Fernando Sily, o sea Coco, es un “pibe” de 62 años de Villa Domínico que llegó lejos. Pasan los años y él hace escuela con La Cátedra del Macho en teatro. A lo largo de su carrera trabajó junto a Tato Bores, Guillermo Francella, Antonio Gasalla o Carlín Calvo... Pero si hay que mencionar a un socio creativo y a un “hermano más que amigo”, inevitablemente surge el nombre del cordobés Daniel Aráoz, con quien abordó la obra del Negro Fontanarrosa o nos daban el beso de las buenas noches cerrando la programación de la TV Pública.
Invitado al juego de Mi Cielo, a la hora del autorretrato hacia el final de la charla, Coco se mostrará tranquilo y orgulloso, entre otras cosas, “porque hice reír”.
Aquí, los momentos más destacados de la entrevista:

Coco: —Perdón, permiso. Me sucedió lo siguiente: me llega este sobre que no dice nada. Es curioso. Lo abro y aparezco acá, en las nubes.
Mariano: —Tranquilo, no es nada. Esto sería como la VTV, pero acá se llama la VTA: verificación técnica asistencial del alma. Así que bienvenido a este limbo, este espacio del Edén. Es un paréntesis atemporal. Una frontera invisible del más allá. Así que por favor, no te asustes. Acá vas a estar en paz. Acabas de tener un upgrade existencial. Esto es una upgrade asistencial.
Coco: —Exactamente. Voy entendiendo.
Mariano: —Bueno. Veo que 840.350 personas vieron La cátedra del macho.
Coco: —Sí.
Mariano: —En los últimos quince días dijiste ciento veinticuatro veces “Estoy muy enamorado”.
Coco: —Sí.
Mariano: —Tu hijo usó cincuenta y dos veces la casa como telo sin tu consentimiento.
Coco: —Ah, esa no la sabía.
Mariano: —Pero acá se sabe todo. Ahora un veloz ping-pong. ¿Un sueño frustrado de la infancia?.
Coco: —¿Sabés lo que me hubiese gustado ser? Basurero.
Mariano: —¿En serio?
Coco: —Sí, cuando era chico me preguntaban “¿de qué querés trabajar? Y yo decía basurero.
Mariano: —¿Satisfecho o no con tiempos de felicidad?
Coco: —Satisfecho.

Mariano: —¿Momentos con familia?
Coco: —Insatisfecho.
Mariano: —¿Por qué?
Coco: —Porque me hubiese gustado estar mucho más tiempo con mis hijos, de los que me siento muy orgulloso.
Mariano: —Bueno, ahora viene el viaje sensorial, la grey asistencial. Escúchame, ¿con qué tema entrarías? Como suele hacerse en casamientos, cumpleaños de 15...
Coco: —“Ruta 66″, de Pappo.
Mariano: —Leo que siempre tuviste curiosidad por temas como la vida eterna, no?
Coco: —Sí, yo soy un depresivo nostálgico. Pero mi dolor tiene que ver con lo existencial. Siempre estoy preguntándome ¿qué pasará después? ¿A dónde vamos?
Mariano: —Un momento de tu vida que quisieras volver a ver. Vas a poder poner play y va a suceder tal cual, con olores, con música, con un abrazo, con la voz. Lo vas a poder volver a vivir tal cual.
Coco: —Es difícil porque hay tantos. Pero, te digo, el primero que se me vino a la cabeza es de cuando caminábamos desde la casa que alquilaba mi viejo y mi vieja en Atlántida (Uruguay). Me acuerdo que ir a la laya -quedaba a tres cuadras- era prácticamente como si nos mudáramos a vivir seis meses. Llevábamos setenta heladeritas, como doscientas sombrillas, la banqueta para mi tío, otra para mi tía.

Mariano: —De eso se trata el ejercicio.
Coco: —Pero pensándolo desde ahora, también siento que yo pasaba muy poco tiempo con mi viejo. El viejo laburaba muchas horas, y durante muchos años tenía que laburar en Uruguay, hasta seis meses.
Mariano: —¿Qué hacía tu papá?
Coco: —Mi papá laburaba en una empresa de importación y exportación de acero. Entonces tenía una oficina en el puerto de Uruguay y él se iba, se quedaba mucho tiempo allá. No tengo mucho contacto con mi papá, ni recuerdo muchos abrazos, aunque es cierto que no se acostumbraba.
Mariano: —¿Qué verdad con respecto a tu propia historia te gustaría conocer?
Coco: —Es una pregunta difícil. Yo le vivo diciendo a mis hijos: “Pregunten todo el tiempo... porque cuando nos vamos”. A mí me quedaron muchas preguntas por hacer... Mi hermano me lleva nueve años. Nosotros no éramos una familia de guita, todo lo contrario, éramos más vale pobres. Me encantaría estar en el momento en que mi papá y mi mamá decidieron, ya con un hijo de nueve años, tenerme: ¿por qué? ¿Cuál fue...
Mariano: —...su motivación?
Coco: —Exacto. La motivación. Mi mamá laburaba doce horas, se iba a las seis de la mañana y volvía a las seis de la tarde. Mi papá se iba a las ocho y volvía ocho de la noche. ¿Por qué quisieron tenerme? Nunca se lo pregunté. Nunca. Aunque sí sé esto: vos sabés que yo nací porque mi mamá le preguntó a Elvira, una vecina -que terminó siendo como una abuela, mi ángel de la guarda-, le dijo: “Si yo quedo embarazada, ¿vos me ayudás a criarlo?“ Y Elvira, una señora que vivía en una casa de chapa, con paredes de cartón de verdad (¡pero de cartón en serio, eh!) le dijo: “Sí, Coca, yo te ayudo”. Si esa señora -que después fue mi madrina y mi abuela, y después toda su familia fue mi familia-, si esa señora le decía “No puedo, Coca”, entonces yo nacía.
Mariano: —Estás usando el on demand sobre la humanidad. ¿Qué video pondrías?
Coco: —Yo soy muy fanático de imaginar. Yo, en el lugar donde más feliz viviría, sería en la Enterprise, la nave de Viaje a las Estrellas. Esa cosa de ir más allá. Me intriga mucho el futuro. Pero también el pasado: me gustaría ver el momento en el Luna Park cuando Perón la miró a Evita o Evita lo miró a Perón. ¿Cómo fue ese encuentro? O sea, poder presenciar momentos históricos de la Argentina.
Mariano: —¿Y si tuvieras la posibilidad de sacarle instantáneamente un dolor a una persona que vos elijas?
Coco: —Bueno, ahora que está presente el tema, me gustaría poder ir al Garrahan y agarrar algún enano o enana de los que están ahí peleando por su vida y poder regalarle una oportunidad. Si pudiera le sacaría ese dolor.

Mariano: —Y si te piden que describas lo que vas a dejar, tu legado...
Coco: —Bueno, creo haber sido buen padre, buen amigo, buena gente. ¿Errores? Seguramente. Pero siempre traté de ser mejor persona de lo que fui. Me quiero ir con la sensación de que pude ayudar a alguien. Que hice reír. Ahora, en el tobogán de la vida -tengo 61, no 100- me encantaría poder dedicarme un poco más a estar atento a ver qué le puedo dar al otro. Porque eso vuelve, ojo, es como una trompada de amor que te vuelve. Soy amoroso, pero me gustaría serlo más.
Mariano: —Bueno, y ahora para terminar, estamos jugando que estás acá arriba, en mi cielo, y vas a poder bajar a la tierra a alguien muy querido, aunque sea por 10 minutos, ¿a quién elegís?
Coco: —A mi mamá, para hablar todo lo que no hablamos. Algo que no me pasa con mi viejo, que antes de morir me miró como diciendo “Quédate tranquilo, me voy recontra en paz”.
Mariano: —Bueno, Coco, cumpliste perfectamente bien la verificación técnica. Tu alma está asistida. Vas a poder volver.
Fotos: Diego Barbatto
Producción texto: César Litvak
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