
El ecosistema de sistemas operativos de Microsoft vive un momento crítico: a pesar del avance de Windows 11, al menos 500 millones de computadoras en todo el mundo se resisten a adoptar la versión más reciente, manteniéndose en Windows 10.
Esta situación, que parecía pasajera, toma mucha importancia porque desde el pasado 14 de octubre Microsoft retiró el soporte oficial a Windows 10, por lo que millones de equipos están sin actualizaciones de software, parches de seguridad ni asistencia técnica.
Qué está pasando con la actualización a Windows 11
Las cifras dejan poco lugar a dudas sobre la magnitud del fenómeno. Dell, uno de los principales fabricantes de computadoras a nivel global, calcula que existen 500 millones de ordenadores aptos para instalar Windows 11 que aún no han realizado la transición.
El propio director de Operaciones de Dell, Jeffrey Clarke, resaltó el tamaño de esta base instalada, señalando que representa unas 1.500 millones de unidades bajo sistemas Windows.

Las razones detrás de la resistencia masiva al cambio van más allá de la nostalgia o la aversión ante las novedades. Para millones de usuarios, la cuestión es principalmente práctica: sus equipos “funcionan perfectamente” con Windows 10 y no experimentan fallas críticas que justifiquen, en apariencia, el esfuerzo de migrar.
Las empresas, por su parte, se enfrentan al alto coste de renovar hardware, garantizar la compatibilidad del software corporativo y formar a sus empleados en la nueva plataforma, lo que supone inversiones considerables y posibles interrupciones en la operatividad.
El desafío no se limita a los particulares y las empresas más pequeñas. Numerosos equipos de oficina y estaciones de trabajo en sectores sensibles continúan empleando Windows 10. Esto ocurre, además, en un contexto donde las actualizaciones de sistemas pueden afectar procesos automatizados, software especializado o plataformas críticas difíciles de reemplazar.
La propia arquitectura de Windows 11 ha elevado la barrera de entrada. A diferencia de actualizaciones anteriores, esta versión exige hardware moderno: TPM 2.0, procesadores recientes y ciertas especificaciones que muchos dispositivos lanzados hace apenas unos años no cumplen.

El mercado global es fiel reflejo de este problema. Según Jeffrey Clarke, además de los equipos que no pueden ejecutar Windows 11 por obsolescencia, los que sí cumplen los requisitos técnicos no siempre han realizado la actualización. En muchos casos, tanto usuarios particulares como corporativos no pueden permitirse el gasto de adquirir un ordenador nuevo que traiga instalado el sistema más reciente.
Los riesgos de continuar usando Windows 10
El problema tiene un trasfondo de seguridad informática. Desde el 14 de octubre de 2025, Microsoft dejó de proveer parches y actualizaciones para Windows 10. Esto significa que cualquier nueva vulnerabilidad detectada quedará abierta, y los ciberdelincuentes tienen ahora un terreno más fértil para enfocar sus ataques en esos sistemas desprotegidos.
Esto genera un incremento en el riesgo de infecciones por malware, ransomware y el robo de datos. La situación es especialmente delicada para las empresas, donde una brecha de seguridad puede traducirse en pérdidas económicas significativas, filtraciones de información confidencial o incluso la interrupción total de operaciones.
El antecedente más próximo lo proporciona lo ocurrido con Windows 7: tras anunciarse su fin de soporte, millones de dispositivos siguieron utilizándolo, forzando a Microsoft a extender el soporte de seguridad para clientes empresariales estratégicos durante años adicionales.

La historia amenaza con repetirse, aunque, de momento, Redmond no ha anunciado una prórroga similar para Windows 10, lo que deja expuesto a un volumen sin precedentes de computadoras en riesgo.
Percepciones de los usuario sobre Windows 11
Según un estudio realizado por YouGov, el 61% de los usuarios reacios a actualizar reconocieron, tras probar Windows 11, que “no es tan diferente” respecto a su antecesor. A pesar de esta constatación, las alternativas que se presentan no resultan sencillas ni atractivas para todos:
- Comprar un PC nuevo, opción que favorece las ventas, pero supone un desembolso elevado para muchos.
- Continuar con Windows 10 sin soporte, asumiendo los riesgos mencionados.
- Migrar a una plataforma como Linux, una opción explorada incipientemente por ciertas administraciones públicas, pero aún lejana para el usuario doméstico promedio.
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