
Nelson Hurtado Castro, nacido en 1986 en Santa Cruz de la Sierra, vecino del Barrio Sarmiento de Villa Celina, pasó algunos años preso, acusado de ser parte de la segunda línea de una banda de dealers que operaba en la jurisdicción de San Martín. La organización tenía una particularidad: solían hablar entre sí en quechua, lo que dificultaba un poco seguirles el rastro. Nelson no era un jugador de particular importancia. En 2015, el Tribunal Oral Federal N°5 de San Martín le pidió cuatro años de cárcel, la mitad que a sus jefes. Incluso trabajó en prisión, algo que nunca haría un narco de peso, cobró durante casi tres años el modesto sueldo tumbero por tareas menores.
En abril de 2016, el mismo Tribunal le dio la libertad condicional, bajo la imposición de que no beba ni se drogue o se vuelque al delito otra vez. Y así salió, hacia cosas más grandes.
Esta semana, la Policía Bonaerense lo arrestó junto a su hermano menor, Sergio, de nacionalidad argentina, tras una investigación de la UFI especializada en drogas de La Matanza de la fiscal Julia Panzoni y el Juzgado de Garantías N°5 de Gustavo Blanco, y luego de que una denuncia anónima los traicionara.
La Dirección de Investigaciones Delitos Económicos de la Policía Bonaerense encontró a los Hurtado tras cinco allanamientos en puntos como Villa Celina, San Justo y Tapiales. Tenían más de tres kilos de cocaína, medio kilo de porro y una máquina de contar billetes.
También, tenía un auto nuevo y un kilo de otra cosa: cocaína rosa, el euforizante 2CB que comenzó en el hampa argentina como un consumo específico para ladrones colombianos en discotecas, y que trepó en los últimos dos años hacia los menúes de dealers de jóvenes de Barrio Parque y Barrio Norte, más cara que la cocaína blanca de alta calidad.
“A las chicas les encanta, es como jalar chicle en polvo”, reconoce un habitué del mercado negro, un hombre movedizo por WhatsApp.
Suele ser un caso de gato por liebre en el mercado transa. Una banda de colombianos procesada por el juez Sebastián Casanello teñía cocaína común con colorante de torta en su cocina de Villa Lugano, pero la droga que los Hurtado tenían fue certificada por un peritaje químico, era el artículo real.
Nelson fue arrestado en su casa de Villa Madero con casi todo su stock: la cocaína común y la rosa también, así como su máquina de contar plata.

La trampa y la ambición se entienden. Fuentes policiales que investigaron el caso detallan que la 2CB en el tarifario de Hurtado podía tener un precio mayorista de diez mil dólares el kilo, contra siete mil u ocho mil de la cocaína regular.
Nelson, por otra parte, tenía otra cuenta pendiente, según descubrió el sistema: un pedido de captura vigente de un juzgado de Lomas de Zamora, también por narco.
Los hermanos Hurtado no son los primeros en caer con un kilo de 2CB o “Tuci”. En julio de este año, la Sub DDI de José C. Paz arrestó a 12 hombres y mujeres, varios de ellos de nacionalidad peruana, con otro kilo de polvo rosa entre su stock de droga blanca. La mantenían fraccionada en cuatro bolsas de nylon que tenían un rasgo que llamó la atención de las autoridades: cada paquete llevaba pegada encima una etiqueta con la bandera de Perú y el logo del personaje infantil Dumbo, creado por Walt Disney. También tenían seis kilos de cocaína, efectivo y varias armas de fuego.
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