“Yo lo que le pido al juez es justicia, justicia que haya, por favor. Me mató a mi hijo. Tenía 16 años recién. Por favor, eso es lo que pido. Justicia”. Esta frase sintetizó todo el dolor de Irma Lima, la mujer de 87 años, que reclamó para que se esclarezca la desaparición y muerte de su hijo, Diego Fernández Lima, ocurrida el 26 de julio de 1984 en el barrio porteño de Coghlan.
Durante una entrevista en Radio Mitre en el programa Alguien tiene que decirlo, conducido por Eduardo Feinmann, la madre del joven, a quien conocen en el barrio como Pochi, dio su testimonio por primera vez, en esta ocasión mano a mano con la periodista Mercedes Ninci, movilera del ciclo radial.

El pedido de la mujer se produce horas antes de la declaración de Graf, pactada para hoy a las 10:30, quien manifestó su voluntad de poder brindar explicaciones ante el tribunal. Su defensa había solicitado esto al Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nº56, a cargo del juez Alejandro Adrián Litvack. Por ende, el fiscal Martín López Perrando, titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N°61, aprobó que el sospechoso de 58 años comparezca este viernes ante la Justicia.

La madre de Fernández Lima insistió en su pedido de avances en la causa: “No puede ser una persona que ya esté suelta, que no esté detenida. ¿Y nosotros qué somos? Nos matan los hijos, ¿nos tenemos que quedar como estamos? Así estoy yo, con pena, llorando, recordando lo bueno que era, era estudioso, deportista”, reveló angustiada.
La mujer relató que durante cuatro décadas vivió esperando el regreso de su hijo desaparecido en 1984, manteniendo su cuarto “intacto” y recordando las distinciones que había obtenido en la escuela y en actividades deportivas.
En la entrevista, Lima señaló desconocer los motivos del crimen: “Sé que lo mató, nada más, no sé por qué lo mató, eso es lo que quiero saber, quiero justicia, yo quiero saber qué pasó”.
Frente a la posibilidad de que Cristian Graf o su familia desconocieran la presencia del cuerpo en la vivienda, respondió: “¿Y quién lo mató? Si él no lo mató, ¿quién lo mató? ¿Dónde está?”. Y repitió: “Que lo agarren ya, ya pido, por favor, justicia”.

La mujer explicó que ni ella ni su esposo tenían vínculo ni conocimiento previo de Graf, nunca habían escuchado a esta persona mencionada por su hijo ni lo habían recibido en su casa.
La mujer también describió el desgaste de los años de búsqueda y el dolor diario por la ausencia, evocando cómo su marido salía cada vez que recibía un aviso que podría haber algún indicio sobre el paradero del joven: “Salía volando porque le decían: ‘Me parece, puede ser Diego, puede ser Diego’. Llegaba y no era, y volvía de vuelta; se iba en bicicleta. Yo acá mirando desde el balcón, la ventana de vidrio que me parecía que, que volvía, que venía y nunca más vino”, destacó con dolor.
Cristian Graf, hoy principal sospechoso, había declarado ante la prensa que “le habían puesto el cuerpo de Diego en el jardín” y que no tenía vínculo con el crimen ni conocimiento de que el cuerpo hubiera estado en su casa. Sin embargo, la madre rechazó esa posibilidad y pidió enfáticamente su detención: “No tiene por qué estar suelto, puede volver a hacer lo mismo que le pasó a mi hijo. Justicia y justicia, nada más pido”.
La causa
El hallazgo, el 20 de mayo último, de restos humanos en una vivienda de Coghlan provocó una investigación que permaneció sin resolver durante más de cuatro décadas. Fue la confirmación de que el cuerpo encontrado en el jardín de la casa de Cristián Graf corresponde a Diego Fernández Lima, desaparecido desde el 26 de julio de 1984.
El fallo, basado en el artículo 294 del Código Procesal Penal de la Nación, establece que existe un “estado de sospecha suficiente” para citar a Graf, rechazando además las solicitudes de la defensa, que incluían el archivo de la causa, la impugnación de un informe del Ministerio de Educación y la reasignación de la dirección de la investigación.
El fiscal Perrando sostuvo que Graf habría realizado “maniobras unívocas destinadas a encubrir el hecho precedente”, entre las que se incluyen explicaciones consideradas inverosímiles, como la afirmación de que los huesos habrían llegado al lugar en un camión de tierra durante la construcción de una pileta, así como actitudes evasivas frente a autoridades y testigos.

En su dictamen, el fiscal remarcó: “Las manifestaciones del sospechoso resultan no solo absolutamente inverosímiles y pueriles, sino que denotan y remiten a un claro conocimiento previo de la existencia de los restos óseos en el lugar”.
Aunque la investigación aún no ha logrado identificar al autor del homicidio, sí ha determinado que Fernández Lima fue asesinado y su cuerpo ocultado en una fosa excavada en la propiedad de la familia Graf.
El informe del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) concluyó que el adolescente murió a causa de una puñalada en el tórax, con una marca visible en la cuarta costilla derecha, y que posteriormente se intentó desmembrar el cuerpo utilizando una herramienta similar a un serrucho.

Los peritos recuperaron 151 fragmentos óseos junto a objetos personales, entre ellos una moneda japonesa, un reloj Casio fabricado en 1982 y una corbata del uniforme escolar.
El descubrimiento se produjo cuando obreros que trabajaban en la propiedad vecina notaron el desmoronamiento de tierra y alertaron a la hermana de Graf, quien a su vez dio aviso a la policía.

La noticia del hallazgo en la vivienda de avenida Congreso 3742, habitada por la familia del sospechoso desde los años 70, llevó al sobrino de la víctima a contactar a la fiscalía ante la sospecha de que los restos pudieran pertenecer a su tío desaparecido. La identidad de Fernández Lima fue confirmada mediante una muestra genética tomada a su madre.
El vínculo con Graf
En 1983, Fernández Lima y Graf compartieron estudios en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N°36 “Almirante Brown”. La desaparición del adolescente fue inicialmente reportada como una presunta “fuga de hogar”, lo que dio inicio a una extensa búsqueda que incluyó la distribución de panfletos en distintos barrios y la aparición de la familia en medios de comunicación.
El padre de Diego falleció en 1986 sin conocer el destino de su hijo, mientras que la madre y los hermanos continuaron la búsqueda durante décadas.
En el marco de la causa, la fiscalía desestimó la utilización de georradar para localizar posibles restos faltantes, pero consideró pertinente solicitar grabaciones de programas televisivos en los que pudieran haber participado exalumnos de la ENET N°36.
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El sospechoso se presentó ante el juez Alejandro Adrián Litvack y el fiscal Martín López Perrando. La acusación sostiene que realizó maniobras para desviar la atención, cuando se confirmó la identidad de la víctima, desaparecida en 1984
