
Un equipo de ingenieros de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) ha presentado una tecnología que promete transformar la vida de personas con parálisis y trastornos motores. Se trata de una interfaz cerebro-computadora (BCI, por sus siglas en inglés) no invasiva que, apoyada en inteligencia artificial (IA), permite controlar un brazo robótico o un cursor en una computadora únicamente con el pensamiento.
La investigación, publicada en la revista Nature Machine Intelligence, plantea una alternativa frente a proyectos como los de Neuralink, de Elon Musk,0 que requieren implantar un chip directamente en el cerebro. A diferencia de esos métodos invasivos, el sistema desarrollado en UCLA funciona con un gorro de electrodos y sin necesidad de neurocirugía.
El sistema utiliza un dispositivo de electroencefalografía (EEG) para registrar la actividad eléctrica del cerebro. A partir de esos datos, algoritmos de aprendizaje automático diseñados especialmente decodifican las señales cerebrales y reconocen la intención de movimiento del usuario.

La innovación clave está en la incorporación de un “copiloto” de inteligencia artificial que no solo interpreta las señales del cerebro, sino que también observa el entorno mediante visión por computadora.
De esta manera, puede anticipar y guiar los movimientos deseados. “Muchas acciones cotidianas siguen patrones predecibles; nuestro copiloto de IA interpreta esos patrones para apoyar los movimientos”, explicó Jonathan Kao, investigador principal del proyecto.
Hasta ahora, las interfaces cerebro-computadora más eficaces requerían procedimientos quirúrgicos complejos, costosos y con riesgos significativos. Las alternativas portátiles o no invasivas, por otro lado, ofrecían un rendimiento limitado. La propuesta de UCLA busca unir lo mejor de ambos mundos: seguridad y eficacia.

Pruebas con participantes
El equipo probó la tecnología con cuatro voluntarios: tres sin impedimentos motores y una persona con parálisis de la cintura para abajo. Los participantes debían completar dos tareas: mover un cursor en la pantalla hacia ocho objetivos y manipular un brazo robótico para trasladar bloques de un lugar a otro.
Los resultados fueron concluyentes. Con la asistencia de la IA, todos lograron completar las tareas en menos tiempo que utilizando solo la señal cerebral sin apoyo. El caso más llamativo fue el de la persona con parálisis, quien consiguió un rendimiento casi cuatro veces más rápido y pudo terminar la tarea con el brazo robótico en seis minutos y medio, algo que no había sido posible sin la ayuda de la inteligencia artificial.
Autonomía compartida
El propósito central del proyecto es brindar mayor independencia a quienes enfrentan trastornos de movilidad, como parálisis o esclerosis lateral amiotrófica (ELA). “Queremos ofrecer autonomía compartida, donde la IA actúe como un socio que ayude a ejecutar las intenciones de los usuarios”, señaló Kao.

El equipo ya trabaja en mejorar la precisión y la velocidad de los brazos robóticos, así como en incorporar retroalimentación táctil avanzada. Según Johannes Lee, coautor del estudio, el futuro podría incluir “copilotos más sofisticados que adapten el movimiento al objeto que el usuario desea agarrar, ofreciendo incluso un toque hábil”.
Un paso hacia el futuro
Este avance se suma a la creciente exploración de cómo la inteligencia artificial puede potenciar las interfaces cerebro-computadora, un campo que promete aplicaciones más allá del ámbito médico, como la interacción con dispositivos digitales en la vida cotidiana.
Por ahora, la innovación de UCLA se perfila como un punto de inflexión: una tecnología capaz de mover un brazo robótico con el pensamiento, sin necesidad de implantes cerebrales, acercando un futuro donde la mente y la máquina trabajen en conjunto para devolver autonomía a quienes más lo necesitan.
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