Carlos Villagrán, conocido en el mundo entero por su interpretación de Quico en El Chavo del 8, fue el primer invitado en la nueva temporada de La divina noche, el show nocturno de Dante Gebel. En una charla relajada y profunda, el mexicano no temió responder con la honestidad que lo caracteriza cada una de las cuestiones que se le plantearon.
El conductor, siempre incisivo, disparó desde el principio: “De todo el elenco sos quien ha contado más infidencias, de lo que uno quiere saber, por chismoso o por cholulo”. Villagrán sonrió, asumió el papel que le adjudicaron. “Alguien tiene que decir la verdad”, respondió, aunque añadió un matiz de responsabilidad: “No puedo decir mucha verdad porque no están las personas que se puedan defender”.
El ambiente parecía relajado, pero Villagrán carga con el peso de las historias no contadas. Sin embargo, en su tono jovial y bromista emergió la verdad que él quiere compartir. Cuando Gebel mencionó a Doña Florinda, el personaje interpretado por Florinda Meza, invitado rio con picardía: “¿Te cuento algo, muchacho? Cada vez que se duerme, la velan”. El comentario sonrojó al conductor, pero el actor continuó en un tono sarcástico, haciendo visible la distancia que lo separa de su antigua compañera de elenco. “Hace poco la entrevistaron y le preguntaron si había estado conmigo y dijo que no, que si tenía a alguien inteligente como Roberto, no iba a andar con un pendejo como yo”, remató, riéndose de sí mismo, pero también dejando entrever el veneno de los recuerdos pasados.
El hombre cuyo rostro sigue siendo el de Quico aunque el tiempo haya pasado, continuó visitando sus anécdotas, como si las estuviera desenredando lentamente. Habló del recordado homenaje en la despedida que se le rindió a Roberto Gómez Bolaños. “Me invitó el hijo de Chespirito”, contó, refiriéndose a Roberto Gómez Fernández. Villagrán viajó con sus hijos para participar en el evento, pero lo que sucedió allí lo dejó atónito: “Me escondieron en una oficina, no sé por qué... y cuando finalmente me llevaron, me pusieron en un rincón”. El detalle es revelador. La sombra de la figura monumental de Chespirito parecía seguir persiguiendo a Villagrán. Y aunque el público lo ovacionó, ese momento de gloria fue silenciado: “Cuando dijeron mi nombre, la gente empezó a gritar, pero eso lo cortaron en Univisión. No lo viste, lo eliminaron”.
La relación con Gómez Bolaños, siempre tensa pero nunca rota por completo, lo marcó profundamente. ante lo que el intérprete dejó en claro uno de los grandes mitos en torno al conflicto entre ambos. “Nunca demandé en la vida a Roberto, y que yo sepa, él tampoco a mí”. Lo que sí hubo fue una prohibición directa: “Me dijo que nunca más iba a poder usar el personaje”, recordó. Fue entonces cuando decidió cambiar el nombre de Quico por Kiko, y así pudo seguir adelante sin enfrentar problemas legales. Sin embargo, detrás de este cambio, latía una tensión más profunda, una que giraba en torno a la popularidad de su personaje. “Se le fue en popularidad Quico”, admitió, recordando un episodio particularmente significativo: “Cuando llegamos a Chile, en el estadio la gente empezó a gritar mi nombre. Yo rogaba para que al menos nombraran a otro”. Y en ese momento, Don Ramón, siempre fiel al humor ácido, le dijo: “Algún día va a tirar un estadio este cachetón”.
Gómez Bolaños y Meza también formaron parte de su relato y Villagrán se mostró contundente al hablar de la relación entre los dos: “Roberto se enamoró de ella, estaba muy enamorado, y ella se le pegó porque él era el famoso. Ella no tiene ángel, solo cae bien parada”. Este tipo de declaraciones, aunque amargas, pintan de cuerpo entero la compleja red de relaciones que se tejían detrás de las cámaras en la inolvidable vecindad del Chavo.
Pero el momento más oscuro para el actor no estuvo relacionado con los conflictos personales. Tras su salida de la serie, sufrió una verdadera persecución profesional. Emilio Azcárraga, el magnate de la televisión mexicana, le cerró las puertas del trabajo. “Mandó fax a todos los lugares donde se transmitía El Chavo para decirles que no me dieran trabajo o dejaba de darles El Chavo y las series mexicanas”. Villagrán lo perdió todo: “En ese momento perdí hasta mi casa”. Fue en ese instante, cuando tocó fondo, que dice haber sentido una voz que lo llevó a seguir adelante. “Escuché a Dios que me dijo si quería quedarme en el Muro de los Lamentos o quería brincarlo”.
El hombre que hizo reír a millones con sus travesuras y sus impertinencias llegó a los 80 años con una mezcla de sentimientos. “Me arrepiento de que se me haya subido la fama en algún momento, pero por suerte volví a la realidad”, confesó. Hoy, solo quiere envejecer con dignidad. “Tengo 80 años y lo único que pido es poder valerme por mí mismo hasta el último momento”. Una frase que resuena, cargada de verdad, de miedo y de esperanza. “No le tengo miedo al dolor, pero sí quiero morir en paz”, aseguró, con la serenidad de alguien que vivió de todo, pero que ahora solo busca un final tranquilo. Carlos Villagrán, aquel que fue Quico, cerró no con una risa, sino con una reflexión hablándole de frente a la vida: “Nada te debo y nada me debes”.
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