Katia Fenocchio, más conocida como “La Tana de La Matanza”, no baja la velocidad ni siquiera fuera de la casa de Gran Hermano. A pocas semanas de haber dejado el reality, la joven de 33 años habló en exclusiva con Teleshow sobre esta nueva etapa que enfrenta, sus deseos, su historia y el vínculo con su hija. “La casa me desnudó”, dice con franqueza. “Fue una experiencia de superación. Me senté, me miré, y decidí cambiar mi perspectiva de vida”, agrega, sin vueltas. Desde que salió del juego, asegura que su vida dio un giro: se reencontró con su familia, volvió a ver a su hija y ya se encuentra proyectando lo que viene.
Pero el camino de Katia empezó mucho antes del encierro. Su primera aparición viral ocurrió hace dos años, cuando envió su casting al programa montada en su infaltable moto rosa, con casco haciendo juego y una presentación que la catapultó como una de las favoritas antes incluso de entrar. “Hola, soy la Tana de San Justo. Soy mamá soltera de una hija de 13. Amo las motos, amo los tatuajes y, en mis tiempos libres, salgo a rodar con amigos”, decía en el video que recorrió las redes. Esa autenticidad fue la llave que finalmente la llevó a entrar a la casa, donde, según confiesa, “me dejaron ser yo”.
Desde su salida, Katia no dejó de moverse. Lo primero que hizo fue regalarle a su hija un iPhone conseguido gracias a su esfuerzo. Ahora, sueña con varios proyectos luego de su paso por la pantalla chica. “Quiero asegurarme una fuente de trabajo”, afirma a este medio. Y aunque ya tiene una gran repercusión en los medios, su foco sigue puesto en lo más importante: su hija. Directa, frontal y sin pelos en la lengua, La Tana dejó su huella. Y, según adelanta, todavía tiene mucho más para mostrar.

–¿Cómo estás viviendo estos días después de haber salido de la casa de Gran Hermano?
–Muy revolucionada. Me encontré con un montón de cosas que no pensé que iban a ser tan así: gente que me sigue, que me apoya, y mi familia, que ahora está más unida que nunca. Todo fue una un gran cambio, ni yo me lo imaginé.
–¿Superó tus expectativas tu paso por el certamen?
–Sí. Jamás pensé que iba a estar cinco meses ahí adentro. Yo no me daba ni dos pesos, y estuve un montón. Fue difícil, pero también lindo. Me llevo una experiencia personal que me transformó. Esa casa me mostró muchas cosas de mí que no conocía. Salí diferente.

–¿Te costó adaptarte al encierro y la convivencia?
–Muchísimo. Al principio estuve como tres meses sola, y hubo muchas veces que me quería ir. Pero la gente me bancaba, me votaba, y yo decía: “algo debo estar haciendo bien”. Al principio, la casa sacó lo peor de mí, y después decidí mostrar mi lado más humano. No como una estrategia de juego, sino para que conozcan quién soy, como mamá, como persona.
–¿Entraste con alguna estrategia pensada?
–La verdad que no. Entré siendo yo. Sabía que soy muy quejosa y crítica, y dije: “seguro eso me va a jugar en contra”. Y sí, generaba quilombo, desestabilizaba. Pero fui auténtica.
–¿Qué fue lo más complicado de convivir con tantas personas y expuestas a las cámaras?
–Lo que más me costó fue el tema del sueño. Sufro de insomnio, y ahí adentro se me potenció mal. Entre las luces, los ruidos, dormíamos menos… También los problemas de salud que ya tenía se agravaron. Todo se potencia ahí adentro, lo bueno y lo malo. Y muchos lo usaban en mi contra, decían que era falso, que hacía la víctima, pero todo era verdad. Nunca mentí.
–¿Pudiste mejorar tu salud después de salir?
–Sigo igual, pero como estoy con muchas cosas, trato de dormirme un poco antes. En vez de a las seis, me duermo a las cuatro, me levanto a las diez y arranco. Estoy agotada, pero también me ayuda a acomodar el cuerpo.
–¿Por qué decidiste entrar a Gran Hermano?
–Porque era mi sueño estar en los medios, pero sobre todo porque quería darle una mejor vida a mi hija. Ese fue siempre mi propósito. Mostrar que se puede salir adelante, que los sueños se cumplen.
–Para entrar al certamen, ¿cuántas veces audicionaste?
–Dos veces. En la anterior no quedé. En esta me dejaron entrar con mi moto, fue una locura. Nunca se vio algo así. Me dejaron ser yo, mostrar a la piba humilde de barrio. Fue todo.

–¿Cómo era tu vida antes del programa?
–Hacía de todo: delivery, vendía medias, cortaba el pelo, tatuaba. Me la rebuscaba sola. Y gracias a Gran Hermano, mi familia se unió. Yo era muy rebelde, hasta adentro me costaba obedecer. Pero hice las paces conmigo misma. Empecé a aceptarme, a sacarme la mochila. Sentí que me merecía un poco de gloria.
–¿Y la relación con tu hija?
–Es una relación hermosa. Ella es tranquila, perfil bajo, odia las redes. Me apoyó siempre y me bancó desde afuera. Apenas salí de la casa, le regalé un iPhone que me dieron. Yo no tengo uno, pero se lo di porque es lo mínimo que se merece.
–¿Y con quién estuvo mientras vos estabas en la casa?
–Con mi viejo y su familia. La cuidaron, le compraron cama, ropa, la ayudaron a rendir materias. Se formó un vínculo re fuerte. Pero también sufrían al verme mal desde afuera. Me defendían de cualquier crítica.
–¿Criaste sola a tu hija?
–Sí, desde que tiene siete años. Sola en lo económico, en todo. Nunca me ayudó ni su papá, ni mi familia. Pero en Gran Hermano, por primera vez, sentí que me cuidaban. Mi familia se unió. Sentí que les devolví un poco todo lo que les hice pasar cuando era adolescente.

–¿Sentiste que hubo prejuicios por ser una mamá dentro en un reality?
–Obvio. Siempre está el que dice “dejaste a tu hija”, como si no pudiéramos tener vida propia. Pero yo estuve ahí por ella. Para mejorarle la vida y me lo repetía cada vez que dudaba.
–¿Tuviste cruces por ese tema?
–Sí, con Selva. Me trató de vaga. Que su amiga se levantaba a las siete y yo no. Pero ella es ama de casa, vive con su marido. Yo hago de madre y padre. Eso me dolió. Hoy está todo bien, pero eso no se olvida. Mi hija es sagrada.
–¿Te gustaría volver en la edición dorada o en otro reality?
–Sí, entraría más canchera, mostrando otra faceta. También me gustaría probar con el canto, con actuar. Tengo ganas de todo.
–Hace poco se supo que participaste como extra en la serie En el barro. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Eso lo hice el año pasado, antes de Gran Hermano. Fue una experiencia muy buena, estuve una temporada haciendo de extra. Me gustó mucho, y creo que me fue bastante bien con lo que hice. Me encantaría seguir actuando, es algo que siempre me gustó. Ojalá que lo del reality y lo de esta serie me abran más puertas. Porque la verdad, yo me veo como actriz. Además, también quiero empezar clases de canto.
–¿Qué sigue para vos luego de tu paso por la casa más famosa del país?
–Mudanza, stream, rearmar mi banda, seguir con las redes, actuar, abrir una barbería. Porque esto no dura para siempre, y yo quiero tener mi independencia.
Con la mochila un poco más liviana, pero los sueños intactos, Katia avanza. Ya no es solo “La Tana de La Matanza”, esa que entró en moto al reality más visto del país. Ahora es una mujer que transformó su historia en impulso, que convirtió las críticas en motivación y el dolor en motor. Sabe de dónde viene, tiene claro a dónde quiere llegar. Y si algo dejó en claro en la casa, es que no hay prejuicio que le impida acelerar.
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