
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal (TOF) N°6 de la Capital Federal abrió el juicio oral contra Walter Barrientos García, de 60 años, acusado de abuso sexual con acceso carnal y trata de personas con fines de explotación sexual agravada en perjuicio de una adolescente de 16 años captada bajo engaño en 2012.
El comienzo del proceso se vio marcado por el testimonio de la víctima, quien identificó al imputado y precisó detalles sobre los hechos investigados, según el portal Fiscales.
La instrucción de la causa se remonta a una denuncia anónima realizada en 2021 a través de la Línea 145, lo que llevó a la intervención de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX). Posteriormente, la joven amplió su declaración en Cámara Gesell, asistida por profesionales de la Dirección General de Acompañamiento, Orientación y Protección a las Víctimas (DOVIC).
El requerimiento de juicio fue impulsado por el titular de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N°5, Franco Picardi, mientras que la acusación quedó en manos de la fiscal general Gabriela Baigún, responsable de la Fiscalía General N°3 ante los TOF.
Durante la primera audiencia, la testigo —identificada como “C” para preservar su protección— brindó su relato mediante videoconferencia, con la cámara apagada y acompañada por una psicóloga del Programa Nacional de Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata del Ministerio de Justicia.
El tribunal, presidido unipersonalmente por el juez Adrián Grünberg, denegó el pedido de la defensa para que la joven declarara con la cámara activada, acatando el criterio del Ministerio Público Fiscal y protegiendo su identidad.
En el inicio de su testimonio, la mujer —actualmente de 29 años— reconoció que Barrientos García la engañó a través de una oferta laboral de masajes difundida por internet. Explicó que, al momento de los hechos, atravesaba una situación de extrema vulnerabilidad, sin hogar estable, y que aceptó el contacto con la esperanza de obtener trabajo.
Así, contó que llegó hasta un departamento ubicado sobre la calle Arenales al 2400, en el barrio porteño de Recoleta, donde el acusado operaba lo que presentaba como un espacio de masajes, aunque en realidad se trataba de un lugar de explotación sexual.
En el juicio quedó plasmado que la adolescente, recién llegada al sitio, recibió la instrucción de desvestirse para supuestamente aprender técnicas de masajes. De inmediato, se produjo el primer abuso sexual, mientras que un segundo episodio se habría repetido en el mismo ámbito.
La chica quedó captada en ese circuito por cerca de tres meses, tiempo durante el cual debía atender a varios hombres adultos al día, percibiendo solo una fracción del dinero abonado por los “pases”.
“Atendía hasta tres personas por día y solo recibía un tercio de lo que le daban los clientes. Lo demás debía dárselo a él”, señaló la víctima.
El acceso al departamento siempre dependía de Barrientos García. La víctima —según sus propias palabras— nunca obtuvo una llave, lo que la colocaba en permanente situación de dependencia. “A mí me daba miedo que me quisiera dejar adentro”, admitió ante el tribunal.
Reconoció, además, los departamentos donde fue explotada a partir de las fotos exhibidas por el Ministerio Público Fiscal. Según se reconstruyó en el expediente, además de “C”, otras cuatro mujeres—de entre 20 y 30 años—eran forzadas a prestar servicios sexuales en el mismo edificio, de lunes a sábados, de 11 a 19 horas.
La acusación
El contenido de la elevación a juicio, redactada por la fiscalía que lideró Franco Picardi, refiere que Barrientos García tenía “desde el primer momento” información sobre la edad de la joven y su situación personal: “Sabía que tenía 16 años y también que tenía un hijo”, reiteró la víctima durante la jornada.
Picardi incluyó en su requerimiento que el imputado captó a la adolescente a partir de una oferta laboral engañosa y, amparado en “una posición de autoridad”, desarrolló un vínculo en el que se combinaba la dominación económica, la asimetría de poder y el control psicológico. En la acusación, el fiscal sostuvo que esta modalidad permitía limitar la libertad de la joven y condicionar su voluntad.
Se comprobó la existencia de jornadas extensas y reiteradas, así como las directivas del acusado para que la adolescente mantuviera relaciones sexuales con los clientes a cambio de dinero. El circuito de explotación, determinó la fiscalía, fue consolidado en el marco de una situación inicial de calle y ausencia de recursos, factores que aprovecharía el acusado para consumar tanto la explotación como los abusos.
La declaración de la “testigo C” arrojó además que, tras varios meses, pudo distanciarse definitivamente de Barrientos García después de un viaje a Córdoba, aunque el imputado habría intentado contactarla con posterioridad.
El juicio a Barrientos García se produce cuando ya pesa sobre él una condena —confirmada el mes anterior— de siete años de prisión por abuso sexual agravado.
Al inicio de la audiencia, Barrientos García arribó desde el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz y optó por no declarar, aunque dejó abierta la posibilidad de hacerlo en el futuro. Se le imputan los delitos de abuso sexual con acceso carnal en al menos dos oportunidades y trata de personas agravada por la minoría de edad de la afectada, el engaño empleado y el aprovechamiento de su situación de vulnerabilidad.
“Generó que la víctima careciera de recursos psíquicos para rechazar eventuales agresiones sexuales”, y que esta capacidad de resistencia “se encontraba mermada o directamente anulada” a raíz de un esquema sistemático de violencia y dominio ejercido por el acusado, dijo el fiscal.
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