
El título de esta nota podría haber sido Paula Morales estrena una obra de teatro, no importa cuando leas esto. Haciendo gala de un espíritu inquieto y explorando al máximo los márgenes ilimitados del oficio, la actriz encara uno de los papeles más complejos de su carrera en un momento de plenitud personal y profesional. En Cartas de un amor inolvidable se embarca en un viaje en el tiempo para traer al presente, de manera casi arqueológica, una forma de comunicación en desuso.
La obra, escrita y coprotagonizada por Marcelo Galliano con dirección de Rodolfo Hoppe, pone al romanticismo en primer plano, a partir de una práctica que ya no existe. Un ida y vuelta epistolar, que acompaña a los personajes desde su adolescencia, con el disparador de una carta escondida en un pupitre, hasta la adultez mayor, con todo lo que pasa en el medio. Ella viaja a Europa, donde triunfa como escritora, y él se queda en Buenos Aires, tratando de rehacer su vida, sumergido en el alcohol y en los demonios. Y a pesar de formar una familia y de tener el reconocimiento internacional con sus libros, ella nunca puede olvidarse de él. Al fin y al cabo, en algo coinciden: no pueden continuar con la vida sin el otro.
Cuando el productor Emmanuel Patalano, sobrino del recordado Lino, le alcanzó el guion, Paula estaba, como siempre, con muchos proyectos dando vueltas. Pero se comprometió a echarle un vistazo y cuando se sumergió a la lectura, sintió enseguida que le pasaba algo fuerte: “Pasé por todos los estados: el llanto, la angustia, la emoción. Y también me reí”, admite la protagonista en charla con Teleshow. Y al finalizarlo, supo que iba a acepar el reto.

Con estreno este 7 de mayo y funciones todos los miércoles a las 20.30 en Teatro Multiescena (Corrientes 1764), el equipo se enfrenta al desafío de traer al presente diferentes aspectos del libreto. “Es un duelo literario, con un lenguaje muy poético y muy hermoso, con mucha metáfora. Y no quisimos hacer algo recitado, queríamos actuarlo, entonces enfrentamos también el desafío de trasladar ese lenguaje poético al escenario”, explica.
Con una pasión que brota en cada una de sus palabras, Paula repasa con Teleshow el trasfondo de esta obra y también el de una vida que la encuentra en movimiento constante. La ventana a la popularidad con el éxito de Los Roldán, la relación de más de 10 años con Fabián Vena, cómo acompañan los deseos cada vez más fuertes de su hijo Valentino de ser actor y el derecho a la intimidad como un aspecto innegociable.
—Pienso que además de los desafíos respecto al argumento, hay un trabajo especial en cuanto a la caracterización de vestuario, maquillaje, escenografía... ¿Te había pasado de interpretar a un personaje tan mayor?
—No, es la primera vez. Tenemos nueve cambios de vestuario para ir mostrando las distintas épocas. Es una historia de amor, de desamor, de reproches, de celos, de posesión. Y no es lo mismo componer a una adolescente de 16 años, que se enamora por primera vez con toda la vida por delante, que a una mujer de casi 80, con todo lo que le va pasando en el medio: el éxito profesional, las amarguras personales, y los sentimientos encontrados.
—Aparte de adaptar el lenguaje y la época, hay que adaptar una forma de comunicación que ya no existe. Esto de escribir una carta, ir al correo, mandarla y no saber cuándo va a llegar.
—Sí, yo charlaba con Benicio, mi hijo más grande, que tiene 19 años, y no entiende esto de tener que comunicarse a través de una carta y que no haya otra forma de hacerlo. Para los personajes es la única manera posible, porque si bien llegamos casi hasta el presente, ellos siguen comunicándose a través de cartas. Ya es parte de su vida y, además, una especie de duelo intelectual. Porque ella en un momento le dice: “Ah, me olvidaba. Escribís bien, casi tan bien como yo”. Es realmente muy poética la obra, pero no es tediosa, es dinámica, muy cercana y con momentos de humor incluso.

—En esta época estamos más expuestos y hay mucho menos misterio. ¿Hay menos romanticismo?
—Yo creo que depende mucho de cada persona. Por ejemplo, veo a mi hijo y él con su novia es un romántico. En cambio, hay otras personas que nunca lo fueron, ni antes ni ahora.
—¿Y con Fabián son de escribirse cartas?
—Alguna que otra, pero para momentos especiales. O al principio nos dejábamos la cartita en la almohada (risas). Pero ya no tanto.
—Respecto a la exposición, da la sensación de que muestran su intimidad hasta donde quieren, por más que son dos personas públicas. ¿Se trabaja eso?
—En nuestro caso se da muy naturalmente, y no es algo que tengamos que consensuar porque los dos siempre nos hemos manejado más o menos de la misma forma. Fabián es incluso mucho más reservado con su vida familiar y personal y solo usa las redes para su trabajo. Yo a veces pongo fotos con los chicos, pero nunca la intimidad propiamente dicha.
—¿Y con los hijos? Valentino ya tiene 10 años, dio algunos pasos en la actuación. Vos también de alguna manera lo viviste de chica como hija de Víctor Hugo, aunque era una época menos expuesta justamente. ¿Cómo manejan esa exposición y cómo la manejaste vos?
—Para mí siempre fue algo muy normal, porque mi papá es conocido desde que tengo uso de razón. Crecí con eso, y como teníamos un perfil muy bajo, la gente no nos reconocía a nosotros, solo a papá. Y Valentino creció viniendo con nosotros a las giras, entrando a los camarines, quedándose al costadito del escenario cuando nosotros actuábamos, aprendiéndose la letra de nuestras obras. Mamó todo eso desde muy chiquitito, y cuando lo llamaron para actuar en Yo nena yo princesa, le preguntamos si quería hacerlo y dijo que sí.
—¿Qué consejos le dieron? Un poco como padres y otro como actores.
—Nosotros le explicábamos también el lado b de esto, que hay mucho trabajo detrás de cada película, horas de grabación, horas de espera, que si empezaba a filmar ya no podía arrepentirse. Y él aun así quería hacerlo. Para nosotros era importante que no fuera una experiencia traumática, que él pudiera tomarlo con esta responsabilidad de que no deja de ser un trabajo, pero también aprovecharlo como un juego. Y fue hermoso, de hecho, al día siguiente de terminar el rodaje, lloraba porque extrañaba a sus compañeros.

—¿Vos querías que lo hiciera? ¿Te gustaría que siguiera tus pasos y los de Fabián?
—Yo tenía muchas dudas. Por un lado, quería que lo hiciera porque lo veía entusiasmado, pero, por otro, sé lo que es estar en un rodaje. A mí me fascina, pero para un niño capaz que no es el mejor lugar. Yo tengo la idea de que los chicos tienen que ocuparse de ir a la escuela, de tener amigos, de jugar, de hacer deportes, no pensar en una mentalidad de trabajo. Pero esto era distinto, era un hecho artístico, un juego. Él sabía perfectamente lo que significaba actuar y de hecho después hizo un par de cositas más que todavía no salieron. No es algo que nosotros busquemos porque no está anotado en ninguna agencia ni va a hacer castings, pero si aparece alguna propuesta, lo charlamos.
De los comienzos a la actualidad
Si bien ya tenía algún recorrido con pequeños papeles y en el modelaje, Paula se debatía entre la Psicología y la actuación cuando un papel le cambió la vida. Empezó a ser una cara conocida para el gran público por su participación en Los Roldán, lo que terminó de inclinar la balanza. “Ya estudiaba teatro y me encantaba la idea de vivir de la actuación, pero lo veía lejano, como algo que pasaba a los demás”, asegura con mirada retrospectiva.
La confirmación le llegó durante un viaje a Brasil con amigas que tuvo que interrumpir cuando recibió, casualmente, un email: había quedado en el casting para la tira de Telefe. Cambió el pasaje y voló a Buenos Aires para incorporarse a Los Roldán, un fenómeno de popularidad, uno de los últimos de la tele como la conocimos. Allí le puso el cuerpo a Jacinta, la secretaria del Tito de Miguel Ángel Rodríguez. “Era un personaje chiquito pero con continuidad. Aparecía todos los capítulos y fue el trabajo que hizo que me empezaran a llamar de otros lugares”.

—Como hablábamos respecto a las cartas manuscritas, tampoco existe la televisión de los 40 puntos de rating.
—Nos quedaron las plataformas, pero yo extraño mucho la ficción en televisión. A mí me encantaba ir al canal a grabar, estar horas y horas con mis compañeros que pasaban a ser como una gran familia, los mates en los baches, ir grabando día por día. Y la verdad no soy muy optimista respecto al regreso de aquella ficción.
—¿Fuiste encontrando refugio en el teatro o es un ámbito en el que siempre te sentiste a gusto?
—A mí me encanta trabajar, amo lo que hago y siempre es una fiesta el teatro. Llegué a hacer tres obras al mismo tiempo, ahora mismo vengo de hacer una y, mientras estreno esta, ya estoy pensando en lo que viene. Siento que necesito estar haciendo teatro todo el tiempo, ya forma parte de mi vida y estos últimos años fueron de mucho crecimiento y de mucho aprendizaje. Pude pasar por distintos personajes, distintos géneros, distintas obras, y nunca sos la misma persona una vez que terminás.
—Es un aprendizaje constante.
—Sí, de hecho, veo trabajos míos de hace años y los siento muy lejanos a mí, a mi forma de actuar, a cómo hubiera encarado ese personaje hoy en día. Pero tampoco reniego y celebro tener esta sensación de crecimiento y de ir cada día por más.
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