Aunque nunca pagaste por WinRAR, sus dueños sí ganan dinero: te explicamos cómo

WinRAR es uno de los programas más utilizados en computadoras de todo el mundo. Su función principal es comprimir y descomprimir archivos, lo que facilita su almacenamiento y transferencia. Está disponible para distintos sistemas operativos como Windows, Mac y Linux. A pesar de su popularidad, muchas personas desconocen que este software no es gratuito: tiene un costo real que pocos usuarios pagan.

Cuando alguien instala WinRAR por primera vez, el software informa que su período de prueba dura 40 días. Sin embargo, una vez pasado ese plazo, la mayoría de funciones siguen operativas sin restricción alguna. No se bloquean características ni se impide el acceso al programa, simplemente aparece una ventana emergente que recuerda al usuario que la licencia ha expirado.

Esta decisión de diseño es, en realidad, parte de una estrategia de marketing que WinRAR ha mantenido desde su lanzamiento en 1995 por el programador Yevgueni Roshal. Al no obligar al usuario a pagar ni incluir anuncios que interfieran con la experiencia, el software ha logrado posicionarse como una herramienta imprescindible en millones de computadoras personales.

Mientras otros programas de pago como Adobe Photoshop, Corel Draw o Nero Burning ROM han sido víctimas constantes de la piratería, WinRAR ha logrado evitar este destino. Al permitir su uso libre más allá del periodo de prueba, muchos usuarios nunca se molestan en buscar versiones pirateadas, lo cual, paradójicamente, ha sido clave para su longevidad.

Pero si la mayoría de personas lo usa gratis, ¿cómo se sostiene WinRAR como negocio? La respuesta está en el mundo empresarial.

Las leyes de propiedad intelectual obligan a las empresas a contar con software con licencia original. A diferencia de los usuarios comunes, las compañías no pueden permitirse ignorar el vencimiento de una prueba gratuita. Por eso, WinRAR se concentra en la venta de licencias a empresas, que deben pagar para evitar sanciones legales o auditorías negativas.

El precio de una licencia individual de WinRAR ronda los 29 dólares y puede adquirirse con tarjeta de crédito, débito o a través de PayPal. Además, existen descuentos para instituciones educativas y para compras en volumen, lo que lo convierte en una opción económica frente a otros softwares más costosos.

Este enfoque ha sido suficiente para mantener la rentabilidad del programa durante casi tres décadas, demostrando que un modelo más flexible también puede funcionar en el ecosistema del software.

El éxito y la longevidad de WinRAR han convertido al programa en un ícono de internet, tanto por su utilidad como por el famoso mensaje que aparece tras vencer el período de prueba. Esta fama ha sido aprovechada por sus desarrolladores, que recientemente comenzaron a comercializar merchandising con su marca: camisetas, gorras, sudaderas, incluso carteras con forma del popular ícono del archivo comprimido.

Aunque parece una anécdota más que un negocio serio, la venta de productos con el logo de WinRAR ha tenido buena acogida entre los nostálgicos de la informática y coleccionistas digitales.

Para el usuario común, pagar por WinRAR es más una cuestión de ética digital que de necesidad. El programa funciona perfectamente sin licencia, con la única molestia de una ventana emergente ocasional. Sin embargo, quienes valoran su utilidad o desean eliminar ese recordatorio, pueden optar por comprar la licencia.

En un ecosistema digital dominado por la monetización agresiva, suscripciones y anuncios invasivos, WinRAR es un ejemplo atípico de cómo un producto puede sobrevivir —y prosperar— ofreciendo confianza, funcionalidad y libertad de uso. Esa misma fórmula es la que, irónicamente, lo mantiene rentable a pesar de que casi nadie paga por él.