
“¿Accidente, homicidio o suicidio?”, titularon los diarios más importantes de la época. Era el 27 de diciembre de 1996. Y, tras haber agonizado cinco días en el Sanatorio Sarmiento, al que había sido ingresada de urgencia luego de recibir un disparo en la cabeza, Cristina Lemercier murió a los 45 años. La actriz, recordada por su papel de Jacinta Pichimahuida en Señorita Maestra, serie infantil que había sido furor en la década del ‘80, llevaba tiempo sumida en la depresión y había mantenido una fuerte discusión con Raúl Ortega, su ex marido y padre de sus tres hijos: Pablo, Paula y Julia.
Los vecinos escucharon los gritos. Era la madrugada del 22 de diciembre de ese año. Y el hermano de Palito Ortega, que por entonces se desempeñaba como embajador plenipotenciario del gobierno de Carlos Menem en Costa Rica, había llegado a la Argentina a pasar las fiestas junto a su familia. Dicen que la actriz tenía intenciones de recomponer la relación, quebrada en 1991 tras dos décadas de matrimonio y en medio de los rumores nunca confirmados que la vinculaban a ella con el por entonces Presidente de la Nación. Pero que el hombre, que cuando visitaba en país se instalaba en la casa de San Miguel que habían compartido, solo quería que dejaran esa residencia para instalarse en su Tucumán natal. Algo con lo que ella no estaba de acuerdo.
A Lemercier le gustaban las armas y sabía manejarlas por razones de seguridad. Entonces sacó un Smith & Wesson calibre 38 .“¡Cristina, dejá ese revólver!”, se le habría escuchado decir a Raúl desesperado desde las viviendas vecinas. Y luego se oyó un disparo. Ortega, el único testigo del hecho, fue detenido por unas horas como el principal sospechoso del hecho. Pero, según su declaración, la actriz lo habría amenazado con quitarse la vida y gatilló tres veces, pensando que la pistola no tenía balas. Se equivocó.
Entonces empezaron las dudas y las especulaciones. En la frente de la actriz había dos orificios, por lo cual a priori se validó la hipótesis de un homicidio. Pero luego se supo que la bala se había fraccionado y la autopsia determinó que había habido solo un tiro. Por otra parte, el cuerpo de Cristina tenía moretones, lo que podría dar cuenta de una agresión física. Pero se argumentó que sufría de coagulación por consumo, algo que genera marcas aún con los roces más insignificantes. También se habló de la posición del arma que habría estado en línea recta con su sien, una postura incómoda para alguien que tuviera la intención de suicidarse. Pero los peritos no descartaron que ella misma hubiera podido dispararla. Y finalmente, con todas las pruebas en sus manos, la Justicia determinó que se había tratado de un accidente.

Los hijos de la actriz y sus amigos llegaron a la misma conclusión. “Fue un accidente trágico lo ocurrido. En Navidad entregué y recibí los regalitos que había comprado mi madre para mí y para mis hijos. Ella ama la vida como nos ama a nosotros y a sus nietos. Esto es simplemente lo ocurrido. La única y verdadera historia”, señaló Pablo, su primogénito, en diálogo con la prensa.
En esa línea, Héctor Fernández Rubio, quien encarnara al portero Efraín en el ciclo de ATC y se convirtiera en amigo incondicional de Cristina, dio detalles de lo ocurrido en el velatorio. Y contó que, mirándolo a los ojos y sin poder dejar de llorar, Raúl le había contado lo sucedido en esa noche trágica. “Él me dijo que estaban discutiendo y, como no se ponían de acuerdo, ella sacó el arma y disparó un tiro al aire. Pero la bala no salió. Así que se sentó al borde de la cama para revisar el revólver y se ve que justo destrabó algo. Ahí se disparó. Fue un accidente lamentable”.
Nacida el 1 de septiembre de 1951 en José C. Paz, Lemercier había debutado en la televisión cuando tenía apenas 16 años como la maestra suplente Fermina Piangetti, que venía a reemplazar a por un tiempo a Pichimahuida en la edición basada en el libro de Abel Santa Cruz que se emitió entre 1966 y 1967. En ese momento, la protagonista de la tira, Evangelina Salazar, se había tomado unos días para irse de luna de miel con su flamante esposo, Ramón Palito Ortega, quien al poco tiempo se convertiría en el cuñado de Cristina.
En 1982, en tanto, volvió a reeditarse la serie basada en el mismo guión que ya habían encabezado también Silvia Mores en 1968 y María de los Ángeles Medrano entre 1974 y 1975. Y, esta vez, a Lemercier le tocó ser la maestra titular. La tira fue un éxito que se extendió hasta 1985 y llegó a tener, además, su versión teatral. Pero, después, a Cristina no le resultó fácil reinventarse para seguir en el medio artístico. Estuvo como invitada en los ciclos Libertad condicionada, El Pulpo negro y Poliladron. Y volvió a trabajar para los chicos conduciendo programas infantiles como Dulce de Leche, Boomerang, Cristina y sus amigos y La hora de los pibes, aunque sin tanta repercusión.

Separada y con pocas propuestas laborales, Cristina había caído en una profunda depresión. Para colmo, en 1992 había sufrido un serio problema de salud. Ese año, tuvieron que operarla por un páncreas edematoso y, tras quince días en terapia intensiva, tuvo que ser intervenida también de la vesícula. En esos momentos, pasó varios días internada por un PH que no podían controlar y que la llevó a bajar más de diez kilos. En tanto, en junio de 1996, había fallecido en un accidente vial su cuñado, Luis Ortega, quien estaba casado con su hermana Gloria Perone. Y su problema de salud mental se agudizó.
Estaba bajo tratamiento psiquiátrico cuando ocurrió el fatal desenlace. Dicen, que por esos días se sentía mejor. Y que se había aferrado la posibilidad de que, tras la visita de su ex esposo, el matrimonio pudiera reconstruirse de alguna manera. Quería pasar las fiestas en familia, como en los tiempos felices. Pero hubo una discusión, luego una decisión desafortunada de tomar un arma y, finalmente, un disparo que sumió todos los que la amaban en un profundo dolor.
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