
En Buenos Aires, de vez en cuando, se mata por el territorio.
Lidia Isabel P. tenía 51 años y había sido parte, durante años, de la atmósfera de hoteles y esquinas del barrio porteño de Constitución, marcada por prostitutas y dealers, o prostitutas dealers, y adictos. El 26 de diciembre de 2024, dos personas diferentes llamaron al 911 para reportar una pelea en la esquina de Sáenz Peña y Pavón. Ella era la víctima. La atacaron dos desconocidas, que le dieron una golpiza y huyeron.
El SAME llegó al lugar para asistirla. Así, fue trasladada al Hospital Ramos Mejía, con varios cortes en su cabeza, hematomas por todo el cuerpo. Sin embargo, antes de que le dieran el alta, Lidia escapó.
La Policía de la Ciudad la encontró inconsciente, moribunda ya en la plaza Alfonsina Storni, en la esquina de la avenida San Juan y Virrey Ceballos. La llevaron de vuelta al hospital Ramos Mejía. Allí, finalmente, Lidia murió. La autopsia posterior marcó que la causa fue una hemorragia interna en el bazo provocada por la golpiza. El órgano, básicamente, explotó.

La semana pasada, tras una investigación a cargo del fiscal Leonel Gómez Barbella y la jueza Laura Bruniard, detectives de elite de la División Homicidios de la Policía Federal -que pertenece a la DFI- detuvieron a dos sospechosas por el crimen.
Fueron identificadas como Carmen V., de 43 años, oriunda de Florencio Varela, y Jésica A., 36 años, porteña, con domicilio en una vieja pensión cercana a la esquina del crimen. El motivo del asesinato, precisamente, fue el territorio, el control de la parada.
Así cayeron las acusadas
Un informe policial del caso asevera: “En cuanto al desencadenante de la pelea, se determinó que la misma se habría originado por una disputa territorial por venta de drogas y ejercicio de la prostitución en la vía pública, donde las imputadas mantenían un dominio significativo sobre la zona, lo que permitía llevar a cabo sus actividades ilícitas con total impunidad”.
Llegar a Carmen y Jésica no fue sencillo.
Para empezar, ninguna cámara registró el hecho. Sin embargo, un llamado al 911 contenía la descripción de una de las acusadas. También, una cámara privada de la cuadra, a pesar de no filmar la golpiza, contenía un registro de audio. Así, se llegó a Jésica, habitué de la Plaza Garay.
Quedaba, entonces, caminar Constitución. Un histórico detective de la División Homicidios logró testimonios clave que llevaron al móvil del crimen, así como a datos de las acusadas, los hoteles que frecuentaban, sus paradas.
Carmen, por ejemplo, solía dormir en un hotel de la calle Solís al 1600. Tras el crimen de Lidia, dejó el lugar.
Jésica A. fue arrestada en su zona usual. Carmen, en cambio, fue más escurridiza. Su viejo hotel, sin embargo, le marcó la suerte. Allí, dejó en los registros un número de teléfono que, insólitamente, nunca descartó. El dato permitió geolocalizar su celular en la localidad bonaerense de Ciudadela. Ahí, la encontraron mientras ingresaba a una pensión.
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