
Un final inolvidable para los corredores de élite es una imagen tan poderosa como la ola blanca que recorrió los 21 km de Buenos Aires en la mañana ideal de este domingo. Así son estos eventos, donde conviven los mejores corredores del mundo con los aficionados y los novatos. Cada uno con un objetivo distinto, pero todos ellos con una pasión en común: correr.
Correr la Media Maratón de Buenos Aires es una cita casi obligada para los corredores argentinos. Personas de todo el país se dan cita para no perderse una carrera que está a la altura de su fama. Más de veinte mil inscriptos confirmaron la vigencia de una carrera que tuvo una suspensión por pandemia en el 2020 y una versión reducida en el 2021. Esta vez nadie quiso faltar.
Y es comprensible, porque se trata de la carrera más importante del calendario porteño, una competencia que siempre vale la pena. Las carreras multitudinarias pueden ser algo abrumadoras para los corredores con menos experiencia, pero una vez pasada la zona crítica de la largada, donde siempre hay que redoblar la concentración, todo es espectacular.

Los que hemos corrido este circuito muchas veces, en mi caso fueron nueve con esta, sabemos que es el mejor recorrido aquel que permite hacer una buena marca y al mismo tiempo no cae en momentos aburridos. Los que corremos en Palermo jugamos de locales, lo que hace que sea más fácil calcular algunas pequeñas subidas y bajadas y saber la distancia exacta que falta cuando empieza la gran recta final.
La edición 2022 tuvo a su favor aquello que no depende de ninguna organización: el tiempo. Una jornada fresca, pero no en exceso, nada de viento y una humedad media. Todo lo que se necesita para correr sin pensar en el clima, el sueño de todo corredor.

La largada puntual tuvo el tumulto habitual que es lo único que debería revisarse una y otra vez para encontrarle una solución, pero luego nada más que objetar. Nadie, excepto quien corre, sabe si los puestos de hidratación funcionaron o si el recorrido es bueno para correr. El arranque por Libertador hasta Sarmiento es solo el comienzo. Los primeros cuatro kilómetros donde hay que acomodarse y elegir un tiempo. Cada uno con su estrategia, cada uno con su objetivo.
Luego vienen otros tres kilómetros rápidos rematados por la subida de Carlos Pellegrini, la más dura de la carrera, aunque compensada por una suave bajada después. Toda esa parte es con la postal del Obelisco, hasta que al llegar a él, en el kilómetro 9, se toma por Diagonal Norte hasta la Plaza de Mayo, pasando frente al Cabildo. Es un momento difícil, donde el desnivel y el cansancio se puede sentir al tomar la Avenida de Mayo, pero el regreso por la 9 de julio en el kilómetro 11 es la hora de la verdad.

Una vez que se pasó la mitad del recorrido cada corredor sabe si su cuerpo ha respondido bien o no. Si hemos salido muy rápido o si, por el contrario, salimos muy tranquilos. Al tomar la autopista Illia en el 13, las subidas y las bajadas se compensan bien y es un gran momento para apurar el paso si hay resto. Solo quedan 8 kilómetros al entrar a la autopista y cuando la dejamos tan solo quedan 5, es decir que es la hora de las definiciones. Algunos se quedan sin energía allí. Pero si se usaron los puestos de hidratación e incluso si se consumió un pedazo de banana, la energía de un corredor bien entrenado debería estar intacta. El esfuerzo es grande y se siente, pero la motivación para pasar por el Planetario y lanzarse a los cuatro kilómetros finales debería ser el impulso final.
El público que aliente se multiplica en esos cuatro kilómetros, empezando en Sarmiento y Alcorta y hasta la siempre espectacular llegada en el mismo lugar donde la carrera empezó. Aunque la concentración y el trabajo intenso casi no lo permiten, el aliento de la gente se siente aun sin verlo. Una vez que el arco está a la vista, solo hay que acelerar todo con todo lo que se tiene y no detenerse hasta pasar el arco de llegada.
En una jornada como esta, con clima ideal, con tantos atletas regresando a una carrera que vuelve a ser multitudinaria, todo está dado para que sea un espacio de felicidad. Tantos amigos, caras conocidas, running teams que disfrutan en grupo del evento, ocasionales compañeros de carrera con los que uno se abraza en la llegada aunque nunca más los volvamos a ver. Tomar la medalla con orgullo y satisfacción. Terminar una media maratón siempre es razón suficiente para festejar. Hacerlo en una carrera tan emblemática, es un premio extra.
Felicitaciones a todos los que participaron, en especial a los que debutaron hoy en la distancia. Un día feliz.
* Fotografías: Franco Fafasuli y Nicolás Stulberg
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