
En una soleada tarde de abril en Seattle, un grupo de aproximadamente 40 activistas, conocidos como los Troublemakers, se congregó en el bar Pine Box, ubicado en el barrio de Capitol Hill, para escuchar en directo la presentación trimestral de resultados de Tesla. La reunión, que tuvo lugar en una sala lateral junto al patio exterior, atrajo la atención de una cadena de televisión local, un hecho inusual para este tipo de eventos.
Los asistentes, entre los que se encontraba Emily Johnston, una de las líderes del grupo, se prepararon para seguir la transmisión a través de un sistema de sonido improvisado, mientras disfrutaban del ambiente relajado del lugar.
La expectación creció cuando Elon Musk, director ejecutivo de Tesla, inició la conferencia con inversores del primer trimestre de 2025. Musk hizo referencia, aunque de manera indirecta, al trabajo de los Troublemakers y otros grupos que, durante semanas, habían acampado frente a salas de exposición, centros de servicio y estaciones de carga de la compañía.
Musk denunció la existencia de protestas organizadas y supuestamente pagadas, sugiriendo que los manifestantes solo estaban motivados por la “generosidad desmedida” que, según él, habían recibido previamente del gobierno federal. Los manifestantes, por su parte, insistieron en que su participación era completamente voluntaria y que no recibían compensación alguna.

Tesla Takedown: la protesta que concentra críticas contra Tesla
El contexto de la protesta se intensificó tras la publicación de uno de los peores informes financieros trimestrales de Tesla en años. Los ingresos netos de la compañía cayeron un 71 % interanual y los ingresos totales quedaron más de 2.000 millones de dólares por debajo de las expectativas de Wall Street.
Este revés financiero fue recibido con júbilo por los activistas reunidos en Seattle, quienes interpretaron la reacción de Musk como una señal de que sus acciones estaban teniendo un impacto real.
El movimiento, bautizado como Tesla Takedown, surgió como una respuesta directa a la figura de Musk y a su creciente influencia política, especialmente tras su apoyo a Donald Trump en las elecciones de 2024. La coalición que se ha formado en torno a este objetivo es diversa: incluye activistas climáticos, empleados federales despedidos, defensores de los derechos de los inmigrantes, sindicatos, médicos preocupados por el futuro de la ciencia, partidarios de Ucrania, jubilados liberales, padres progresistas, defensores de los derechos LGBTQ+, veteranos y entusiastas de la tecnología.
Todos ellos comparten la convicción de que boicotear y protestar contra Tesla es una de las pocas formas efectivas de presionar a Musk, cuya fortuna y poder parecen inmunes a los mecanismos tradicionales de rendición de cuentas.

Las protestas se han extendido a ciudades como Nueva York, Berkeley, Palo Alto, Meridian, Ann Arbor, Raleigh, South Salt Lake y Austin, donde miles de personas han bloqueado el acceso a las salas de exhibición de Tesla, dificultando tanto la prueba como la compra de sus vehículos eléctricos. El movimiento ha adoptado tácticas creativas y visibles, como la organización de eventos de “desinscripción de marcas”, en los que propietarios avergonzados acuden para que les retiren los emblemas de la marca de sus coches, y la venta de calcomanías con mensajes críticos hacia Musk y la empresa.
Matthew Hiller, un artista hawaiano, ha vendido aproximadamente 70.000 calcomanías anti-Musk y anti-Tesla desde 2023, experimentando un aumento significativo en las ventas tras un polémico gesto de Musk en un mitin político.
El origen del movimiento puede rastrearse hasta una publicación en Bluesky realizada por Joan Donovan, experta en desinformación de Boston, quien animó a la gente a manifestarse frente a los concesionarios de Tesla. La etiqueta #TeslaTakedown se convirtió en el grito de guerra del movimiento, que pronto atrajo la atención de figuras como el actor y cineasta Alex Winter. Winter colaboró con Donovan para crear un sitio web que centralizara la organización de las protestas, logrando que miles de personas se registraran en las primeras horas de funcionamiento.
Entre los participantes destaca Shua Sanchez, físico y becario posdoctoral en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), quien lidera cánticos y actividades lúdicas durante las protestas en Boston. Para Sánchez, la lucha contra Musk es personal, dado que el empresario abandonó un doctorado en su campo y, posteriormente, adoptó posturas políticas y empresariales que considera perjudiciales para la ciencia y la sociedad.

El movimiento ha mantenido un compromiso firme con la no violencia, a pesar de que se han producido incidentes aislados de vandalismo y ataques contra instalaciones de Tesla en al menos cuatro estados. Las autoridades federales, bajo la administración Trump, han calificado estos actos como “terrorismo doméstico”, lo que ha generado preocupación entre los defensores de las libertades civiles.
Stephanie Frizzell, voluntaria de Dallas, subrayó en un correo electrónico que “el movimiento #TeslaTakedown siempre ha sido y seguirá siendo no violento”. Sin embargo, líderes como Donovan han recibido amenazas y acoso en redes sociales, lo que les ha obligado a extremar precauciones.
El clima de tensión se intensificó cuando el profesor de ecología Nathan Phillips, de la Universidad de Boston, recibió la visita de supuestos agentes del FBI en su domicilio, tras haber participado en una protesta. Phillips relató que la experiencia, lejos de intimidarlo, lo motivó aún más a continuar con su activismo.
El movimiento Tesla Takedown ha servido también como punto de encuentro para personas sin experiencia previa en la organización de protestas. Mike, un empleado del Departamento de Trabajo en el Área de la Bahía de San Francisco, decidió iniciar una manifestación simbólica frente a una sala de exposición de Tesla tras los recortes de empleos y cambios de programa impulsados por la administración Trump. Aunque su primer intento fue modesto, la iniciativa creció hasta reunir entre 20 y 40 personas cada semana, sumando el apoyo de sindicatos y organizaciones progresistas como Indivisible y los Socialistas Demócratas de América.

A medida que el movimiento ha ganado tracción, ha adoptado estrategias más sofisticadas, como la presión para que fondos públicos desinviertan en Tesla. En mayo, el condado de Lehigh, en Pensilvania, se convirtió en el primer fondo de pensiones público de Estados Unidos en declarar que no compraría nuevas acciones de la compañía para sus cuentas de inversión gestionadas.
El impacto de las protestas
El impacto de las protestas se ha reflejado en la percepción pública y en el mercado. Las ventas de Tesla en Europa se han reducido a la mitad en comparación con el año anterior y han disminuido en California, el mayor mercado de vehículos eléctricos del país. Celebridades como Sheryl Crow y Jason Bateman han abandonado públicamente sus vehículos de la marca. A pesar de estos desafíos, el precio de las acciones de Tesla experimentó una recuperación tras el anuncio de Musk de que dejaría de trabajar para el gobierno federal y la promesa de lanzar un servicio de robotaxi, lo que fue bien recibido por los analistas de Wall Street.
Ed Niedermeyer, escritor especializado en automóviles y autor de “Absurdo: La historia sin adornos de Tesla Motors”, ha documentado las inconsistencias y exageraciones de Musk y la compañía. Niedermeyer considera que, a pesar de la resiliencia de Tesla, Musk sigue siendo vulnerable debido a su exposición pública y a las crecientes críticas.
Mientras tanto, los organizadores de Tesla Takedown continúan movilizándose, convencidos de que sus acciones han contribuido a debilitar la alianza entre Musk y Trump. El movimiento, que ha celebrado cientos de eventos en Estados Unidos y en el extranjero, mantiene su compromiso de presionar a Musk y a Tesla a través de la protesta pacífica y la acción colectiva, confiando en que la suma de sus esfuerzos logre un cambio tangible en el panorama político y empresarial.
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