china), ha acudido junto a su madre, Kalavathi, y su abuela, Leichumy, a despedirse de “Carpet” (‘Alfombra’), una caniche toy fallecida casi a los 17 años, a “The Green Mortician” (La Funeraria Verde), el primer servicio de cremación con agua para mascotas de la ciudad-Estado asiática.
Mientras la incineración de su anterior mascota le resultó fugaz e impersonal, el adiós a “Carpet” es lo contrario: se trata de una ceremoniosa y larga despedida, que empieza con la perrita yaciendo en su colchón en un altillo decorado con flores de una cálida sala velatoria de la funeraria, rodeada por Santhiya y sus familiares.
Las singapurenses administran leche en el hocico de la caniche fallecida -”en la cultura india creemos que así se cierra el ciclo de la vida, yéndonos con el mismo alimento que recibimos al llegar al mundo”, cuenta Santhiya- y pasan unas horas con ella, antes de que comience la acuamación.
Llamado técnicamente hidrólisis alcalina, el método recrea de modo acelerado la descomposición de un cuerpo con la ayuda de hidróxido de potasio y agua a temperatura elevada (unos 150 grados), introducidos con el animal en una cámara metálica, de modo que lo único que queda al finalizar el proceso, que puede tardar entre 20 y 24 horas, son los huesos.

“A mucha gente no le gusta la idea del fuego, es deprimente. Hemos tenido ya como 40 clientes, y organizamos también un pequeño funeral para ellos”, cuenta a EFE Yang Loo, quien fundó “The Green Mortician” el pasado marzo, el único establecimiento de su tipo en la próspera isla.
Después, Loo se encarga del proceso para pulverizar los huesos, lo que se demora uno o dos días más, de modo que quedan convertidos en cenizas similares a las que resultan de una combustión con fuego, las cuales se entregan a la familia.
Ex disyóquey de 28 años, Loo se había reconvertido en emprendedor de proyectos en favor del medio ambiente cuando un amigo le habló de la acuamación, practicada en EEUU para mascotas desde hace unas tres décadas, además de en otros países, aunque su uso se ha ido extendiendo poco a poco, también para personas.
Uno de los ejemplos más relevantes y recientes fue la cremación con agua el pasado año del arzobispo sudafricano Desmond Tutu, un método que el premio nobel de la paz en 1984 por su oposición al apartheid había elegido para dejar constancia de su compromiso con el ecologismo.
Y es que, al no requerir combustión, expertos aseguran que la acuamación reduce las emisiones de gases de efecto invernadero en aproximadamente un 35 por ciento, además de requerir alrededor de un 90 por ciento de energía menos que la cremación por ignición, que tarda entre 2 y 4 horas.
Loo se confiesa “sorprendido” por la buena acogida de su negocio en Singapur, una isla de unos 5,5 millones de habitantes sin apenas espacio sin urbanizar, lo que hace que las cremaciones sean casi una obligación, al no haber metros cuadrados para ampliar los camposantos.
“La gente está muy receptiva”, afirma el joven, quien asegura que cobra más o menos lo que costaría una cremación tradicional para mascotas, entre unos 400 y 800 dólares, dependiendo del tamaño del animal, habiendo cremado desde pájaros y hámsters hasta perros y gatos.
El fundador de “The Green Mortician”, un espacio con aire de spa, decorado con muebles de estilo escandinavo y amenizado con un hilo de música zen, afirma que parte de su motivación vino de su rechazo a los funerales tradicionales: “son demasiado tristes”.
Su siguiente objetivo es convencer a las autoridades singapurenses para poder reutilizar el agua empleada en el proceso (unos 800 litros, pudiendo cremar a varios animales a la vez en diferentes compartimentos), pues ahora él tiene que almacenarla y procesarla, lo que incrementa de forma sustancial el coste operativo.
La carestía de la maquinaria necesaria para el proceso, cuyo precio es de unos 150.000 dólares, además del coste añadido de procesar el agua, se convierten en los principales obstáculos para expandir el negocio por el momento, aunque tiene clara su visión de futuro.
“El siguiente paso son los humanos. No hay espacio en Singapur, y las cremaciones no son sostenibles”, asegura a EFE.
(Con información de EFE)
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