La noticia golpeó con fuerza el corazón de los argentinos hace cuatro meses, y la mañana de este miércoles llegó el día en que Cris Morena finalmente se presente ante los micrófonos tras la muerte de su nieta Mila, instante en que expuso el abismo de dolor que la envuelve. El estudio de Sería Increíble (Olga) se transformó en un espacio cargado de emociones. Allí, la reconocida productora enfrentó, por primera vez y ante el público, las sombras de la pérdida que empañaron aquel 29 de julio en Miami.
Cris no esquivó el dolor y con la voz entrecortada expresó: “Es un recorrido complicadísimo porque me importa mucho mi hijo, Tomás; Sofía (su esposa) y mi nieto Inti. Ellos viven afuera, en Miami. Me importa mucho el cuidado de ellos, que estén juntos, que estén apoyándose”, reveló, con una entereza apenas sostenida. En esa frase, la preocupación maternal ante el sufrimiento de los suyos se superpuso a cualquier intento de procesar la pérdida propia.
La búsqueda de sentido parece perseguirla desde hace tiempo, a través de la conexión directa con la trágica muerte de su hija Romina Yan. “Tuve una experiencia igual a la de mi hijo. Además, fue el mismo día: no el mismo mes, pero sí el mismo número. El ocho me persigue: el infinito son dos ochos, dos infinitos”, reflexionó la artista. El número como símbolo, la coincidencia como marca indeleble. ¿Puede el azar tener tanto peso en el destino de una familia?

La presencia de su nieta sigue latiendo obstinadamente. “Mila está en nuestra vida. Hablo de la presencia y la ausencia: está presente permanentemente con nosotros. A veces es doloroso, a veces es una sonrisa...”. La herida se reabre, pero hay instantes de ternura, aparecen destellos de quienes ya no están. “Me pasa como con Romina: se me aparecía de una manera extraña y sentía que eso que aparecía era ella. Lo mismo les pasa a Tomás, a Sofi y a Inti: los tres con Mila. Y están muy juntos. A mí me importa muchísimo el dolor de ellos”.
La productora recordó cómo el golpe la alcanzó en pleno ascenso: “Esto me agarró en un momento de inmensa felicidad, pero no una felicidad berreta del tipo: ‘Ay, estoy contenta porque hice un Movistar’. No. Un momento personal y de todo mi equipo de mucha grandeza, mucha integridad, mucha alegría. Estábamos en un momento plenísimo. Eso ayudó un montón. Es una mezcla tremenda de dolor e inmensa felicidad”, comparó.
Mila ya no está allí, pero el vínculo permanece. “Pienso que el alma no muere, que ella ya está en otros planos. Creo profundamente en los planos desde mucho antes de que esto sucediera, incluso antes de lo de Ro. He trabajado mucho con esos temas porque me importan”. ¿Dónde están los que se van? ¿Acaso todo termina o hay puentes invisibles que conectan planos desconocidos?

“El drama del ser humano es querer entender todo: el porqué y el para qué. El para qué aparece muchísimos años después, cuando se te abren portales y cosas que tienen que ver con ellas. El porqué es una pregunta que no nos hacemos porque no la podemos contestar. Fue un segundo. No fue una enfermedad que pudiésemos manejar. Es tremendo”.
La incomprensión, según su testimonio, se vuelve una niebla espesa y persistente: “El no entender es lo que más te vuelve loco. Querés entender de qué va la vida, de qué va la muerte. No creo en un final. Siento que somos el principio de algo gigantesco que no sabemos. Y que en nuestras noches y sueños estamos en otros planos también”, expresó.
¿Cómo resistió la tormenta? El trabajo como refugio, la pasión como ancla. “Mi trabajo me salva porque lo amo. Nunca trabajé en algo que no me gustara y Margarita también me salva. Es un legado, no un negocio. Funciona porque está planteado así. Y conocer nuevos artistas es maravilloso”, sostuvo.
Las pausas se multiplicaron tras las tragedias. “Frené completamente cuando pasó lo de Casi Ángeles y Spring Awakening. Compuse todas las canciones que alguna vez se escucharon en ViveRo. Los autores no podían componerlas porque lloraban todo el tiempo. Después, hicimos ViveRo en 2019, que fue una maravilla total. Fue una sanación absoluta”, rememoró la productora.
Queda la imagen de ese mural repleto de rostros y flores: “Tengo un cuadro gigantesco donde está toda mi familia pintada entre flores, por una pintora divina. Es un mural en lienzo. Llego a la mañana y digo: ‘Hola, ¿cómo están todos?’”. Una mañana tras otra, la costumbre de saludar a quienes están y a quienes se quedaron en “otros planos”. La artista acota, como una postdata llena de afecto: “Fue creciendo. Y una amiga pintora me propuso hacerlo. Logró exactamente la mirada y la sonrisa de cada uno”, elogió.
El dolor no se explica. La ausencia tampoco. Pero Cris Morena habló. Y en sus palabras, muchos pueden haber encontrado un espejo para sus propias pérdidas. Y un camino para intentar salir adelante.
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