
La ubicación del refrigerador dentro de la cocina puede incrementar de forma considerable el consumo eléctrico mensual sin que el usuario lo perciba. Este electrodoméstico, uno de los que más energía utiliza en el hogar, trabaja de manera continua y es especialmente sensible a las condiciones del entorno.
Expertos en eficiencia advierten que instalarlo cerca de fuentes de calor, en zonas sin ventilación o expuesto al sol directo obliga al motor a funcionar con mayor intensidad, elevando el gasto energético de manera innecesaria.
El frigorífico representa cerca del 30 % del consumo eléctrico de los electrodomésticos de una vivienda, según organismos de consumo europeos. Su funcionamiento depende de mantener una temperatura interna estable, y cualquier aumento del calor externo altera ese equilibrio.

Cuando está colocado junto a un horno, una cocina encendida, un microondas empotrado o incluso un radiador, el aparato debe compensar el exceso de temperatura trabajando durante más tiempo. Esto puede traducirse en un incremento mensual relevante en la factura de luz, especialmente en climas cálidos o en cocinas poco ventiladas.
Además del calor generado por otros equipos, la exposición directa al sol es otro factor que suele pasar desapercibido. Situar el refrigerador cerca de una ventana soleada puede provocar que sus laterales se calienten durante varias horas al día; una condición que afecta de inmediato su rendimiento. Los técnicos en climatización señalan que incluso un aumento moderado en la temperatura exterior del aparato puede repercutir en un consumo mayor, ya que el sistema interno debe evitar que el frío almacenado se pierda.
El espacio disponible alrededor del refrigerador también influye de forma determinante. Estos equipos expulsan el calor por la parte trasera, y para hacerlo correctamente necesitan una adecuada circulación de aire. Cuando el electrodoméstico se ubica pegado a la pared, encajado en un hueco estrecho o rodeado de muebles sin ventilación, el calor se acumula y el motor entra en ciclos de trabajo más largos y exigentes. Con el paso del tiempo, esta falta de ventilación no solo aumenta el gasto energético, sino que también puede afectar la vida útil del motor.

Otro problema habitual en zonas muy estrechas es la acumulación de polvo en la parte trasera, donde se encuentran las rejillas y componentes encargados de liberar el calor. Si esa área no se limpia con frecuencia o si el diseño de la cocina impide acceder con facilidad, el rendimiento del aparato se reduce. Técnicos de servicio recomiendan revisar esta zona al menos cada pocos meses, ya que una ligera capa de suciedad puede ser suficiente para que el refrigerador consuma más energía de la necesaria.
Para evitar estos inconvenientes, especialistas subrayan tres principios básicos al elegir el lugar ideal dentro de la cocina: alejar el refrigerador de las fuentes directas de calor, permitir un flujo de aire continuo alrededor del aparato y buscar un punto fresco y estable donde no reciba luz solar intensa. Fabricantes reconocidos indican que dejar unos centímetros entre la parte trasera y la pared, y ofrecer ventilación adicional en los laterales y en la base del mueble —en caso de modelos empotrados— mejora la eficiencia de manera significativa.
Además de la ubicación, existen prácticas que ayudan a optimizar el funcionamiento. Mantener la temperatura interna recomendada —alrededor de 5 °C para el compartimiento de refrigeración y –18 °C para el congelador— evita que el motor trabaje en exceso. También es clave no introducir alimentos calientes, reducir la apertura frecuente de la puerta y revisar que las gomas de sellado estén en buen estado para impedir fugas de aire frío. En el caso de los modelos que generan escarcha, descongelar con regularidad es fundamental, ya que apenas unos milímetros de hielo pueden incrementar el consumo en más del 30 %.

La eficiencia energética del refrigerador no depende únicamente de su tecnología o etiqueta de consumo, sino también del entorno en el que funciona. Un pequeño ajuste en la distribución de la cocina puede reducir de forma notable el gasto eléctrico mensual, especialmente en hogares donde el aparato está expuesto a condiciones desfavorables. Elegir el lugar adecuado no solo mejora el rendimiento, sino que contribuye a un uso más responsable de la energía en el hogar.
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