Ricardo Fort: el artista que logró convertir su sueño en realidad pero no tuvo tiempo de disfrutarlo

“El Comandante” nació el 5 de noviembre de 1968 y fue uno de los herederos de la fábrica de chocolates más importante del país, pero decidió que su camino estaría ligado al espectáculo y luchó hasta convertirse en el mediático número uno

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Ricardo Fort había soñador siempre
Ricardo Fort había soñador siempre con ser un artista famoso

—Si tu papá pudiera verte en este momento, ¿qué le dirías? —le pregunté en una oportunidad a Ricardo Fort.

—Le diría: “Mirá papá, llegué” —me respondió “El Comandante” con los ojos empañados por las lágrimas.

En el departamento del mediático, sito sobre la calle Sucre al 1900 de Belgrano, siempre estaba prendida la televisión. Porque siempre, en todos los programas de espectáculos, hablaban de él. Y él se jactaba de poder modificar la rutina de cualquier ciclo con un simple mensaje de texto (en esos años no existía el WhatsApp), algo que lo hacía sentir súperpoderoso.

El movimiento era constante. Los “gatos” (así llamaba a los modelos que lo acompañaban) jugaban a la PlayStation. Nunca faltaba algún custodio dando vueltas. Sus hijos, Martita y Felipe, por momentos se sumaban a la escena junto a su pareja de entonces, Rodrigo Díaz. Y nunca podía faltar un periodista, un actor o algún productor hablando con él de trabajo. Corría el año 2012. Y, pese a todos los pronósticos, había logrado lo que siempre había querido.

Nacido el 5 de noviembre de 1968, Ricardo era el menor de los tres hijos de Carlos Fort, heredero de la fábrica de chocolates FelFort creada por Felipe Fort y Marta Campa. Lo que se esperaba de él era que, al igual que sus hermanos, Jorge y Eduardo, se dedicara a seguir construyendo el imperio familiar que había comenzado su abuelo paterno. Sin embargo, estaba claro que había heredado la vocación de artista de su madre y no la de empresario de su padre.

Ricardo Fort y su madre,
Ricardo Fort y su madre, Marta Campa

Marta, la mujer que en el funeral de su hijo repartió discos con temas grabados por ella, era cantante. Y era la única que veía con buenos ojos que Ricardo quisiera dedicarse al mundo artístico. Sin embargo, don Carlos, que había sido quien había logrado posicionar la empresa familiar a costa de trabajo y sacrificio, se sentía frustrado al ver que uno de sus descendientes no estaba dispuesto a darle la vida a la fábrica. Y se lo hacía saber.

Pero Ricardo reconoció que no era solo su vocación sino, también, su orientación sexual lo que irritaba a su padre. “Prefiero tener un hijo drogadicto y no un hijo pu...”, contó que le dijo en una oportunidad, mientras ambos iban en el auto. Porque, en el pensamiento de su progenitor, un artista no tenía futuro. Y ser homosexual era, para él, una condición vergonzante.

Lo cierto es que Ricardo nunca estuvo dispuesto a abandonar su sueño. Es verdad que, durante muchos años, ocultó sus cuestiones amorosas. Y hasta intentó mostrarse con parejas femeninas como para evitar comentarios que hoy serían impensados pero que, apenas una década atrás, eran habituales en los medios. Sin embargo, siempre supo que su objetivo era ser famoso, que la gente lo ovacionara y que todos hablaran de él. Y lo logró.

Con apenas 19 años, se fue a vivir a Los Ángeles con Gabriel Rydz, un empresario que representó para él un pasaje a la libertad. Y, cuando pareja se terminó, se mudó a Miami donde empezó a dar sus primeros pasos como cantante. Pero no la tuvo nada fácil. Dicen que, dando el brazo a torcer, su padre se contactó con Ramón Palito Ortega para que le tomara una prueba. Pero que el creador de La Felicidad lo evaluó y consideró que, aunque era afinado, no lograba trasmitir lo suficiente como para convertirse en una estrella.

"El Comandante" en su juventud
"El Comandante" en su juventud

Ricardo quería ser como Ricky Martin. Pero se sentía frustrado al ser rechazado en los castings de las discográficas, mientras su ídolo no hacía más que crecer en su carrera. De hecho, a fines de los ‘90 grabó el tema No Volverás, con el que llegó a presentarse en la televisión argentina para el ciclo Movete, de Carmen Barbieri. Pero su participación no tuvo mucha repercusión. Más bien, pasó inadvertida. Y, en determinado momento, se frustró y estuvo a punto de bajar los brazos.

Casi resignado, Ricardo volvió al país y trajo consigo la idea de lanzar las barritas de cereales basadas en los suplementos proteicos que él consumía en los Estados Unidos, lo que le dio a la empresa familiar un impulso imprevisto. De todas formas, él seguía fantaseando con las cámaras, los escenarios y las tapas de revistas.

Sucede que el chocolatero había decidido hacer una suerte de reality de sus días en Miami. Tenía una cámara que lo seguía cuando circulaba en su Rolls Royce, cuando cerraba locales para comprar ropa extravagante o relojes Rolex, cuando caminaba junto a sus guardaespaldas y cuando se mostraba junto a su supuesta novia, por entonces, Celina Rucci. De manera que se convirtió en un verdadero personaje de YouTube. Y esto hizo que Marcelo Tinelli terminara poniendo sus ojos en él.

El resto es historia conocida. En 2009 desembarcó en ShowMatch para participar en El musical de tus sueños. Y, al año siguiente, ya formaba parte del jurado de Bailando por un sueño. Paralelamente, montó la obra Fortuna. Y recorrió todos los programas de televisión de la época, como Intrusos, Infama y Ponele la Firma, generando todo tipo de escándalos mediáticos.

Fort al frente de su
Fort al frente de su propio programa de televisión

Después, se distanció por un tiempo de Tinelli. Y, en 2012, decidió invertir su propio dinero en montar un programa a la medida de sus necesidades: Fort Night Show. Al mismo tiempo hizo la obra Mi novio, mi novia y yo. Y luego volvió al Bailando como jurado invitado por el conductor del ciclo, a quien había defenestrando públicamente. Porque, en definitiva, él sentía que ese era el lugar donde tenía que estar.

Para entonces, la salud del Comandante -como se lo había apodado-, ya estaba muy deteriorada, en especial, por sus problemas de columna y las secuelas de una intervención quirúrgica a la que nunca debía haberse sometido. Sin embargo, él seguía priorizando los medios y abusando de la morfina. Llegaba a conducir su programa ayudado por un bastón. Y, cuando se sentó en el panel del jurado de ShowMatch intentando recuperar su espacio, lo hizo con un drenaje tras haberse sometido a una operación de su rodilla. Nunca entendió que tenía que parar, antes de que su cuerpo dijera basta.

Fue entonces cuando, frente a la pregunta sobre lo que le diría a su padre si pudiera verlo, Ricardo respondió “llegué”. Tenía su propio programa de televisión. Protagonizaba su obra de teatro. Y se había convertido en uno de los hombres más famosos de la Argentina. Acaso todo lo que quería. Pero no lo pudo disfrutar. Ya había tenido un susto en el verano del 2013, mientras hacía la obra Fort con Caviar en Mar del Plata. Y, el 25 de noviembre, mientras se encontraba internado en el Sanatorio de la Trinidad, sufrió una hemorragia en el estómago. Murió con apenas 45 años de edad, cuando, sin lugar a dudas, todavía le quedaba mucho por disfrutar.

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