
“Estoy un poco conmocionada desde anoche”, es lo primero que dice Nadia Zyncenko, con la voz entrecortada y cargada de lágrimas, ante el llamado de Teleshow. La periodista especializada en meteorología, quien se desempeñó durante más de 25 años en la TV Pública -en 2018 fue jubilada repentinamente por la gestión macrista-, nació en un pueblo de Nápoles, Italia pero tiene raíces ucranianas. Es por eso que la guerra Rusia - Ucrania la toca muy de cerca, justo en las raíces.
“Anoche nos quedamos hasta bastante tarde con mi esposo viendo distintas cosas en la televisión y me quedé tan shockeada ante este hecho, con esa preocupación... Ufff, pobres pueblos: las decisiones pasan por otro nivel y el pueblo es muy sacrificado”, reflexiona Nadia antes de contar su historia de vida, también cruzada por la guerra.
“Mis papás eran ucranianos. Eran de pueblos vecinos, muy cerca de Kiev, pero no se conocieron en Ucrania. Se conocieron posguerra, en Roma. Y allí nací yo. A mi mamá la trasladaron al hospital de las Naciones Unidas en Bagnoli, un pueblo pequeño de pescadores en Napoli, para que yo naciera. Yo tenía menos de dos meses cuando llegó mi mamá conmigo acá. Y después tomé la ciudadanía argentina”, cuenta quien se radicó en el país hacia 1948.

“Mi papá tenía dos hermanas y un hermano, eran cuatro. Adelante de sus ojos, siendo adolescente se le murió su hermanita de hambre. Es que (Iósif) Stalin mandó al ejército y se llevó las vacas, los chanchos, la papa, la remolacha, el repollo... Y su hermana se murió de hambre. Entonces, su hermana mayor, que ya tenía dos bebés, le dijo: ‘Mirá, hermano, te tenés que ir porque no hay comida’. Entonces él se puso como polizón, se escondió abajo del asiento de un tren que iba a Moscú, porque su hermano que era más grande, ya estaba allá trabajando. Y allá llegó”, recuerda Nadia sobre el pasado de su padre. “Entonces esto pasa por el dolor de mi padre, viendo a su hermana morirse. Es muy jodido, ¿sabés?”, dice y la voz se le vuelve a quebrar.
“A su vez, mi mamá tenía 15 o 16 años y los alemanes la toman para trabajo forzado. Se pasa casi cuatro años prisionera. Termina la guerra y llega a Italia, donde conoce a mi papá”, cuenta sobre el otro lado de su árbol genealógico. Pese a la tragedia en los genes, Nadia dice que “mis viejos no tenían ni odio ni rencor. ‘Es la guerra’, me decían. No es el pueblo quien decide”.
Nadia viajó por primera vez a Ucrania hacia fines de los años 80s, “en la época de (Mijaíl) Gorbachov”. Y conoció a parte de su familia. “Ahí supe del hermano de mi abuela, un hombre que perdió a dos de sus tres hijos en un campo de batalla. Ellos pelearon cuerpo a cuerpo. Y cuando llega el comunismo a Ucrania, les explicaron al pueblo que tenían que trabajar en las granjas colectivas. Ahora, cuando yo viajé, les dijeron que tenían que hacer actividad privada. Entonces este hombre decía: ‘Nadia, ¿qué es lo que quieren de nosotros?’”, recuerda la periodista.
“Yo venía del mundo occidental, de la libertad... compraba un pasaje y si los rusos me autorizaban, podía ir a visitar a mi familia. Yo iba, venía, acá en mi país podía ir a cualquier provincia. ‘¿Y cómo es eso?’, me preguntaban”, cuenta.

“Me quedó muy poca familia allá, después de Chernobyl. Tengo una sobrina que de vez en cuando me llama, pero una vez al año. Ellos miran a Occidente: la gente joven mira el nivel de vida, porque le llegan las noticias de cómo se vive. Ellos viven de una manera muy distinta, aun en Ucrania”, dice Nadia y vuelve a reflexionar en voz alta ante el conflicto bélico. “¿Es necesario matar? ¿Más sufrimiento? Yo entiendo que la cosa va por otro lado, que la pelea es por ver quién es el más guapo de este planeta. Pero por favor, un poco de humanidad”, pide.
“Al ser eslavos los dos pueblos, los dos tienen un valor que es muy fuerte: la madre patria. Primero viene la madre patria y después la propia madre. Y por la madre patria, dan la vida. Por lo que supongo que aquí va a haber muchos muertos. Otra vez. Otra vez las madres llorando, las mujeres reconstruyendo el país... Ufff, qué querés que te diga. Para mí, es devastador”, cierra Nadia con el corazón estrujado y las lágrimas como nudo en la garganta.
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