“A mí me encantaría poder recorrer el país, ir presentándome con mi show”, dice Emma Roach con una mezcla inconfundible de entusiasmo y humildad. Pocos días después de haber sido eliminada de La Voz Argentina, el ciclo de Telefe que está llegando a su fin, la joven cantante cordobesa no deja espacio para el desánimo: “Por el momento tengo algunos shows, algunas fechitas ya pactadas. Estaría bueno también armar una bandita, pero si no es de esa manera, como solista me gustaría poder viajar por el país y presentarme en distintos lados”.
A su lado, la mirada y la voz experimentada de su abuela, Consuelo Peppino, exparticipante del Bailando 2017, se vuelve un pilar incondicional y cómplice. “Vos tratá de disfrutar todo, todo, todo lo que te ofrezcan, lo que te den, lo que te digan...”, la aconseja ella, con una mirada amorosa, la misma que ganó popularidad como una de las concursantes no famosas de aquella temporada del certamen de Marcelo Tinelli.
Entre anécdotas, confesiones y afectos, las protagonistas de esta entrevista exclusiva para Teleshow despliegan una conversación donde la familia, el arte y el legado se entrelazan. “El arte está en la sangre, viene de generaciones… Está instaurado en nuestra familia, como algo de nosotros”, afirmó Emma.

Su paso por el talent show dejó una huella de trabajo y la certeza de que en la música encontró su lugar. Al repasar su experiencia post-eliminación, la joven de 20 años sostiene: “Es un show y obviamente esto va a servir para impulsar mi carrera”. Convencida de su deseo de “seguir avanzando y disfrutando de subir a cada escenario que sea posible”, la artista comienza a diseñar el plan para convertir los aprendizajes del certamen en nuevos desafíos profesionales.
Las primeras oportunidades empiezan a asomar en el horizonte, muchas alentadas por la comunidad de seguidores que cultivó tanto durante el programa como a través de colaboraciones con otros participantes: “Como que generamos una cierta hermandad, porque es tanto lo que se necesita el uno del otro”, explicó al anticipar su show junto a Joaquín Martínez.
Pero más allá de los planes inmediatos, para Emma la música es algo que trasciende lo anecdótico de la competencia en la que fue parte del equipo de Luck Ra. “Siempre fue disfrute, siempre estuvo el disfrute muy a flor de piel en toda la experiencia. Yo como participante y ellas como familia”, aseguró, en alusión a su madre y su abuela. “En ese momento, el objetivo mío era disfrutar de la experiencia al máximo. Una vez cumplido ese objetivo, es como que el universo me dijo: ‘Ya disfrutaste de todo lo que tenías que disfrutar, ahora, andá tranquila’. Y yo siento que me fui de la mejor manera”.

La experiencia en el reality fue, además, una oportunidad para consolidar un aprendizaje vital: la importancia de abrazar el presente y capitalizar cada oportunidad. “Ya el simple hecho de que me hayan elegido en el casting de Córdoba, de ahí, todo para adelante fue un regalo”, reflexiona. “Que pase lo que tenga que pasar. El lugar a donde llegué ya no lo esperaba, así que de acá en adelante es agradecimiento puro”, manifestó, sobre lo que viene.
Puertas adentro de su familia, el orgullo y el aliento son incondicionales. Consuelo Peppino, su abuela y faro, lo recuerda así: “Cuando la eligieron en Córdoba, para nosotros, ya era como si hubiera ganado La Voz. Fuimos la mamá, ella y yo; no sabés lo que disfrutábamos, saltábamos y nos abrazábamos las tres en Córdoba. Para nosotras ya había ganado”.
La historia mediática de la familia comenzó mucho antes de que Roach pisara el escenario del programa musical de Telefe. Su abuela materna dejó su propia huella en la televisión nacional participando en el Bailando 2017: “Eso fue una sorpresa, porque nunca me imaginé que me iban a elegir a mí entre tantas mujeres. Por supuesto, fue feliz cuando me eligieron”.
La experiencia televisiva marcó a Consuelo tan profundamente que aún hoy revive la emoción: “Lo pasé hermoso, me encanta. Cada vez que recuerdo todo eso, para mí fue un momento muy lindo. Y todas ellas me acompañaron: las nietas, las hijas. Emma era chiquita”.
Además de la alegría, Consuelo también reconoce que la exposición mediática tuvo su límite: “Después no quise hacer más nada. Inclusive, un año entró otra señora grande, me invitaron para bailar en la salsa de tres, pero la ella bailaba menos que yo… Así que dije que no. Yo fui, aproveché ese momento y fue suficiente”.
La preparación formal no fue una regla, sino la excepción: “Yo en lo personal siempre fui a clases de canto, pero ella, por ejemplo, nunca en su vida...”, explicó Emma. A lo que su abuela le respondió con picardía: “¡No! Yo nunca fui a clases de baile… Ella lo trae un poco en la sangre, en el origen”.
Consuelo también recordó los inicios con ternura y un toque de humor: “Si a la edad de ella a mí me hubieran mandado a bailar, habría estado ahora en el Colón ”. Y aunque el escenario formal llegó más tarde en su vida, afirma: “Después que me vine del Bailando, seguí yendo a lo de mi coach a bailar estilo femenino. Antes no. Me moría de ganas de ir”.

La fama, a veces efímera y a veces transformadora, sorprendió a ambas en sus respectivas etapas. Peppino recuerda con asombro el afecto recibido tras su paso por el Bailando: “La verdad que con la gente, yo salía a la vereda y ya me reconocían todos. En todos lados”. Esa popularidad en Villa María y más allá fue, en sus palabras, “hermoso y abrumador”. “No me imaginé nunca eso. Toda la gente, con tanto cariño”, confiesa. Incluso, su nieta fue testigo de la popularidad familiar: “Muchos de mis compañeros allá en Buenos Aires me decían: ‘Tu abuela es la Consuelo Peppino’. Y yo no podía creer que me lo decían porque, claro, es mi abuela”.
Además, añadió: “Es tan cercano todo lo que nos está sucediendo, que por ahí uno no toma dimensión”. “Yo soy una entre tantos. Ella fue como un personaje muy… fue otra cosa. Yo creo que el impacto fue distinto por la imagen de ella, lo que representa, la historia”, explica la joven.
En los certámenes televisivos, hay instantes que marcan un antes y un después tanto en la competencia como en la vida personal. Emma describió su audición a ciegas en La Voz Argentina como un vendaval de sensaciones: “Dicen que no hay como la primera vez de nada. Era un conjunto de éxtasis, de dopamina, serotonina, con un poco de nervios y de adrenalina. Era todo junto en el momento. Demasiado”. La intensidad de cada etapa superada, y más aún la progresiva reducción de participantes, la llevaron a experimentar emociones al límite: “Desde un primer momento, cuando ya nosotros empezamos a ser menos, a partir del vivo fue todo mucho más fuerte a nivel emocional. Me tocó pasar por procesos muy acelerados”.

Las eliminaciones, tanto en el camino de Emma como en el de Consuelo Peppino durante el Bailando, significaron mucho más que un resultado televisivo y se transformaron en instancias de aprendizaje y reflexión. La concursante de La Voz, que se lució en presentaciones con éxitos de ABBA, Mon Laferte o Christina Aguilera, cuenta que la salida de una compañera fue particularmente dura: “Para mí eso fue un golpe bajo. En ese momento entra mucho en juego la cabeza y tampoco tenés el tiempo como para darte el lugar a angustiarte”. Frente a su propia eliminación, reconoce: “No me lo esperaba, sobre todo por lo que había sido mi paso por el programa. Yo creo que las consignas que se me pidieron siempre las cumplí de manera óptima. No deja de ser un reality show y fue una sorpresa. Capaz estaba para una o dos etapas más”. Positiva, siente que el saldo es el mejor: “Yo siento que me fui de la mejor manera que me podría haber ido”.
Consuelo, por su parte, recuerda el momento de su eliminación con una sonrisa y filosofía similar. “A mí me sacaron y después estaba la semifinal. La verdad que cuando me sacaron no sufrí para nada, estaba recontenta por todo lo que había logrado. Me mandaban al teléfono una y otra vez, pero era ‘¡Consuelito!’. A ella siempre la salvaban, tenía suerte”, aseguró, entre risas. La clave, para ambas, fue el disfrute.
Abuela y nieta cultivan un vínculo único y se confiesan “muy parecidas”. “Las dos hacemos yoga –cuenta Consuelo–, pero no nos podemos poner al lado porque nos miramos y nos reímos. Es tanta la complicidad que tenemos, que yo no la puedo mirar porque a mí me da mucha risa”. Emma lo confirma: “Mi mamá no nos deja ponernos al lado porque si no, no pegamos una”.
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