Hay una estadística histórica entre los investigadores de fuerzas de seguridad acostumbrados a perseguir el tráfico de aves, el mayor negocio clandestino de fauna en la Argentina, que puede verse a simple vista en ferias populares o en tiendas de mascotas sin papeles. Pueden verse especies en peligro crítico de extinción como el cardenal amarillo, célebre por su canto. Los pájaros son capturados en el campo con métodos rudimentarios, luego trasladados en baúles de vehículos o asientos traseros sin ninguna precaución. De diez animales traficados, se estima que nueve mueren antes de llegar a la venta. Y de todos estos lugares de venta clandestina, la feria de Nueva Pompeya es un clásico histórico.
Esta semana, la División Delitos Informáticos Complejos de la Policía de la Ciudad y el Cuerpo de Investigaciones Judiciales del MPF porteño bajo las ordenes del fiscal Carlos Rolero Santurián, especializado en delitos ambientales, allanaron seis objetivos entre la Ciudad y Banfield para detener a dos sospechosos de 38 y 23 años que operaban en la feria, acusados de caza furtiva, comercialización y acopio de animales.
Les encontraron más de 52 aves: 20 cabecitas negras, cardenales de copete rojo, jilgueros blancos y una reina mora, así como una escopeta calibre 12/70 y un revolver calibre 32, junto a un rifle de aire comprimido. Conservaban a sus presas en 24 jaulas, que fueron incautadas.
Para capturarlos, usaban un método particularmente cruel, según confirmaron fuentes de la investigación a Infobae. Con un llamador de aves, atraían a sus presas con un poco de alimento como cebo. Pero el cebo tenía un truco: estaba sobre pegamento. Así, el pájaro quedaba inmóvil, sin posibilidad de poder huir.

La investigación de la División Delitos Informáticos Complejos comenzó en la feria de Sáenz y Perito Moreno durante tres fines de semana. Allí, se constató el mal estado de los animales vendidos y a las personas que durante los fines de semana descargaban las jaulas.
Así, se comenzó un seguimiento para identificarlos: los domos del Centro de Monitoreo Urbano permitieron identificar a un encargado de los puestos y al transportista. Así, comenzó un seguimiento para detectar sus direcciones.
Con esta información fueron finalmente allanados. Los pájaros recuperados fueron entregados a la ONG Pájaros Caídos, que actuará como depositario judicial de las aves. En los operativos también participaron la Dirección Operativa de Sanidad Animal, y de la Dirección General de Control Ambiental (DGCONTA) de la Agencia de Protección Ambiental (APRA), del Gobierno de la Ciudad.
Por lo pronto, no se encontraron especies exóticas en la redada, solo domésticas.

En la Argentina, capturar y vender un pájaro autóctono es un delito federal penado por la Ley de Fauna, la número 22.421, con un máximo de dos años de cárcel. Que las aves en general sean mayoría en estos operativos policiales no es casualidad: representaron a mediados de la década pasada el 90% de todas las especies incautadas por Delitos Ambientales de la PFA, que encontró y liberó 1500 ejemplares entre 2016 y 2017.
El traficante de aves tiene un perfil claro. Un investigador veterano apunta a Infobae: “Son hombres grandes, de edad mediana o avanzada. Hacen esto desde casi toda su vida. Capturan las aves en el monte entrerriano o en el norte argentino y las traen a Capital Federal y al conurbano para la venta. Cuando los detenés te dicen: ‘No sé hacer otra cosa.’”
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