
Gianinna Maradona volvió a abrir las puertas de su mundo íntimo para dejar entrar recuerdos y emociones que no se apagan con el paso del tiempo. El nombre de su abuelo Roque Nicolás Coco Villafañe funciona como refugio cuando la tristeza y la impotencia la atraviesan, incluso después de tantos años de su partida. Una luna llena en el cielo bastó para que la hija de Claudia Villafañe y Diego Maradona compartiera su sentir en redes sociales: “Coco de mi vida. Te extraño todos los días”. Una frase corta, directa, que contiene todo el amor y la nostalgia.
En el mismo posteo mostró una foto que guarda como tesoro. Está Coco, rodeado por Claudia, Diego, Dalma y Benjamín, cuando el hijo de Gianinna aún era un bebé. Esa imagen encierra para ella una parte fundamental de su historia afectiva: “El regalo más hermoso que guardo en el alma. Gracias por el amor infinito e incondicional”. No hacen falta grandes discursos cuando los recuerdos duelen y abrazan al mismo tiempo. El abuelo Coco representó mucho más que la figura tradicional. Fue sostén, guía y compañero de aventuras para sus nietas. Su presencia marcó a fuego los momentos importantes de la familia. Aun después de su muerte, se queda al lado y en el corazón de quienes lo conocieron de cerca.

Gianinna también recuerda a Pochi, la abuela que no se perdió ningún acto de colegio, la que le enseñó a coser, la que supo transmitir esas cosas simples que se quedan para siempre. Esos pequeños gestos que hacen los abuelos y que los nietos no dejan de atesorar. Entre ambos, Coco y Pochi, lograron crear una red de amor y contención para Dalma y para Gianinna. “Me enseñaste a no rendirme nunca, a ponerle el lomo a lo que venga”, escribió una vez, convencida de que lo construido en la infancia permanece inalterable aunque la realidad cambie.
El tiempo pasa y las palabras escritas toman un valor distinto. Hace algunos años, Gianinna eligió una foto retro junto al mar para despedir al abuelo como solo puede hacerse desde la sinceridad: “Me guardo lo que me enseñaste, lo que fuiste y sos en mi vida”. Si bien los días le pesan, las anécdotas y los consejos de Coco se mantienen vivos. “Llegué y vos me dijiste que ‘me estabas esperando’, no creía que fuese tan literal, sin embargo así lo decidiste. Nos abrazamos, nos dijimos una vez más cuanto nos queríamos. No sabía que era la última noche que nos lo íbamos a decir”. La hija menor de Claudia revive aquel último encuentro, el abrazo, los “te quiero” repartidos en la casa del abuelo, sin prever que sería la despedida definitiva.

La distancia nunca resultó un obstáculo. Gianinna, que vivió en Madrid junto a Sergio Agüero, siempre mantuvo el vínculo a resguardo. “Te llevaste una partecita de mí, como yo me llevé una partecita de vos cuando vivía lejos tuyo”, confiesa. A veces lo sueña, otras lo siente en alguna melodía o aroma que le trae algún fragmento de su voz. “Me encantaría preguntarte mil cosas, saber si lo que hago está bien o está mal. Benja te recuerda como si hubieses partido ayer y eso lo agradezco cada día de mi vida. Te extraño, es inevitable. Amo que nos disfrutaste, nos disfrutamos y eso es lo que me hace llorar y reírme a la vez”. Las palabras brotan sin filtro, entre el dolor y la gratitud. Gianinna cierra el mensaje con un código interno cargado de ternura, ese juego de palabras que sólo entendían ellas y su abuelo: “¡Aguarísneyyyyyyy coquito querido! ¡Te amo profundamente!”.
El homenaje no quedó solo en ella. Claudia Villafañe, que elige casi siempre la discreción en temas personales, se sumó al sentimiento: “Te amo Gianinna, yo también lo extraño mucho, cuando voy a algún lugar donde él estuvo lo recuerdan con mucho cariño y me cuentan anécdotas compartidas. Sé que nos cuida a todas desde donde esté. Gracias pá por tanto aprendizaje, ya nos volveremos a encontrar. ¡Apuchimayyyyy Coquito querido!”.

Los mensajes recorrieron las redes, inundaron de recuerdos y generaron cientos de comentarios. Quienes leyeron las palabras de Gianinna coincidieron en lo mismo: la ternura y la importancia que tienen los abuelos en la vida de todos, la huella que dejan aún cuando ya no están. Basta una luna llena o una foto antigua para que los sentimientos hablen, trayendo al presente todo ese cariño que sigue intacto.
Después de meses difíciles para Gianinna, marcados por el dolor ya conocido y las heridas reabiertas por las instancias judiciales tras la muerte de Diego, la joven vuelve a encontrar sostén en el recuerdo. Las figuras de Coco y Pochi, los abuelos que acompañaron su infancia, reaparecen como abrigo. El alivio no viene de la justicia, sino de las certezas profundas que le deja el amor, las enseñanzas y el consuelo de lo vivido. Entre fotos, cartas y palabras sinceras, se cuela una certeza: los lazos familiares, cuando son verdaderos, permanecen siempre.
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