
Sus más de 50 años de trayectoria y sus 107 discos grabados, no bastan para describir la carrera de Tito Puente. Idolatrado por los latinos del mundo entero, el percusionista logró posicionar los ritmos que, hasta su llegada, eran desconocidos para los anglosajones. Un poco de son montuno, otro tanto de chachachá, una pizca de mambo y, por qué no, un toque de bolero o guaguancó. La mezcla de todo eso fue lo que los estadounidenses decidieron englobar en un nombre que no significa nada y representa a todos estos ritmos a la vez: “salsa”.
Por eso, cuando el 1 de junio de 2000 partió para siempre en el NYU Langone Health de Nueva York, donde había sido ingresado para una intervención cardíaca, todo el ambiente musical lloró. Con 77 años, se había ido este grande al que habían consagrado como “El Rey del Timbal”, “El Rey del Mambo” o, simplemente, “El Rey”. Apenas unos meses antes había brindado su último show junto a la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, cuando le dio una arritmia que lo puso en alerta, marcando el fin de sus presentaciones.
Hijo de Ercina y Ernest Puente, dos inmigrantes boricuas, Ernesto Antonio -tal su nombre real-, había nacido el 20 de abril de 1923 en el Harlem Hospital Center de Nueva York. “Crecí en un barrio más bien pobre. Mis padres son puertorriqueños y fueron de los primeros de la familia en llegar a esa ciudad. Después, en la zona de Brooklyn fue creciendo la población latina, también había muchos cubanos. Y vivía mucho negro norteamericano, gente de jazz. Así que me acostumbré a escuchar esa música y la latina clásica que sonaba en mi casa. Pero ser latino era difícil en esa época. Había mucho racismo”, contó Puente.
Su familia lo llamaba cariñosamente con el diminutivo de su nombre, Ernestito, y de ahí surgió con el tiempo la abreviatura de Tito. Era un niño inquieto. Demasiado. De hecho, hasta pensó en ser bailarín y, en la década del ‘30, formó un dúo de baile y canto con su hermana, Anna, pero una lesión en el tendón lo obligó a dejar de lado ese proyecto. También le gustaba mucho hacer ruido golpeando todo lo que tenía a mano. Por eso, aunque desde los 9 años su madre lo había mandado a estudiar piano y él amaba la música, al cumplir los 15 decidió pasarse a las clases de percusión.

“Yo quería ser un bailarín como Fred Astaire, pero tuve un accidente con una bicicleta, me partí un tobillo y tuve que dejarlo. Así que me dediqué a estudiar música. Pero creo que no hay mucha diferencia entre el baile y la percusión. Porque para bailar uno tiene que tener mucho control. Es percusión con los pasos, igual que en la batería, y se necesita coordinación. Así que ambas cosas se parecen mucho”, reconoció en una oportunidad.
La gran influencia de entonces era el baterista de jazz Gene Krupa. Pero, cuando el percusionista de la banda Machito tuvo que alistarse en el ejército, Tito terminó ocupando su lugar. Sin embargo, de 1942 a 1945, su carrera se vio interrumpida, ya que debió servir a la marina en plena Segunda Guerra Mundial. Y fue recién después de que el conflicto bélico llegó a su fin, que pudo retomar su actividad artística. “Estuve en nueve batallas contra los japoneses y entré en la bahía de Tokio con McArthur. Tocaba en la orquesta. También limpiaba los baños de los oficiales. Cuando venía de permiso, mi mamá quería que le contara a sus amigos lo que hacía en la Navy y acababa diciéndoles que era el jefe de baño de los oficiales”, recordó.
Después de estudiar composición y orquestación en la Juilliard School of Music, decidió formar su propia banda de jazz latino a la que llamó The Piccadilly Boys, con la que trabajó entre 1947 y 1949. Pero, en simultáneo, siguió haciendo colaboraciones con otros grandes artistas, que veían en Puente un gran potencial. Finalmente, en la década del ‘50 llegó su consagración. Y, desde que en 1958 lanzó el álbum Dance Manía, logró posicionar internacionalmente a los ritmos caribeños, para luego sumarles el pop, el bossa nova y el jazz afrocubano.
La etiqueta de “salsa” con la que los “yankies” habían rebautizado a la música que él hacía no le gustaba para nada. “No es un término musical, es una comida, un condimento. Y no permite diferenciar a cada uno de los ritmos”, decía. Sin embargo, con alguna reticencia, en los ‘60 se sumó a esta corriente por una cuestión netamente comercial. Y siguió tocando con su orquesta, logrando que la gente baile hasta en Japón, donde se formó una banda de salseros inspirados en él. Aunque, una década más tarde, volvió a grabar discos de jazz latino para despuntar el vicio.
Además de Sophy de Puerto Rico, que fue su solista durante tres años y a quien él guio en su carrera como un padre, cantaron junto a Tito muchos grandes de la música latina como Beny Moré o La Lupe. Y su hit, Oye cómo va, fue popularizado por Carlos Santana, pero también fue interpretado por la gran Celia Cruz y Julio Iglesias, entre muchos otros artistas de renombre.
El reconocimiento definitivo le llegó con creces en los años ‘90. Además de los Premios Grammy y de una muy bien ganada estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, tuvo una participación especial en la película Los Reyes del Mambo, protagonizada por Antonio Banderas y Armand Assante, como así también en otras producciones cinematográficas. Y su popularidad lo llevó a intervenir en ciclos televisivos como el infantil Plaza Sésamo, donde cantó sus temas, y en Los Simpson donde apareció en un capítulo.

Casado con Margarita, tuvo tres hijos: Richard, quien falleció en 2004, Audrey, quien se desempeña como meteoróloga de televisión en Nueva York, y Tito Jr., quien tomó su legado para continuar difundiendo la música latina en el mundo. “Mi padre era vibrante y desbordaba de entusiasmo. Había magia en la música que tocaba. Hacía feliz a la gente alrededor del mundo, sin distinciones de raza, credo o ideología”, señaló este último en un homenaje al timbalero.
Tras la muerte de Tito Puente, lejos de ser olvidado, se convirtió en un eterno referente para todos los que, a pesar de aceptar el término “salsa”, saben apreciar a cada uno de los ritmos que por desconocimiento terminaron siendo invisibilizados por esta palabra.
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