
“Ya ves, el día no amanece. Polaco Goyeneche, cantame un tango más. Ya ves, la noche se hace larga. Tu vida tiene un karma, cantar, siempre cantar...Tu voz, que al tango lo emociona, diciendo el punto y coma que nadie le cantó. Con tu voz, con duendes y fantasmas, respira con el asma de un viejo bandoneón”, comienza diciendo Garganta con Arena, el tema compuesto por Cacho Castaña que una joven en ascenso llamada Adriana Varela grabó en 1994. Fue una suerte de homenaje en vida. Meses más tarde, exactamente el 27 de agosto de ese año, el cantor que había servido como inspiración para esta letra murió.
Roberto Goyeneche había nacido el 29 de enero de 1926 en el barrio de Saavedra. Y tenía 67 años cuando, a fines del ‘93, su amigo Cacho entró a su camarín en el Teatro Alvear después de una presentación tarareando estas estrofas. El Polaco se emocionó. Pero, apelando a su humor habitual, le retrucó: “¡Che, pero todavía estoy vivo!”. De alguna manera, sabía que lo que buscaba Castaña era rendirle una suerte de homenaje. Y le dio su visto bueno, no sin antes poner una condición.
En la misma habitación se encontraba Varela, una cantante proveniente del mundo del rock a quien el mismísimo Goyeneche había persuadido de que lo suyo era el tango a principios de los ‘90. El Polaco, con una sonrisa pícara, la miró de reojo. Y, dirigiéndose a Cacho, ordenó: “Que lo cante ella”. Y Adriana, a quien luego Cacho bautizó con el apodo de La Gata, así lo hizo.

El tango quedó registrado en La última curda, él álbum que Goyeneche editó ese mismo año. Y hablaba de esas largas noches de bohemia del Polaco, en las que rondaba de un cabaret al otro, para regresar a su hogar, donde lo esperaba su esposa Luisa Mireda, recién cuando el sol de la mañana empezaba a desplegar sus rayos. La mujer, con quien se casó en 1948 y tuvo a sus dos hijos, Jorge Luis y Robledo, lo había conocido en el club El Tábano. Y sabía que él era un hombre de la noche al que nunca iba a poder domar. Así que, más allá de algún que otro reproche, lo acompañó hasta el final de sus días.
La canción también hacía hincapié en el fraseo que distinguía a Goyeneche de todos sus colegas. No era solo su impactante voz. Ni su rasgos nórdicos, que hicieron que Ángel Paya Díaz lo rebautizara como el Polaco. Lo que se destacaba de él, era su particular manera de decir la letra de cada pieza. Y de interpretar los sentimientos que los distintos autores intentaban transmitir en cada tango. “Canta, garganta con arena. Tu voz tiene la pena que Malena no cantó. Canta, que Juárez te condena, a lastimar tu pena con su blanco bandoneón. Canta, la gente está aplaudiendo. Y aunque te estés muriendo no conocen tu dolor. Canta que Troilo desde el cielo, debajo de tu almohada un verso te dejó...”.
Había trabajado de taxista, colectivero y mecánico. Y amaba tanto el fútbol como el tango. Pero la música ganó la pulseada cuando, en 1944, se presentó en un concurso de voces del Club Federal Argentino y empezó a hacer sus primeras presentaciones junto a la orquesta de Raúl Kaplún. Al tiempo debutó en Radio Belgrano y, en 1946, grabó Celedonio, su primer tema. Su carrera siguió junto a Horacio Salgán, a quien se unió en 1952. Y, en 1956, pasó a formar parte de la orquesta de Aníbal Troilo, quien lo alentó para que comenzara su faceta solista.

“Cantor de un tango algo insolente, hiciste que a la gente le duela tu dolor. Cantor de un tango equilibrista, más que cantor artista con vicios de cantor. Ya ves, a mí y a Buenos Aires, nos falta siempre el aire cuando no esta tu voz. A vos que tanto me enseñaste, el día que cantaste conmigo una canción”. Y sí: muchos comenzaron a entender el sentido de algunos temas recién después de escucharlos de la boca del Polaco. Era generoso y amiguero. Y así como Cacho y la Gata, muchos fueron los cantores que se rindieron frente al talento de Goyeneche.
Trabajó con Armando Pontier, Ernesto Baffa, Osvaldo Berlingieri y Raúl Garello, con quienes grabó temas emblemáticos como Sur o Como dos extraños. Debutó como actor en El derecho a la felicidad (1968), de Carlos Rinaldi, luego participó del musical El canto cuenta su historia (1976), de Fernando Ayala y Héctor Olivera, y, finalmente, tuvo un rol destacado en la película Sur (1987), de Pino Solanas. En 1982, se unió al gran Astor Piazzolla para ofrecer un recital en el Teatro Regina, llamado Piazzolla-Goyeneche en vivo. Y grabó con intérpretes tan disímiles como Mercedes Sosa o Dyango. Pero también entabló un vínculo cercano con varias figuras del rock nacional, como Litto Nebbia, Fito Páez, Charly García y Andrés Calamaro, a quienes les contagió su pasión por el tango.
Tenía 68 años cuando falleció, a raíz de una neumonía. Para entonces, el Polaco ya era considerado uno de los cantores más emblemáticos del Río de la Plata, junto con Carlos Gardel, Julio Sosa y Edmundo Rivero. “Canta, garganta con arena. Tu voz tiene la pena que Malena, no cantó. Canta que Juárez te condena, a lastimar tu pena con su blanco bandoneón. Canta, la gente está aplaudiendo. Y aunque te estés muriendo no conocen tu dolor. Canta que Troilo desde el cielo, debajo de tu almohada un verso te dejó”, repite Castaña en la letra del himno que compuso en su honor.
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