
Durante años, abrir Instagram o Facebook significaba encontrarse con una ventana a la vida de amigos y conocidos: desayunos fotografiados con filtros, selfies espontáneas en la playa o mascotas compartidas sin mayor pretensión. Ese contenido cotidiano, aparentemente banal, era parte del atractivo de las redes sociales. Representaba el sueño original de Internet: que cualquier persona pudiera mostrar fragmentos de su vida y, al hacerlo, construir un registro colectivo de la realidad.
Más de una década después, el panorama ha cambiado. Aunque las plataformas siguen sumando millones de usuarios activos, la disposición a compartir la vida en público disminuye. El “feed” se vacía y las interacciones se desplazan hacia espacios privados.
Datos recientes confirman esta transformación. Un informe de Morning Consult revela que un 28% de los estadounidenses publica menos que hace un año, mientras que solo un 21% lo hace más. Entre la Generación Z, apenas un 18% asegura compartir contenido a diario. La BBC también identificó la misma tendencia: un tercio de los usuarios globales reconoce que sube menos publicaciones que antes, con una caída notable entre los menores de 30 años.

En España, la edición 2025 del Estudio de Redes Sociales de IAB Spain señala que un 33% de internautas ha abandonado alguna plataforma en el último año, con un descenso particularmente fuerte en X (28%) y Facebook (15%). Las principales razones fueron pérdida de interés, aburrimiento y búsqueda de mayor privacidad.
El fenómeno del “Grid Zero”
Este retraimiento tiene incluso un nombre propio. Según National Public Radio (NPR), el “Grid Zero” describe la práctica de borrar todas las publicaciones y dejar los perfiles en blanco, una tendencia en auge entre jóvenes de la Generación Z. Adam Mosseri, jefe de Instagram, lo ha reconocido: los adolescentes prefieren hoy interactuar en mensajes privados o en Stories antes que en el feed público.
La explicación está ligada a un cambio cultural. Expertos señalan que los más jóvenes sienten aversión hacia la permanencia digital, pues no quieren que sus etapas personales, cambios o errores queden expuestos de manera indefinida en Internet. Como resume la investigadora cultural Kim Garcia, de Instagram: “La Gen Z tiene aversión a la huella digital”.

Privacidad, salud mental y miedo al juicio
El repliegue también responde a razones psicológicas y sociales. Muchos usuarios evitan publicar para proteger su intimidad, reducir el riesgo de acoso o cuidar su salud mental. La hiperconciencia digital amplifica esa cautela: un simple “me gusta” puede interpretarse como una postura política o identitaria. El temor a la cancelación, sobre todo entre los más jóvenes, empuja a interactuar lo menos posible.
A esto se suma un factor contextual. En tiempos de crisis globales, algunos usuarios sienten incomodidad al compartir contenido alegre o trivial en medio de noticias difíciles, lo que contribuye a la sensación de “resaca” tras publicar.
De lo social al escaparate comercial
Otro de los motivos detrás del auge del cero posts es la evolución misma de las plataformas. El escritor Kyle Chayka explicó a la BBC que las redes “se parecen cada vez más a la televisión”, con un flujo constante de publicidad, propaganda política, videos generados por inteligencia artificial e influencers profesionales. El amateurismo que impulsó la popularidad inicial de estas plataformas ha quedado relegado por un contenido pulido y mercantilizado.

Los datos lo respaldan: más de la mitad de los adultos perciben el contenido en redes como repetitivo y monótono, según Morning Consult. El Wall Street Journal, por su parte, ha señalado que los usuarios sienten que la “comunidad ya no está ahí”; lo que predomina es un escaparate de consumo.
El futuro de lo social
Pese al silencio en los feeds, las redes sociales no están vacías. La interacción se ha trasladado a espacios más íntimos: mensajes directos, grupos privados y aplicaciones de mensajería como WhatsApp, que en España ya es usada diariamente por el 96% de internautas. “Hoy se mandan más fotos y videos por mensajes privados que por el feed”, admitió Mosseri.
El futuro apunta a esa dirección: menos exposición pública, más conversación privada. Autores como Kyle Chayka anticipan que las redes sociales terminarán funcionando como un híbrido entre televisión y entretenimiento digital, mientras lo verdaderamente “social” se refugiará en chats cerrados o, incluso, en interacciones fuera de las pantallas.
En el fondo, lo que está cambiando es el contrato social de Internet. Si en sus orígenes publicar era sinónimo de acceso a una audiencia global, hoy el equilibrio entre riesgos y beneficios ya no resulta atractivo. El fenómeno del cero posts muestra que los usuarios siguen conectados, pero cada vez menos dispuestos a compartir su vida en público.
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