La historia comienza con el supuesto padre, y con la escandalosa ironía de su final. Federico Augusto Zichy Thyssen, dueño de una de las mayores fortunas de la historia argentina, murió el 13 de agosto de 2014 en el Sanatorio Otamendi. Su cuerpo fue velado en la Casa O’Higgins del Bajo Belgrano.
Zichy Thyssen -empresario, ganadero, megaterrateniente, uno de los mejores criadores de caballos árabes del mundo, un adicto a los opioides que volaba en su flota de aviones privados- nació en Alemania, pero fue criado en Argentina. Era conde por su padre, heredero de Fritz Thyssen, su abuelo materno, uno de los fundadores del imperio Thyssen del acero alemán, uno de los principales encargados de financiar el ascenso al poder de Adolf Hitler.
Fue despedido con gran pompa en las páginas fúnebres del diario La Nación por la aristocracia argentina. Sin embargo, a su velatorio no fue casi nadie. Federico, un hombre irascible, tiránico a veces, había quemado tantos puentes a lo largo de su vida con sus caprichos y su frenesí. Un viejo amigo, que lo quería a la distancia, sintetizó: “Socialmente, ir al velatorio de Federico era un quemo”.
Unos pocos íntimos estuvieron aquella noche en la funeraria. Su sexta esposa y su viuda, Rachel Román Núñez, una decoradora oriunda de la República Dominicana, se sentó junto al cuerpo para recibir la serie de pésames. También asistieron los abogados de Federico y los administradores de su imperio de bienes y negocios, sus colaboradores y empleados. Su secretaria personal, encargada de su errático día a día, una joven que le tenía un particular afecto, también estaba allí.

Federico le había regalado un iPhone 5, que la secretaria usaba, principalmente, para escuchar música. La viuda Rachel tomó a la mujer de la mano y le realizó un último pedido: “Andá, ponele esa canción, que a Federico le encantaba”.
Entonces, junto al cuerpo, la secretaria le dio play a la canción favorita del conde por última vez: era “My Way”, en la versión de Frank Sinatra. La letra le encajaba perfecto a la vida de Zichy Thyssen. “Errores, cometí algunos”, dice en su punto más emotivo. Así, con un clásico, llegaba el supuesto final para la historia de un hombre que literalmente vivió a su manera, que debería haber sido uno de los hombres más famosos de la Argentina dada su historia fascinante, pero que no lo fue, porque siempre vivió en secreto.
Minutos más tarde, la canción se cobraba una nueva ironía: la Policía Federal llegaba a la funeraria para llevarse el cadáver del conde con la orden de una jueza y un fiscal. La guerra por su multimillonaria herencia había estallado horas en Tribunales. Federico tuvo, al menos según sus propios cálculos, seis hijos, con los que estaba ferozmente enfrentado hace años. Una de sus hijas había denunciado en la Justicia porteña que la muerte de su padre era sospechosa, que tal vez había sido víctima de una mala praxis, o que lo dejaron morir.
Hoy, 11 años después, la historia de Federico Zichy Thyssen -el protagonista del reciente libro “La Diosa de Thyssen” y publicado por Penguin Random House- entrega un escándalo final. En el Juzgado Civil N°93, donde tramita la millonaria sucesión del conde, un humilde hombre de Corrientes pelea para ser reconocido como su último heredero.
Tal vez lo logre: tras años de insistir, la Justicia autorizó su pedido para un estudio de ADN, con una muestra que deberá ser tomada de los restos del conde. La medida es un shock para la aristocracia nacional. Si el resultado da positivo, coinciden fuentes en torno a los negocios de Zichy Thyssen, el hombre de Corrientes, que usa bombachas de campo, toma mate y viaja en micro, tendrá derecho a una parte de una de las máximas fortunas de la historia argentina, con todo el conflicto que esto implica.

La decisión de la Justicia
La medida fue autorizada por la jueza Paula Castro el 6 de octubre último, mantenida en estricta reserva y revelada a Infobae por fuentes del caso. La demanda de filiación había sido iniciada en 2020. La magistrada había ordenado en septiembre de 2021 que el cuerpo de Federico Augusto no sea retirado de su tumba de cara al reclamo.
Sin embargo, notificar a los hijos reconocidos de Federico de esta demanda -a pesar de que son parte de la sucesión en el mismo juzgado con sus respectivos abogados- fue problemático, de acuerdo al fallo de la magistrada. “Pese al largo tiempo transcurrido, hasta el momento sólo se ha logrado notificar el traslado de demanda a uno solo de los demandados, Alejandro Augusto Zichy", el hijo mayor del conde, “quien se presentó mediante apoderado en forma espontánea” en septiembre de 2024. El resto, pese a las gestiones, no pudo ser ubicado al momento de la firma del fallo.
Entonces, la jueza la hizo corta. “Con miras a tutelar el derecho a la identidad del requirente y, a la vez, evitar el dispendio jurisdiccional que conlleva continuar con los trámites de averiguación de los domicilios de los codemandados, considero que el pedido de realización de la prueba genética de ADN resulta atendible, máxime teniendo en cuenta que el resultado que dicha prueba arroje determinará, en definitiva, la continuidad del presente proceso”, finalizó.

Castro ordenó una medida decisiva para este fin: exhumar el cadáver de Federico Zichy Thyssen, enterrado a la sombra de la capilla en el Jardín de Paz de Pilar, para extraer el material genético. La decisión fue requerioda a la Dirección General de Cementerios bonaerense.
La recolección de las muestras y el estudio estarán a cargo del Primer Centro Argentino de Inmunogenética de la Fundación Favaloro, que fue propuesto por el reconocido abogado Marcos Córdoba, especialista en derecho de familia, que representa al demandante. El Cuerpo Médico Forense, que depende de la Corte Suprema, deberá ratificar el resultado.
Curiosamente, el Cuerpo Médico Forense extrajo muestras de ADN del cuerpo de Federico en la autopsia realizada en 2014. El dato, al parecer, es desconocido por el Juzgado Civil N°93. El destino y el estado viable de esa muestra, sin embargo, parecen inciertos.

El condecito de Curuzú Cuatiá
El demandante, por lo menos, encaja con precisión en la línea de tiempo de la vida de Federico. El hombre es oriundo de Curuzú Cuatiá, donde Zichy Thyssen tuvo la estancia San Juan, una de sus mayores propiedades. Allí, conservaba su colección de relojes Patek Phillippe y bailaba en los asados con sus peones, con el sombrero chambergo puesto.
El chico nació en octubre de 1964, mientras Federico estaba en pareja con su primera esposa, la brasileña Alayde Barcellós de Mutzenbecher, con quien había tenido a sus dos primeros hijos. La madre era una mujer de la zona, una docente 13 años mayor que Zichy Thyssen -que siempre salió con mujeres mucho más jóvenes-, con la que el conde tuvo un affaire de un año y medio. Al final, la docente le dio su apellido. Falleció dos años atrás, una mujer casi centenaria.
El demandante consiguió trabajo en el Estado correntino, vivió su vida, participó de su comunidad. Y su comunidad sabía de su historia. “El condecito”, lo llamaban en el pueblo. Llamó a sus tres hijos con los nombres de sus supuestos hermanastros.
El supuesto hijo número siete del conde Zichy Thyssen, incluso, asegura en privado que conoció a su presunto padre; y que pasó parte de su infancia con él, que conoció a sus hermanastros cuando eran niños, con un verano en una estancia en Santa Fe. Federico, en su relato, aparecía y desaparecía.
El conde, con su personalidad tormentosa y lábil, era capaz de darle amor en migajas, luego golpizas por simples travesuras, días de cabalgatas a solas y vuelos en avión que terminaban con retos rabiosos. El vínculo errático siguió durante su vida adulta, incluso meses antes de la muerte, con un último encuentro en Curuzú Cuatiá, presenciado, supuestamente, por la viuda Román Núñez.
Su existencia no es una novedad para los viejos amigos del conde. Varios miembros de su familia lo conocieron. “Que no lo reconozcan es una injusticia”, asegura un íntimo clave del mundo Zichy Thyssen, que conoció por dentro y la vida y los negocios del conde y al supuesto hijo.
Pero Federico Augusto, sin embargo, no hablaba del tema. El mismo íntimo asevera: “Sospecho que la cuestión le aburría”. No mencionó al chico correntino en su testamento, firmado en 2012, donde le dejaba a su viuda su mansión de la avenida Coronel Díaz en Barrio Parque, con una estatua de la diosa Venus esculpida en Roma en el siglo I° después de Cristo, subastada en Sotheby’s en 2021 por 24,5 millones de dólares, el mármol romano más caro de la historia.
Hoy, la mansión se encuentra en venta tras una intensa renovación. Un video que la muestra por dentro y desde el aire, creado por el agente inmobiliario que la ofrece, sumó más de 41 mil likes.
“¿No estaba resuelto este tema?“, se sorprendía meses atrás otro protagonista clave del mundo del conde. No se equivocaba, en parte. El hombre de Curuzú Cuatiá radicó una demanda por filiación en 1997 en el Juzgado Civil N°56. El propio conde figura como demandado en los archivos judiciales. El intento no prosperó. Se realizó un test de ADN en el hospital Durand, que dio negativo. Un abogado que representaba al hombre de Corrientes impugnó el resultado. Cerca del hombre correntino sospecharon de un juego sucio. No podía ser. Decían que Zichy Thyssen lo había tratado, básicamente, como un hijo, uno de segunda clase, pero hijo al fin.
El nuevo planteo obedece a la ciencia. El abogado Córdoba asegura: “Acompañamos un dictamen científico que asegura que que el proceso actual de determinación es superior al que se usó en 1997. Está en juego un derecho inalienable. Entonces, la cosa juzgada cede, se flexibiliza. El derecho a la identidad es irrenunciable. Pedimos que se realice inmediatamente el estudio para saber si mi representado no esté indefinidamente en espera. Si no es hijo de Thyssen, se terminó“.
—¿Por qué exhumar el cadáver, cuando se cuenta con muestras tomadas en la autopsia?
-Es una cuestión de certeza. Yo no pude controlar esa prueba. Las partes tienen derecho a controlar la producción de pruebas. Queremos que se haga sobre muestras del cadáver.

La plata
Córdoba asegura que a su cliente no le importa el dinero. Primero que nada, quiere saber si es hijo del conde. Si el resultado es positivo, entonces, será considerado un heredero. El problema es, precisamente, el dinero al que se accederá si el ADN le da la razón. Federico Augusto cedió en vida gran parte de su fortuna a sus seis hijos, a través de una serie de acuerdos firmados entre 2003 y 2010, que incluyeron las empresas que controlan sus campos, grandes desarrollos inmobiliarios, trusts en paraísos fiscales del Caribe. Fuentes en torno a los negocios del conde y el propio abogado aseguran que, en caso de un positivo, el hombre de Corrientes puede reclamar su parte.
Alguien que conoció muy bien a Zichy Thyssen y sus números, que vigila la situación de cerca, vaticina: “Puede ser un quilombo gigantesco”.
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