Martín Bossi: “Hoy, a los 50 años, yo actúo para mi vieja”

El popular actor se anima al juego de Mi Cielo con Mariano Iúdica, en un viaje que lo remonta a repasar su infancia, cuando tuvo que “crecer de golpe” a los 17 años y convertirse en el sostén de su familia a partir de la muerte de su padre

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Mi cielo - Martín Bossi

Martín Bossi es un animal de la actuación. Un camaleón que pasa de transformarse en Mauricio Macri bajo el ala de Marcelo Tinelli a esa Lola de Kinky Boots, trasladando el éxito de Broadway a nuestro teatro Astral. Sin embargo, en sus sueños adolescentes, hasta la pérdida de su padre cuando él tenía 17 años, el sueño era tenístico. Llegar lejos en el tenis, eso aspiraba empuñando una Prince Woody. Hasta que, como él recuerda en esta charla/juego, “el arte me vino a buscar...”

Desde su debut en Vale la pena (Telefe), en 2002, hasta hoy, donde brilla en La cena de los tontos, junto a Mike Amigorena y Laurita Fernández, se convirtió en uno de esos personajes tan populares que ya son parte de la familia. ShowMatch, La niñera, Gran Cuñado, Los Roldan, sus shows musicales en calle Corrientes, su Justina en el filme Viudas y podrían seguir las firmas y los proyectos. Todos con un común denominador: el éxito.

La persona detrás del personaje es la que hoy se anima al juego de la entrevista en Mi Cielo. Pero antes de la charla, un dato fundamental en la biografía de Bossi: futbolero y un pibe del Sur, cómo no, es fana del Club Atlético Los Andes.

Aquí, las partes más interesantes de la entrevista:

"Me jode cuando a veces
"Me jode cuando a veces me dicen 'Nunca asumís la responsabilidad de formar una familia' ¡Cómo! A los 17 años me hice cargo de mamá, una mujer de 42, y mi hermana de 14. O sea, Mariano, ¡tuve que alimentar a mi familia dando clases de tenis!" (Foto: Diego Barbatto)

Martín: —Hola, ¿qué es esto? ¿Dónde estoy?

Mariano: —Hola, Martín. Este es el cielo, tu cielo. Acá te hacemos la VTA, Verificación Técnica Asistencial, no confundir con la habitual VTV. Vas a tener el on demand, un minuto a minuto de la creación del universo hasta hoy. ¿Qué te gustaría ver?

Martín: —Cuando matan al primer rebelde: Jesús, el primer tipo que habló de libertad. Tengo sospechas de por qué lo matan. Lo matan por hablar de libertad, por hablarle de amor a las personas. El murió por nosotros. Quiero ver ese momento. Ver qué fue lo que enervó a los Walking Dead, que siguen siendo los mismos... Los que hablan de libertad y de amor son castigados. El amor no conviene, la libertad no conviene porque el que está feliz no consume. Y el gran negocio es que consumamos. Entonces sí, me gustaría ir al comienzo de todo y ver al Flaco, el Barba que le dicen. El que quiso abrirle los ojos a la gente y le dijeron “No, por acá no”. Sólo que ahora la cruz es la tecnológica...

Mariano: —¿Cómo es eso?

Martín: —Claro, ahora te cancelan cibernéticamente, ¿no? Antes te apedreaban o te empalaban, ahora te cancelan.

Mariano: —También vas a poder vivir una escena familiar, la que vos quieras...

Martín: —Me voy a mis nueve años, ponele. Estoy en casa -Colombres y Frías- con mi papá Jorge, mi hermana Andrea... El café con leche de mi mamá con el pan con manteca de mi papá. Después tocaba salir al patio que nos dividía con las casas de mis abuelos; lo veo a mi abuelo en chancletas, con medias, camiseta blanca, escuchando Radio Colonia o la previa de José María Muñoz (era hincha de Racing). Sentir el olor al manisero de la cancha de Los Andes (vivíamos a cuatro cuadras). Y por ahí estabas hablando con tu abuelo y -se lleva las manos a la boca, cambia la voz a modo megáfono y dice- “Hay sándia calaaaaaaaaaaada!” Por ahí también está mi abuela Nelly haciendo buñuelos...

Mariano: —¿Y no extrañás...? los abrazos, besos, ese tipo de cariño?

Martín: —...extraño es el perfume de mi abuela. Y la colonia Colbert de mi papá también. Cuando se afeitaba, se cortaba un poco y se tiraba la Colbert en la cara. Y otra cosa extraño: el bolso de tenis Rexona; ¡el olor a desodorante y toalla usada que tenía ese bolso!, estaba medio roto, ¡un desastre!

Mariano: —No, te preguntaba si no extrañás sus abrazos, besos...

Martín: —No, mi papá no me daba abrazos. Al contrario, era muy seco.

Mariano: —Tu viejo se fue joven, ¿no?

Martín: —Sí, 47 años tenía, un nene.

Mariano: —¡Epa! ¿Por qué tan joven?

Martín: —Cáncer de páncreas. No me olvido más: estábamos jugando al tenis y de pronto lo vi amarillo. Me iba ganando 5-3. Fue el último set que jugué con él... Pasó que él me había comprado la raqueta Prince Woody...

Mariano: —¡Claro, la que usaba Sabatini!

Martín: —Exacto, Gaby y también Jaite. De madera, hermosa. ¡Yo hasta las lustraba con Blem! Cuestión que estábamos jugando, mi papá me cargó y yo me enojé y le tiré la raqueta. Me dice “¡Vos estás loco! ¡Con lo que me rompo el orto laburando para que juegues al tenis!“. Vamos al vestuario. Nos duchamos, yo con la cabeza baja por la que me había mandado. Y de pronto lo miro y le digo: ”Che, pa, vos estás amarillo". “¡Te voy a dar amarillo! ¡Me rompiste la raqueta, te voy a matar!" Después, en casa, le digo a mi mamá: “Che, ¡papá está amarillo!“ Y ella: ”Uy, será hepatitis". Al otro día yo me iba de viaje de egresados. Cuando vengo, mamá me dice “Lo operan a tu papá, tiene unas piedritas en la vesícula”.

Mariano: —¡Guau, qué historia!

Martín: —Ella cuenta que el doctor Skolnik, cuando le dan los resultados del estudio de mi papá, le dice “¿Te podés venir sola al consultorio?” Mi papá la lleva, la deja en lo de Skolnik -esto me lo contó hace poco- y le dijo “¿Cuántos años tenés?" “Yo, 42, Martincito tiene 17 y la Andrea 14″. “Bueno, vas a tener que ser fuerte. Jorge tiene cáncer de páncreas. No hay vuelta”. ¡Imagínate! Esa mujer se sube a la camioneta y mi papá pregunta: “Y, ¿qué tengo?" “Nada, Jorge... Dice que es una pancreatitis”. Tres cuadras después, en un semáforo, él desconfía: “¿No tendré la papa, no?“ (En esa época, al cáncer se le decía así: la papa). En marzo cayó en cama y en agosto muere, pero muere como un campeón.

Mariano: —Sí, pero qué heavy para tu mamá mamá...

Martín: —Poco antes de partir habíamos tenido una charla. Me mira y me dice “Acordate, no hagas boludeces imitando cancioncitas. No le des disgustos a mamá. Sé un tipo serio”.

Mariano: —Te acordás de todo...

Martín: —Todo. Me acuerdo que después del velorio salí a correr y pensaba: tengo mi familia a cargo. Por eso, me jode cuando a veces me dicen “Nunca asumís la responsabilidad de formar una familia” ¡Cómo! A los 17 años me hice cargo de una mujer de 42 y de una hija de 14. O sea, Mariano, ¡tuve que alimentar a mi familia dando clases de tenis! ¡Yo no sabía ni subir a una escalera para cambiar una lamparita! Supongo que es sentido de supervivencia, hacerme cargo de mamá, una nena de 14 y aledaños...

Mariano: —¿Perdón?

Martín: —Sí, es que mi papá era el Perón de la familia. ¡Éramos como 80 y encima yo era el más inútil! Hasta que un día, bueno, empieza la historia que es más conocida. Me dije: lo único que me salva a mí es el arte. Porque, ojo, yo no busqué la actuación, el arte me vino a buscar a mí.

Mariano: —Pero qué mochila pesada para esa edad, ¿no?

Martín: —Muy. De hecho, yo tengo tatuada la firma de mi papá acá (muestra el brazo). Esta es la firma de mi viejo y esta es la ciudad donde nació. Porque, ¿qué pasó después? Empiezo a revisar el pasado de mi papá y descubro que, antes del cáncer, a los 38, comenzó como un Parkinson. Por eso cuando estaba en público transpiraba, temblaba de los nervios. Me acuerdo que me decía: “Che, ¿vos actuaste en el acto de la escuela?" Sí. “¿Y cómo hiciste? ¿No tenés problemas en estar frente al público?“ No, papá. ”¡Este pibe es un marciano, no es mi hijo!“, decía, ¿entendés? Jugaba muy bien al tenis. Y cuando ganaba, estaba aterrado a la hora de los premios: lo levantaba y se iba. De hecho, esta firma tatuada, es la única firma suya; es la firma cuando ingresa al país, si no mi mamá firmaba por él.

"Yo creo que una expresión
"Yo creo que una expresión artística es el gol de Maradona contra los ingleses. Para mí es una expresión artística de belleza, poder ver como un ser humano puede galopar en un campo como un caballo. Con smog, con 35 grados de calor a las 12 del mediodía. Y yo ahí, mirando los gajos de la pelota, sintiendo su respiración, mirando de cerca sus piernas, y ya que estamos, los latidos de su corazón". (Foto: Diego Barbatto)

Mariano: —¡Qué loco! El con ese miedo y vos haciendo espectáculos para 5000 personas...

Martín: —Es mi forma de hacer catarsis. Mirá qué rebeldía y qué acto de amor: me tatué su firma para que recorra todos los escenarios. De hecho, ahora mismo, en esta nota, lo están escuchando millones de personas. Para mí es como una forma de revancha, poder decir “Ves, no solo lo hice yo, también lo estás haciendo vos. Tu firma”.

Mariano: —Te saco de la cuestión familiar y te llevo más hacia el mundo del arte. Ahora la idea es que puedas apretar play y estar donde te gustaría estar...

Martín: —Y, yo creo que una expresión artística es el gol de Maradona contra los ingleses. Para mí es una expresión artística de belleza, poder ver como un ser humano puede galopar en un campo como un caballo. Con smog, con 35 grados de calor a las 12 del mediodía. Y yo ahí, mirando los gajos de la pelota, sintiendo su respiración, mirando de cerca sus piernas, y ya que estamos, los latidos de su corazón.

Mariano: —Seguí, seguí...

Martín: —Poderle ver, incluso, las caras de esas 80 mil personas, cómo se iba transformando su rostro a medida de que este tipo, con su pincel, estaba dibujando algo que no va a haber nada igual por más que ganemos 100 mundiales. Nunca más nada igual. Con esa expresión artística se detuvo el mundo. Ahí quiero estar.

Mariano: —Hermoso, me encanta. Uno de los regalos ni bien entras acá es que vas a poder sacarle el dolor para siempre a la persona que vos elijas con un simple chasquido de dedos.

Martín: —¿A una persona?

Mariano: —Una.

Martina: —Y, tengo que ir a mi vieja, sacarle el dolor de la pérdida de mi viejo, de su hermana, de su cuñado, de todo lo que perdió. De hecho, hoy, a los 50, yo actúo para mi vieja. A veces me pregunto -porque mamá tiene 74 años-, “Che, el día que no esté mi vieja, ¿para quién actúo? Yo sé que mucha gente -por ahora, gracias a Dios- me quiere. Y yo estoy para ellos. Pero en realidad, la verdad, la verdusqui, verdusqui, es que yo me di cuenta que subo al escenario para ella. Entonces yo, mediante todas las morisquetas que hice en mi vida, traté de sacarle ese dolor.

Mariano: —Y ahora, otro regalo. Vas a tener la posibilidad de bajar a uno -digamos un par de horas- de los que tenés acá adentro.

Martín: —¡Mi abuelo Eduardo!

Mariano: —¿Por qué te cambia la cara?

"Mi papá era el Perón
"Mi papá era el Perón de la familia. ¡Éramos como 80 y encima yo era el más inútil! Hasta que un día, bueno, empieza la historia que es más conocida. Me dije: lo único que me salva a mí es el arte. porque, ojo, yo no busqué la actuación, el arte me vino a buscar a mí". (Foto: Diego Barbatto)

Martín: —¡Porque era un bardo! Fue el primero que me hizo conocer un circo. Le gustaba tomar; se curó cuando nací yo. Hincha de Racing, amante del tango. Le diría, “Eduardo, venga...”

Mariano: —No lo tuteabas.

Martín: —Nooooo. “Eduardo, venga, escuche. ¿Vio que usted me hacía escuchar Cambalache, de Discépolo? Bueno, se quedó corto. ¡Nos pusieron el celular y nos cagaron la vida! ¡Caímos en la trampa! ¡Tenías razón! Como cantaba Miguel Abuelo en Buen día, día, “Este mundo era ya una loquería”. Le diría: “¿Te acuerdas que antes le sacábamos fotos a las Cataratas del Iguazú?" Bueno, ¡ahora se le saca a las comidas! “¿Te acuerdas que me retabas por sacar la lengua?" ¡Ahora todos sacan la lengua! “¿Es joda esto?" No, abuelo. Estás viviendo no en La Era del Hielo sino en La era de la estupidez. Todo eso le diría, y después lo sentaría en la platea para que vea lo que estoy haciendo ahora (La cena de los tontos). Se reiría mucho y después le diría “Andá tranquilo y avisale al viejo”.

Mariano: —Y él le diría: “No sabés cómo te la puso el nene. ¡El nene es artista, giiiiiiiiil!

Martín: —Total. Y ahora anda y decile a todos los familiares que no confiaban en mí: ¡que la chupen!

Mariano: —¡Qué remate! Ahora sí, bajá en paz.

Fotos: Diego Barbatto

Producción texto: César Litvak