Desde su estreno la madrugada del miércoles, todo el mundo, casi literalmente, habla de El Eternauta. La tan ansiada obra de ciencia ficción de calidad hecha en Argentina, la figura siempre taquillera de Ricardo Darín, el efecto amenazante de la nieve, las locaciones urbanas tan reconocibles son algunas de las cosas que llaman la atención a simple vista.
Claro está, todo se remonta a la historieta creada por Héctor Germán Oesterheld con dibujos de Francisco Solano López cuyo primer episodio se publicó por primera vez en 1957 en Hora Cero. Mucho antes de que Netflix la pusiera en el centro de la escena, ya se había traducido a diferentes idiomas. Y pocas personas pueden documentar este camino, como Ramiro San Honorio, uno de los mayores coleccionistas de la obra.

El eternauta
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En su visita a Infobae en Vivo, además de mostrar algunos ejemplares de todas partes del mundo, analizó el fenómeno y destacó la importancia de tener una producción de este tipo en la industria audiovisual argentina.

Ramiro se encontró con El Eternauta en una edición que compró su hermano. Por entonces, era una historieta entre maldita y oculta, que no circulaba con facilidad: “Fue un texto que por mucho tiempo fue prohibido, que no estuvo al alcance de la mano. Creo que en mi generación éramos muy pocos los que habíamos llegado a leer El Eternauta y a mí me voló la cabeza”.
Corrían finales de los 80, Ramiro tenía 9 años y como casi todo chico de esa edad, Mafalda era la puerta de acceso para la lectura para adultos. Pero a diferencia de la obra de Quino, no encontraba el mismo feedback en sus compañeros. Y por ese entonces, casi sin querer, empezó una fiebre coleccionista que lo acompaña hasta la actualidad.
Durante su visita, Ramiro muestra cada uno de los ejemplares con sumo cuidado. “Las tengo muy bien preservadas porque fueron difíciles de conseguir”, explica. Y enseguida se proyecta en ese niño fascinado por la historia de Juan Salvo -“una edición de la Editorial Récord, a color”, aclara-, que cuando llegó al capítulo 10 ya no pudo continuar. El 11 no aparecía por ningún lado y, como su héroe, se embarcó en una misión.

“Me hice coleccionista para saber cómo terminaba la historia”, simplifica para darle vuelta a la ironía. Empezó un peregrinar por plazas, kioskos y librerías, pero no lo conseguía. Se hizo casi una cuestión de estado entre sus cercanos, pero la figurita difícil no aparecía. Y cuando apareció, ya tenía tantos fascículos, de diferentes ediciones, que ya no pudo parar.
“También tenía mi lado nerd de comprar muchos cómics; de hecho, después estudié cine relacionado casi a las viñetas”, explica. La realidad superó a la ficción y se encontró con cientos de ediciones del hombre de la máscara, lo que despertó una curiosidad a otra escala. “Me propuse seguir indagando hasta donde podía llegar la historieta. Y realmente llegó a todos lados”, sentencia, y pone las pruebas sobre la mesa por si alguien tiene dudas.
La edición alemana, con el agregado de un informe sobre la desaparición de Oesterheld y sus cuatro hijas; o la estadounidense ganadora del premio Eisner -“el Oscar de las historietas”, aclara Ramiro”-; o las chinas y rusas que impactan con su tipografía; y la francesa, la croata, la finlandesa... Y a medida que exhibe, en sus palabras y en los papeles, El Eternauta se hace aún más universal.
Ramiro pudo estar en las grabaciones gracias al contacto de una empresa que encargada de lo relacionado a las armas. Una producción nacional, como la de todos los efectos. “Hay que reivindicar la industria audiovisual argentina, muy potente, que genera divisas, trabajo, con gente muy profesional y muy formada que le pone todo. Y El Eternauta es un ejemplo de eso, porque se puede comparar tranquilamente con algo de Hollywood”.

Allí tuvo el gusto de presentarse a Darín, sin excusas, como lo que es: un coleccionista. “Me recibió muy gentil, me dio un abrazo y justo era un set donde había de todo: cascarudos, autos dados vuelta. Él me mira y me dice ‘esto, para vos, es Disney. Y para mí, también’. O sea, también Ricardo se sentía en un set muy grande para lo que son las producciones argentinas”, analiza.
A la hora de explicar qué es lo que más le gustó de la historieta de Oesterheld, no tiene dudas. “La cuestión de romper la cuarta pared con el autor, que en aquel entonces no se hacía. Que un personaje se presente para contarle una historia y que encima tenga un bucle temporal, hasta el día de hoy se usa pocas veces”, afirma. Y en cuanto a su faceta de coleccionista, sabe que a partir de ahora nace una nueva etapa.
“De la colección creo que ya tengo todo. Me imagino que a medida que vayan saliendo seguiré incorporando”. Su deseo inmediato pasa por otro lado y es lograr algún papel en la segunda temporada, que ya fue confirmada. “Ya viví el detrás de escena, ahora me gustaría, aunque sea, hacer de cascarudo”, sueña.
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