Neurocientífico revela los principales hábitos de personas superinteligentes como Bill Gates o Leonardo da Vinci

Caminar, escribir, practicar yoga o simplemente reservar minutos de silencio son rutinas sencillas que favorecen la creatividad y el bienestar mental

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Neurocientífico da a conocer los
Neurocientífico da a conocer los principales hábitos de las personas inteligentes. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Olvidemos la imagen tradicional del genio encerrado en una oficina, rodeado de libros y trabajando sin descanso. Según el neurocientífico Joseph Jebelli, especializado en salud mental y autor de diversos estudios sobre el funcionamiento cerebral, lo que distingue a las personas más inteligentes no es un cociente intelectual elevado, sino la capacidad de saber cuándo parar.

Su investigación resalta la importancia de un hábito muchas veces infravalorado: aprovechar la soledad y el descanso como motores de creatividad. Frente a una cultura que valora la hiperactividad y la productividad constante, Jebelli sostiene que los momentos de pausa bien gestionados pueden ser decisivos para generar ideas y resolver problemas complejos.

El experto explica que cuando una persona no está enfocada en una tarea concreta, el cerebro no se apaga, sino que activa lo que se conoce como “red neuronal por defecto”. Este sistema funciona como un espacio en el que se conectan ideas, se reorganiza la información y surgen nuevas asociaciones.

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Las personas inteligentes tiene el hábito de pasar momentos a solas. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Es precisamente en esos momentos de pausa, lejos de la presión por producir o rendir, cuando se gestan soluciones originales y enfoques creativos. El aislamiento voluntario, incluso en pequeños periodos de tiempo, permite que las ideas maduren sin interrupciones, reforzando la capacidad de análisis y favoreciendo una mejor asimilación de la información.

Jebelli destaca que dedicar tiempo a la soledad no debe verse como una pérdida, sino como un laboratorio mental en el que la mente trabaja en segundo plano. Esta práctica puede marcar la diferencia en el rendimiento académico, profesional y personal.

Ejemplos históricos de grandes pensadores

La historia ofrece varios ejemplos de cómo este hábito ha sido clave en la vida de personalidades influyentes. Bill Gates, cofundador de Microsoft, instauró las llamadas Think Weeks, dos semanas al año en las que se retiraba a una cabaña aislada con una pila de libros para leer, reflexionar y planear estrategias. Algunas de esas jornadas dieron origen a proyectos decisivos, como el lanzamiento del navegador Internet Explorer.

Bill Gates una vez dio
Bill Gates una vez dio a conocer qué hacía para planear estrategias. REUTERS/Mike Segar/Foto de archivo

Leonardo da Vinci también utilizaba la soledad como herramienta creativa. Se sabe que podía pasar horas contemplando un detalle de sus obras antes de añadir una pincelada. Esa capacidad de detenerse y observar en silencio le permitió dar vida a creaciones que siguen siendo referentes siglos después.

Ambos ejemplos muestran que el hábito de reservar tiempo para pensar en calma no es exclusivo de los genios. Se trata de una práctica que cualquier persona puede adoptar para estimular su propio potencial creativo.

Cómo incorporar la soledad de forma productiva

El neurocientífico Joseph Jebelli subraya que no es necesario aislarse durante semanas para obtener beneficios. Basta con integrar pequeños espacios de reflexión en la rutina diaria. Algunas recomendaciones incluyen planificar breves escapadas en solitario, reservar minutos sin interrupciones para dejar divagar la mente y elegir cuidadosamente con quién se comparte el tiempo para evitar vínculos que consuman energía innecesaria.

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Neurocientífico revela cómo incorporar la soledad de forma productiva. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Actividades como escribir, practicar yoga, caminar o dedicarse a la jardinería también ayudan a favorecer la atención plena y el pensamiento creativo. La clave está en que estos periodos sean voluntarios y se utilicen como espacios de calma, más que como momentos de desconexión forzada.

El objetivo no es apartarse por completo de la vida social, sino lograr un equilibrio entre la interacción y la introspección. Este balance permite que el cerebro reorganice la información y encuentre nuevas perspectivas para afrontar problemas.