La generación Z está cambiando los smartphones por dispositivos retro: las razones de este fenómeno

Jóvenes y adolescentes apuestan por dispositivos simples y tecnología analógica como respuesta al cansancio digital

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Se registra un resurgimiento de
Se registra un resurgimiento de celulares con botones, cámaras digitales de primera generación y reproductores de música de hace dos décadas. (The Grosby Group /Thomas Cockrem)

Detrás de cada notificación y cada pantalla táctil, la economía de la atención se volvió una trampa de la que muchos jóvenes comienzan a querer escapar. Las redes sociales —que alguna vez se enfocaron en ser plazas virtuales para la conversación y el encuentro— han evolucionado hacia un modelo saturado de contenido personalizado, entretenimiento constante y presión algorítmica.

Ya lo reconoce el propio Mark Zuckerberg: plataformas como Instagram y Facebook se enfocan mucho menos en los amigos y más en la exhibición, el contenido y el consumo, por lo que dejan atrás la promesa original de conexión significativa.

Cansancio digital y nostalgia tecnológica

La generación Z (nacidos entre 1993 y 2009) está al frente de una rebelión silenciosa contra el bombardeo incesante de las notificaciones y la sobrecarga de estímulos digitales. La fatiga tecnológica no solo perjudica la atención o la regulación emocional, sino que también erosiona la vida social fuera de la pantalla. Como respuesta, jóvenes y adolescentes lideran un auge de la llamada retrotecnología: dispositivos con funciones limitadas —conocidos como “dumbphones” o teléfonos tontos—, planificadores de papel, cámaras digitales, y gadgets con estética Y2K recuperan el protagonismo en sus rutinas y redes sociales.

Imagen de accesorios de uso
Imagen de accesorios de uso cotidiano proporcionada por u/ Cataira123. (Reddit)

El atractivo reside justamente en la simplicidad. Un viejo Nokia, un flip phone con batería de una semana o un e-reader sin acceso a aplicaciones suple al smartphone y revaloriza el aburrimiento, la lentitud y la profundidad, experiencias imposibles de comercializar para el algoritmo. En vez de permanecer atrapados en el ciclo de las apps que vigilan cada toque y cada segundo, los usuarios de Gen Z buscan deliberadamente espacios que no estén colonizados por la lógica de la eficiencia y la acumulación de datos.

Estudios recientes refuerzan la tendencia: mientras que casi la mitad de los adolescentes estadounidenses pasan “casi constantemente” conectados, la generación Z es la única que desde 2021 reduce en promedio su tiempo en redes sociales. Plataformas como TikTok y Reddit colapsan con búsquedas de Blackberries personalizados con gemas, flip phones con carcasas únicas y el sonido ASMR de botones físicos, elementos que décadas atrás definían el estilo de vida móvil y hoy exprimen la nostalgia.

La resurrección de lo analógico

Este movimiento trasciende las llamadas y los mensajes sencillos. Las cámaras compactas, los walkman, las agendas en papel y los despertadores independientes sacan a los smartphones de la habitación y devuelven a las personas el placer de lo táctil y lo ritual. Incluso los vinilos, las consolas retro y los blogs personales alojados en servidores privados ganan terreno, impulsados por el deseo de autonomía sobre los datos y privacidad frente al “gran ojo” de la nube.

Accesorios diarios de otra usuaria.
Accesorios diarios de otra usuaria. (u/Weekly_Corgi_2356/Reddit)

La tendencia hacia el minimalismo digital no implica rechazar toda la tecnología, sino exigir dispositivos que respeten la atención y la energía mental. Navegadores como Firefox Focus, sistemas operativos alternativos o listas de apps cerradas permiten obtener lo esencial sin la tentación constante. Como resume un miembro de la comunidad r/dumbphones, el objetivo ya no es demostrar fuerza de voluntad o superioridad “off-line”, sino elegir herramientas que estén alineadas con lo que de verdad importa y permita un uso más sensato de la tecnología.

El límite de lo retro: entre lo práctico y lo identitario

Sin embargo, y a pesar del entusiasmo, reemplazar por completo un smartphone sigue siendo un desafío. En la vida cotidiana, las funciones modernas —la cámara, la navegación digital, los pagos, la mensajería— resultan imprescindibles para muchos. Por ello, la búsqueda de un equilibrio personalizado es la clave detrás del éxito de la tendencia: cada individuo negocia qué tanto está dispuesto a sacrificar por un bienestar mental recuperado.

Finalmente, la renuncia parcial o total a los dispositivos inteligentes es también una expresión estética y de identidad. Usar un teléfono antiguo, coleccionar CDs o grabar en una Handycam es una forma de diferenciarse, de reivindicar una relación deliberada, menos compulsiva, con la tecnología. No existe un aparato único que devuelva el control a la generación demente por las pantallas, pero cada paso hacia lo retro reabre el espacio para el aburrimiento consciente, la creatividad y la vida vivida fuera del scroll infinito.