Decir que las viudas negras son las protagonistas del delito de moda es bastante ocioso. Es más que eso: las mujeres que drogan y roban joyas, relojes y decenas de miles de dólares a hombres 20 años mayores, ocultas a simple vista tras perfiles de redes sociales, se convirtieron en el emergente delictivo del año. Sus historias le dieron un impulso inusitado a las páginas policiales y fueron la inspiración de una serie protagonizada por Pilar Gamboa y Malena Pichot. “Viudas negras: putas y chorras”, se llamó.
Peor aún: las propias viudas negras se convirtieron en estrellas digitales. Lidia L., de 20 años, detenida este mes en Choele Choel, Río Negro, se volvió viral con las fotos de su arresto. Había drogado y desvalijado a dos hombres en Caballito y Saavedra, según la acusación de una jueza porteña. Hasta tuvo el descaro de pedir un rescate millonario por lo que supuestamente robó.
Lidia escapó de vuelta a casa en la Patagonia con un pedido de captura en su contra, para vivir con su familia, hasta que la Policía de su provincia la encontró por orden de la jueza Ángeles Maiorano. Llegó a páginas de memes en Estados Unidos. Un reel con sus fotos y su historia acumuló cinco millones de vistas.

La muerte también juega en sus historias. Al menos ocho hombres perdieron la vida a manos de viudas negras en el AMBA en los últimos dos años. El caso de Micaela “Cachorra” Vargas, acusada de apuñalar siete veces al empleado de comercio que enamoró, es paradigmático. El del economista Pablo Jimenez también.
A Jimenez lo ataron y mataron a golpes en junio último en su departamento de la calle Castex en Palermo; hay dos jovenes detenidas por el caso. La investigación de la brigada de la Comuna 14 de la Policía de la Ciudad determinó que había contactado por Tinder a dos chicas. Luego, se sumaron dos varones más a la escena. Su portero y su empleada doméstica descubrieron el cadáver horas después del hecho.

La historia básica de la viuda negra, la de manual, la mujer seductora que espera a su blanco en la noche , parece demodé de cara a tanta acción en Tinder, pero no está en desuso. Todavía se estila, principalmente en las discotecas de Palermo, donde las ladronas explotan el viejo pero aún vigente sistema de presencias en torno a las mesas de los sectores VIP. Los turistas de entre 40 y 50 años son el premio mayor. Una conocida discoteca fue allanada con fuerza a comienzos de este año por la brigada de la Comuna 14 de la Policía porteña, sospechada de ser un nido de viudasd.
Hay casos interesantes en el circuito de bares. Micaela Garrido fue detenida a comienzos de este año, acusada por el fiscal Cosme Iribarren de robar a un hombre de Villa La Ñata que había conocido entre copas en Plaza Serrano. La chica tenía una particularidad: era cabo de la Policía Federal Argentina. Sus compañeros en la fuerza bromeaban que Garrido solía manejar un auto que no se condecía con su sueldo.
Hay viudas negras de todas las edades, por otra parte. No solo juegan este juego las chicas de 20. Diana Arita Cornejo, una mujer de 62 años, fue arrestada en marzo de 2025 por la Policía Bonaerense, acusada de matar a un jubilado 15 años mayor que ella, que había conocido tiempo antes y que la invitó a su casa en Lanús Oeste tras cenar en una parrilla de Quilmes. Las cámaras de seguridad la mostraron mientras dejaba la casa del hombre con dos bolsos, a pie de vuelta a la estación, con lo que se pudo llevar.

Sexo sí
“Antes, una viuda no tocaba a un palomo al que robaba”, asegura un habitué del hampa. “Era una deshonra”, agrega. Hoy, para una ladrona, tener un encuentro previo con su víctima es la mejor forma de evaluar un botín.
El 7 de enero último, un informático invitó a una chica a su departamento en la calle Soldado de la Independencia, zona de Palermo, a poca distancia del Hipódromo. Tal vez, se sentía con suerte. El hombre, de 46 años, la había conocido en Tinder ocho meses antes. “Agustina”, era su nombre. La chica era mucho más joven: 20 años, esbelta, pelo lacio negro y con dos o tres tatuajes. Tras tanto hablar, la había citado en su casa un día antes. Pasaron la noche juntos. Ese martes, tal vez entusiasmados, decidieron repetir, según el testimonio de él.
A mediados de marzo, “Agustina”, oriunda de Lomas de Zamora, terminó detenida por la División Robos y Hurtos de la Policía de la Ciudad, procesada por el juez Martín Peluso. A su víctima, le robó 24 mil dólares, un par de lentes Gucci y seis botellas del champán francés Veuve Clicqot Ponsardin.
Hay equipo
“Agustina”, cuyo verdadero nombre es Juliana J., tiene una particularidad que la destaca de sus colegas, si es que es culpable: robó sola. Pidió un auto de aplicación para llevarse el botín. No la esperaba tras el asalto el clásico equipo de apoyo de jovenes ladrones que suele llegar para llevarse la plata y las joyas.
Un detective policial que encarceló a varias viudas negras asegura:
“Sus cómplices son conocidos de sus barrios. Suelen tener antecedentes menor por hurtos y tenencias de drogas. Se gradúan a las ligas mayores como soportes de las chicas. Tienen lazos estrechos con ellas". La banda de adolescentes que mató al economista Jimenez, por ejemplo, venía del mismo edificio en Constitución, en la esquina de Cochabamba y Jujuy.
Los cómplices están en constante contacto con las viudas durante los hechos, a través del celular. Son, también, su garantía de seguridad si algo sale mal durante la cita, donde una mujer de 20 años le roba en la casa a un hombre adulto que usualmente tiene una pistola en el cajón. Tampoco es un delito de ocasión. Que un ladrón le ofrezca a una chica ser viuda negra por una noche de cara a una fija es algo que no ocurre.

¿Por qué lo hacen?
¿Qué explica a una viuda negra? La pregunta no es ingenua. Tiene que existir una dinámica que justifique el fenómeno. Tal vez, sea la promesa de un botín alto ante una pena baja. Ponerle clonazepam a un gin tonic no implica una agravante en el Código Penal. Los casos de viudas negras se suelen enmarcar en el delito de robo simple o con el uso de violencia: la utilización de narcóticos está contemplada en el artículo 78 del Código.
La figura de abandono de persona, aplicada por magistrados como Martín Yadarola -el juez que procesó a “Cachorra” Vargas- agrava un poco más la posible pena. Ni siquiera es aplicable la calificación de tentativa de homicidio; las viudas no buscan matar, no a priori. Pero el riesgo de morir ante un exceso de psicofármacos es obvio.
Un reconocido juez que suele trabajar casos de este tipo se frustra: “Atacan con medios altamente peligrosos. Debería existir un estudio que determine si el exceso en el dosaje de psicofármacos causa un daño al cuerpo. No hace falta llegar a otro muerto para frenar el fenómeno. El siga-siga es inviable”.

Tal vez, sea el barrio. Años atrás, la Villa Zavaleta se había convertido en un nodo de acusadas, con más de una decena de casos en los primeros años de la pandemia. Otros nodos fueron detectados en la villa 1-11-14, o en Constitución, a lo largo del área sur de la ciudad.
Pero, en el fondo, se trata de sus historias, y del mundo que las rodea. “Ayelén”, la viuda negra que durmió en 2023 a un comisario de altísimo rango tras una cena en Puerto Madero para robarle sus armas, fue condenada a seis años de prisión en septiembre de este año por el Tribunal N°22 en un fallo ómnibus junto a otros seis hampones. La lista de delitos por los que fueron sentenciados también es larga: robo en poblado y en banda, amenazas coactivas y robo simple. Su banda la esperó a la salida del departamento del comisario.
“Ayelén”, cuyo verdadero nombre es Mónica B., participó en tres hechos de acuerdo a la condena, incluido un clásico robo a mano armada. Saldrá de prisión en algún momento de 2029.

El vacío y el deseo
Uno creería que una viuda negra, por default, es una maestra de la maquinación. Un detective de amplia experiencia asegura: “Son más ingenuas de lo que parece. Una de las detenidas por el crimen del economista Jiménez dijo cuando se la llevaban a la comisaría que no sabía que el tipo había muerto.”
Ser viuda negra, en todo caso, le ofrece a mujeres ser parte del mercado del delito. Pero también, ser viuda negra llena otro vacío.
Otro juez en los tribunales porteños, de amplia experiencia, menciona un punto rara vez analizado: “Vos tenés una población cada vez más inmensa en el mundo marginal, en la precariedad social y económica. El delito siempre fue ‘cosa de hombres’. Y hoy, las mujeres que ven presos a sus familiares hombres, encontraron una manera de meterse en la actividad criminal".
“Una chica de 18 años no tiene el físico para ponerse una pistola al cinto y robar un kiosco. Pero, con poco esfuerzo, y apenas astucia, encuentra cómo hacer lo mismo y muchas veces con mejores resultados que los hombres de su familia”. El deseo sexual de la víctima, usualmente, hace el resto.
Nicole S., de 22 años, ex vecina de Barracas, fue condenada la semana pasada por drogar y desvalijar a dos comerciantes junto a una menor de edad. Nicole es madre de dos chicos, tuvo al mayor a los 14 años: dos de sus hermanos están presos.
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