
Hace varios días, los suficientes para que la noticia resista el embate de los acelerados tiempos de internet, el debate sobre la implementación de la Ley de Talles en Argentina adquirió renovada relevancia a raíz de un video de TikTok publicado por Karina Ortiz, una de las bailarinas que acompañó a Bad Bunny en sus recitales en Buenos Aires.
Ortiz y sus colegas mostraban sorprendidos las prendas que adquirieron en un negocio de Puerto Madero por parecer “talles de niños” a pesar de estar destinadas a adultos. El clip se viralizó rápidamente y los comentarios de los usuarios, que mencionaban la incidencia de esta problemática en la indumentaria argentina, llegaron a los miles, sin tener en cuenta las intervenciones que este suscitó en otras redes sociales.
Cada tanto una noticia de esta naturaleza aflora en la vida pública y desencadena una serie de interrogantes sobre la situación de la Ley de Talles que, si bien fue reglamenta en junio de 2021, todavía no fue implementada. Mucho ruido y pocas nueces, como se dice popularmente.

En su reglamentación de mediados del año pasado, la ley estableció que la indumentaria debe ser confeccionada a partir de una tabla de talles (SUNITI) definida por las dimensiones reales de los cuerpos argentinos obtenidas a partir de un Estudio Antropométrico en el que participaron más de 13 mil personas. Sin embargo, la ausencia de controles y la recursividad de las quejas nos permite concluir que esta implementación se encuentra todavía en proceso.
Dentro de la moda, una industria extremadamente acelerada y compleja, la cuestión de los talles es todavía un debate sobre lo posible. Una de las miradas más ricas, por lo sencilla y humana, sobre esta cuestión es la de Catalina Chavanne, fundadora de Blue Sheep, una marca que busca redefinir el “nuevo lujo argentino”. En diálogo exclusivo con Infobae, la diseñadora abrió las puertas de su atelier para hablar del poder que tiene, como empresaria y como creadora de un universo estético arraigado en lo argentino, para tomar decisiones en pos de otro futuro.
Situada en La Colorada, un edificio emblemático de Palermo, la oficina de Blue Sheep es lo que cualquiera imaginaría al pensar en un espacio de desarrollo creativo y en el taller de un diseñador de indumentaria. Libros de diseño japoneses -”Es un lineamiento que nunca falta: tengo miles de libros de kimonos y moldería asiática que redibujo para las proporciones latinas”, dirá la entrevistada-, cuadros, pequeños adornos, recortes y retazos de tela.

Al hablar de los pilares de su firma, que fundó diez años atrás a partir de un experimento con descartes de tela, Chavanne muestra una familiaridad con las palabras y un grado de convicción que van a la par de un mantra: “Industria nacional, paleta de colores, fibra natural y la inclusividad en talles”, repite una y otra vez.
“La lucha entre lo comercial y lo creativo es constante y es por eso que un ejercicio que hago es preguntarme todo el tiempo qué quiero y en qué dirección quiero ir sin dejarme llevar por el mercado”, confiesa Chavanne.
Y agrega: “En cambio, yo me dejo llevar por las relaciones que entablo con la gente y a eso me refiero con un ‘nuevo lujo’. Considero lujo tener un diálogo con el cliente y tomar decisiones que reflejen estos conceptos: todo el tiempo, como empresa, uno puede elegir qué camino tomar”.

La empatía, vulgarmente descrita en este caso por nociones tan en boga como la circularidad, la sustentabilidad y la responsabilidad social son la condición sine qua non de la existencia de Blue Sheep. “Vivimos en un ritmo de falta de consciencia y lo que nosotros hacemos es detenernos a pensar. No salgo a explotarlo en la comunicación porque me siento más cómoda haciéndolo sin comunicarlo necesariamente”, explica la diseñadora.
“Lo más importante son mis clientes y noto que hay mucha vulnerabilidad cuando se compra ropa, es por eso que insisto con la Ley de Talles: vienen con una necesidad y una fragilidad que se vuelve una inspiración para generar prendas que las hagan sentir bien. No tengo todos los talles pero sí tengo una mayor opción con talles realistas y eso va creciendo”, agrega.
Como todos los grandes dilemas de la historia, la Ley de Talles se reduce, aunque no se achica, a una problemática fundamentalmente humana: la incomodidad, tristeza y soledad que se desprenden de aquella vulnerabilidad que aparece dentro del probador. Además de la inclusividad, del derecho de las personas a poder vestirse y facilitar y optimizar el consumo de indumentaria (particularmente a través de la web donde la incertidumbre en cuanto a talles suele ser un gran detractor), aplicar efectivamente una escala de talles que se adecúen al estándar argentino, y en consecuencia no al europeo, implica una fuerte apuesta por la industria nacional y un ejercicio de soberanía.
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