
“Los mejores recuerdos del Negro los tengo todos los días. No hay un solo día en el que la gente no me lo haga presente. Lo digo sin exagerar. En el edificio donde vivo, cuando salgo a la calle, cuando me tomo un taxi, cuando voy a hacer compras, cuando voy al banco, cuando hablo con mis amigos, cuando voy a los programas de televisión...No hay un solo lugar donde no me pregunten por él, así que siempre está en mi vida”, dice Adriana Brodsky en diálogo con Infobae. Alberto Olmedo murió de manera absurda el 5 de marzo de 1988, hace ya 37 años, cuando cayó del balcón del piso 11 del Maral 39 de Mar del Plata. Sin embargo, tanto el público como quienes tuvieron la suerte de conocerlo, lo siguen teniendo tan presente como entonces.
—Cuando el Negro falleció, usted pasó mucho tiempo sin hacer declaraciones...
—No hice notas por años. Es muy personal, pero me daba la sensación de que no estaba bien hablar en ese momento. Me parecía que el mejor homenaje que le podía hacer a él, que ya estaba en el cielo, era mantenerme en silencio.
—Pero lo peor que le puede pasar a un artista es que dejen de recordarlo, ¿no le parece?
—Claro. Por eso después me la pasé hablando de él. Cada segundo de mi vida. ¿Mirá qué loco? Y me sigo emocionando cada vez que lo traigo a mi mente.
—¿Cómo la convocaron para trabajar con Olmedo en No toco botón?
—Yo estaba haciendo temporada en Carlos Paz y, un día, sonó el teléfono y era Hugo Sofovich. Me dijo: “Adriana, estoy haciendo un sketch nuevo que voy a presentar en el programa. Se trata de un manosanta y tiene que haber una chica muy joven. Va a ser un personaje muy lindo y tenés que ser vos”. También me dijo que iba a ser el éxito del año. Y fijate que pasaron décadas y todavía seguimos hablando de esto...
—¿Usted aceptó enseguida?
—¡No dudé ni un segundo! Cuando corté con Hugo, estaba tan contenta que corrí seis kilómetros de la alegría que tenía...¡Te juro que no podía parar de correr! Estaba feliz.

—¿Qué edad tenía usted en ese momento?
—Yo tenía 32 años y el de la Bebota era un personaje demasiado juvenil para mi edad. ¿Pero viste que uno se produce? Y bueno, al aire aparentaba ser mucho más chica, pero no era ninguna niñita...
—¿Usted lo conocía a Olmedo personalmente?
—No, para nada.
—¿Y cómo fue ese primer encuentro?
—Me junté con Hugo, que fue el creador de todo esto, en una oficina. Y el Negro estaba vestido de traje, muy serio. Era un hombre muy, pero muy educado. Yo era la primera vez que lo veía y me llamó la atención su seriedad. Nada que ver con lo que yo me imaginaba. Era una persona muy correcta. Pero de pronto, cuando empezaba la grabación, aparecía ese loco, ese personaje divertido y tierno que todos percibimos.
—¿O sea que era diferente al que conocía la gente?
—Yo creo que, en el fondo, era un poco de ese señor serio y otro poco de ese tipo alegre. Nadie tiene una sola personalidad, sino que tenemos diferentes versiones de nosotros mismos de acuerdo al lugar y al momento en que nos encontramos. Yo, por ejemplo, no soy la misma cuando estoy en un escenario que cuando estoy charlando con una amiga. Y me parece que el Negro tenía estas dos facetas.
—Pero todos coinciden en que, cuando se prendía la cámara, se transformaba...
—Sí, tal cual. Se transformaba en ese ser angelado que todos hemos adoptado y que hemos dejado entrar a nuestros hogares. Y lo digo así porque es lo que me dice el público constantemente: que han compartido muchas situaciones familiares con él y que lo extrañan.
—¿Llegaron a entablar una amistad fuera del ámbito de trabajo? ¿Eran de ir a comer o de compartir otros momentos?
—No, nunca. Y lamento muchísimo no haberlo hecho. Es una de las tantas cosas de las que me arrepiento en mi vida. Porque él solía ir a cenar con Beatriz Salomón, con Susana Romero y con todos los que estaba trabajando en el programa. La única que faltaba siempre era yo.

—¿Y por qué?
—Porque yo estaba casada con mi primer marido. Y me parecía que tenía que ir a mi casa a cenar con mi esposo en lugar de irme a comer por ahí. En ese momento yo lo disfrutaba, pero con el tiempo te preguntás: “¿Cómo puede ser? ¡Todo lo que me perdí con mis compañeros, con el Negro y con Huguito por estar con este personaje!”. Y bueno, nada...De todas formas, lo que pasaba en el programa era realmente mágico.
—¿Nunca se sintió incómoda haciéndolo?
—¡Jamás! Al contrario. Hay mucha gente que opina sobre ese sketch. Y te puedo asegurar que nunca conocí a una persona que respetara tanto a una mujer como lo hacía Olmedo. Él, Hugo y toda su compañía.
—Se entiende que no se puede juzgar el humor de hace casi cuatro décadas con la mirada de la sociedad actual...
—No, obviamente. Pero creo que también tenemos que ser objetivos y ver la parte buena de ese humor, que muchas veces no se ve.
—¿Cómo se enteró usted de la muerte de Alberto?
—Estábamos todos en Carlos Paz y fue una tragedia. Nos quedamos paralizados. Primero, pensando que se trataba de un chiste del Negro, porque él podía decir cualquier cosa y no tenía límites para las bromas. Pero, después, nos pasó lo mismo a que todos. Porque yo creo que se paralizó el país con la muerte de Olmedo. A nosotros nos pasó lo mismo que a los que no eran famosos y también lo amaban. Nos costaba reaccionar, darnos cuenta de lo que había pasado. Yo, de hecho, me quedé muda no sé por cuantas horas.
—¿Literal?
—Sí, no podía hablar. No entendía cómo podía haber pasado eso. Sentía que no podía ser real lo que se estaba contando. Me costó mucho, mucho, pero mucho salir de esa situación...
—¿Cómo siguió su vida después? Porque algunos estaban tan identificados con el Negro que les costó reinsertarse en el medio...
—Yo no tuve ese problema porque, enseguida, me contrató Jorge Porcel para hacer televisión. E hicimos teatro con Beatriz, Jorge Luz, él y yo. Más tarde tuvo una propuesta para hacer un programa para chicos. Así que nunca se me cerraron las puertas a nivel laboral. Cuando dejé de actuar, fue por decisión mía.

—¿Porque volvió a casarse y optó por dedicarse a su familia?
—Exactamente.
—Y después de tantos años, ¿qué le pasa cuando la gente se le acerca y le sigue recordando su personaje de la Bebota?
—Me encanta, me fascina. Porque yo sé que ven un poquito de Olmedo en mí. Y me lo dicen. Me asombra mucho cuando vienen chicas de diez o quince años y no entiendo por qué me abrazan. Y después se acercan las mamás y me cuentan que todavía ven los programas del Negro y por eso me reconocen. ¡Fijate la trascendencia de Olmedo que sigue vigente como antes en estas nuevas generaciones! Yo a veces pienso que podría ser la abuela de esas adolescentes y, sin embargo, ellas me recuerdan el sketch porque sus familias se lo siguen mostrando. ¡Es increíble! Y demuestra lo mucho que se extraña ese humor.
—Si tuviera que definir qué significó Olmedo y el Manosanta para usted, ¿qué diría?
—Al principio, para mí era un trabajo más con un capocómico maravilloso. Pero, después de que pasaron los años, me empecé a dar cuenta de lo inmensamente profundo que era, porque el Negro era mucho más que un actor. Y lo que dejó en mí fue un halo de brillo, de luz, que todavía se sigue manifestando. Porque, si no, no pasarían las cosas que pasan. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo Los sospechosos del piso 10 en Mar del Plata. Y a Matías Alé se le ocurrió que en un momento yo diga: “Maestro, maestro”. Es un segundo nada más. Pero no te puedo explicar la reacción de la gente.
—Un guiño que quedó para siempre...
—Exactamente. O sea que yo le voy a estar siempre agradecida al Negro. Ayer, hoy, mañana...Y, cuando me muera, sé que nos vamos a juntar en el cielo y que, seguramente, vamos a recrear al Manosanta y la Bebota para todos los angelitos que estén con nosotros en el cielo.
Últimas Noticias
A 45 años de la primera visita de Bo Derek a la Argentina: vida e hitos de la sex symbol que revolucionó los años ochenta
La actriz estadounidense de “10, la mujer perfecta”, llegó al país en compañía de su marido y descubridor, John Derek, en pleno éxito de la película que la catapultó a la fama internacional
Estela Raval, la “romántica incurable” que amó demasiado: su vida en los escenarios y el dolor por una infidelidad que nunca sanó
La cantante y líder de Los Cinco Latinos murió el 6 de junio de 2012, hace trece años. Jamás pudo superar su ruptura con el trompetista Ricardo Romero, padre de sus tres hijos, a causa de una traición amorosa. “Tuve mi cuota cumplida de matrimonio. Nunca me imaginé con otra pareja”, dijo
Angelina Jolie cumple 50 años: la vida de una estrella entre los sets de filmación, la crianza de sus seis hijos y la tarea humanitaria
Nacida el 4 de junio de 1975 en Los Ángeles, la actriz terminó de divorciarse de Brad Pitt a fines del año pasado. Y, además de las causas internacionales que apoya, hoy trabaja como empresaria de moda sustentable

Tito Puente, el “Rey del Timbal”: las influencias musicales en Brooklyn y por qué la salsa era para él solo un alimento
Durante más de medio siglo, fue una figura clave en la difusión de los ritmos caribeños en Estados Unidos. Con 107 discos grabados y una carrera marcada por la fusión del jazz, el mambo y el son, el percusionista neoyorquino de origen puertorriqueño dejó una huella imborrable en la música latina. A 25 años de su muerte, su legado sigue vigente en orquestas, festivales y pistas de baile de todo el mundo
