La argentina que se negó a ganar un sueldo “miserable” en Italia y apostó por vivir en Nigeria donde exporta flores al mundo

Estefanía Borghetti rechazó ofertas laborales donde menospreciaron su título y experiencia, por lo que alentada por un profesor turco de su MBA se animó a buscar nuevos horizontes en países emergentes. Así decidió instalarse sola en el país africano, en una ciudad portuaria de 17 millones de habitantes

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Estefanía Borguetti no se conformó
Estefanía Borguetti no se conformó con lo que le ofrecía Italia y salió en busca de nuevos horizontes

Estefanía Borghetti dejó atrás la Argentina y vivió en Europa —como tantos otros que migraron en las últimas dos décadas—, pero un golpe de timón la llevó a abandonar el Viejo Continente y construir un futuro imprevisto en África, tras una decisión que tomó en solitario. La aventura sería solo de ella. Iría a vivir a Nigeria; no tenía que consultar ni convencer a nadie, ni marido, ni novio. Solo necesitaba contar con la bendición de sus padres.

Pasaron nueve años desde entonces. Hace unos días aterrizó en un largo vuelo procedente de Lagos, la ciudad portuaria de 17 millones de habitantes donde vive, para visitar a sus padres en la pequeña localidad de Frank, Santa Fe, una comuna de ocho mil personas. Ellos la recibieron con un ramo de flores.

La santafesina, de 38 años, recuerda haber vivido una infancia feliz en ese pueblo “muy chiquitito”, que por entonces tenía cinco mil o seis mil habitantes. “Tuve toda mi infancia acá, la verdad que muy linda. A los 17 años, mi papá me mandó a hacer un intercambio a Alemania en un colegio para terminar mi quinto año. Yo creo que ahí empezó un poco mi curiosidad por el mundo, por conocer otras culturas y aventurarme a cosas nuevas y distintas”, contó.

Estefanía Borghetti nació en Frank,
Estefanía Borghetti nació en Frank, un pequeño pueblo de Santa Fe y hoy vive en Lagos, una ciudad de 17 millones de habitantes

Ese viaje a Alemania fue el primero de muchos. Tras terminar el secundario, se mudó a Córdoba para estudiar Comercio Internacional. A mitad de carrera se tomó seis meses sabáticos y emprendió su segundo periplo: viajó a Nueva Zelanda, con una work & holiday visa. Trabajó como mesera y con sus ahorros recorrió durante dos meses el Sudeste Asiático. Se recibió de licenciada en Comercio Internacional y durante nueve años trabajó en Córdoba. En 2016 aplicó a una beca para un MBA en Italia, armó sus valijas y se mudó por primera vez al exterior.

“¿Por qué me fui? Un poco la crisis económica y social de la Argentina. También tenía ganas de hacer cosas nuevas, de desarrollarme profesionalmente y aprender cómo se trabaja en otros países”, explicó. Estudió en Trieste y se quedó un año con la idea de instalarse en Europa: vivir con estabilidad económica, mayor seguridad y sin tanto robo.

Con esa idea en mente, el primer año fue prometedor, pero el segundo, en cambio, se volvió cuesta arriba. La realidad no coincidía con sus expectativas. “Tuve dos o tres ofertas de trabajo pero con sueldos miserables. Una era una pasantía de un año con un sueldo de ochocientos euros. Yo, en ese entonces, tenía veintiocho años y mucha experiencia y la verdad es que me daba bastante fiaca haberme ido de Argentina pensando que iba a poder tener un futuro mejor, ganar más plata y darme cuenta de que, en ese sentido, la Argentina ofrece muchas más posibilidades”, afirmó.

En el último semestre de su máster un profesor turco, enfocado en países emergentes, le sembró la idea de “navegar por nuevos horizontes”. Le hizo ver que en esos lugares “está todo por hacer”. Y que abundan las oportunidades de negocios.

Por medio de un compañero del MBA, redactor para una agencia internacional que escribía para Forbes y Time Magazine, logró tener una entrevista con esa misma agencia, que buscaba “una periodista”, dispuesta a ir al campo, entrevistar ministros, políticos y empresarios. “El mismo día que consigo el trabajo, un trabajo en Italia en logística, consigo el trabajo como periodista en Nigeria y ahí cambió mi vida completamente”, recordó.

Una imagen de Nigeria tomada
Una imagen de Nigeria tomada por Estefanía Borghetti

Estefanía emprendió una aventura en solitario que requiere mucha valentía, especialmente para una mujer. No se fue de vacaciones a un cinco estrellas. Se mudó a un país de contrastes extremos, donde no conocía a nadie y los servicios básicos no están garantizados.

“Volví a la Argentina a hablar con mis viejos y decirles: ‘Me voy a vivir a Nigeria’, un país que vos ponés en Google y te sale Boko Haram, un grupo terrorista que mata niñas, enfermedades, fiebre tifoidea, malaria, inseguridad. Fue una lucha que lo aceptaran. Yo me iba a ir igual, pero necesitaba sus bendiciones para irme tranquila”, dijo.

Corría 2017 cuando hizo las valijas. Tenía un contrato de tres meses y mil dólares en la cuenta del banco. Se ríe cuando lo cuenta. ”Ellos me ofrecían un sueldo muy chiquito, pero dije: “Vamos por la experiencia”.

La vida en Nigeria

El comienzo fue muy duro. “Es un país con una dinámica muy fuerte. Son 200 millones de personas. Lagos, donde vivo yo, tiene casi 20 millones y no hay electricidad ni agua las 24 horas. La mayoría de los departamentos y los edificios tienen sus generadores. Yo viví toda mi vida en Isla Victoria, como si fuese la Manhattan de allá, la zona más segura”, detalló.

La comida no me gustaba. No se puede caminar en la calle, no hay veredas, siempre tenés que estar con chófer, de puerta en puerta. No podés caminar, no sos libre. Tenés una variedad de productos limitada y es una ciudad muy cara. Además, trabajaba mucho. En ese momento tuve la mala suerte de contraer malaria cerebral, la llamada black malaria. Y ahí es donde quedé internada casi diez días con una malaria muy potente, que casi no la cuento, pero tuve un Dios aparte y me salvé”, contó.

Mujer nigeriana
Mujer nigeriana

Tras superar el peor momento lejos de su familia y en medio de lo desconocido, trabajó tres meses más como periodista y decidió renunciar para fundar su primera empresa de marketing y comunicación. Pronto, consiguió un contrato para trabajar en una agencia dependiente del Ministerio de Petróleo.

—¿Cómo fue emprender en un país africano, siendo mujer, blanca y extranjera?

- Fue, es y será desafiante. Nigeria es un país muy atrasado en cuestiones de igualdad de derechos y respeto hacia la mujer. Como periodista entrevisté a cien líderes empresariales y hubo una sola mujer. La mujer nigeriana tiene poca capacidad de desarrollo. Sí puede ocupar puestos intermedios o bajos, pero es muy poco probable que llegue a un cargo gerencial. Fue difícil y lo sigue siendo, pero con el tiempo y con trabajo duro y persistencia logré que me vieran como una profesional y que confiaran en mí. Igual, como todas las mujeres, tenemos que dar ese pasito extra y esa demostración de que somos capaces.

Volver a empezar

Después de presentar un libro sobre los principales jugadores del sector petrolero, llegó la pandemia y alcanzó a regresar a la Argentina, un día antes de que cerraran el aeropuerto de Lagos. Lo que pensaba que duraría un par de meses, la obligó a cerrar su primera empresa y a volver a empezar. En 2021 decidió regresar a lo suyo, el comercio exterior y creó Gaucha Trading.

La santafesina salió a buscar
La santafesina salió a buscar el hibiscus al norte de Nigeria para exportarlo al mundo

“Empecé de a poco a comprar y vender algunos porotos, garbanzos, lácteos. Cuando volví a Nigeria empecé a curiosear productos locales que tuvieran un potencial exportador. Ahí es cuando noté que todos quieren importar cosas a Nigeria porque es un país netamente importador. Y a mí se me metió en la cabeza que quería exportar productos con calidad nigeriana y poder darle un valor agregado. Así llegué al hibiscus, la flor de Jamaica, además del sésamo y la castaña de cajú”.

El negocio de las flores de hibiscus, que se usan para infusiones como el té, bebidas frías como el agua de Jamaica (muy popular en México), cosmética natural, cocina y remedios tradicionales por sus propiedades antioxidantes, digestivas y diuréticas no llegó fácilmente a sus manos. Nadie conocía bien el tema, preguntaba y no tenía respuestas.

Las llamadas Flores de Jamaica
Las llamadas Flores de Jamaica que exporta, principalmente a México

“Un día me levanté y me dije: Me voy a tomar un avión y me voy al norte de Nigeria, que se llama Kano, que es casi desierto al límite con Chad, donde son todos musulmanes. Por ahí cerca está el terrorista Boko Haram, aunque un poco más lejos. Me tomo un avión local y me voy allá sola a investigar, los productos que tenían potencial de exportación. Me quedé ahí como una semana y di con unos chicos jóvenes, hoy mis actuales socios, que son del Líbano y ya estaban trabajando con el hibiscus, lo limpiaban y lo vendían a exportadores. Así que entré como gerenta de ventas internacionales”. Su rol concreto es la logística internacional, la documentación y conseguir clientes por el mundo.

Estefanía con un niño nigeriano
Estefanía con un niño nigeriano en brazos

Hoy exportan a más de 12 países, principalmente latinoamericanos. El principal importador de flor de Jamaica es México, pero de ahí hacia el sur, la mayoría de ellos consume agua de Jamaica. “Cada año crecemos un cincuenta por ciento. Este año llegamos casi a exportar más de sesenta contenedores. En estos momentos se encuentra en México, donde si todo sale bien, cerrará el envío de unos 90 contenedores. Tenemos un equipo de trabajo espectacular, una oferta exportable muy interesante, con buena calidad y buenos precios. Nuestros clientes nos están eligiendo todo el tiempo, así que está buenísimo”.

Enfocada en los países de África Occidental, la santafesina cuenta que está armando de a poco una clientela de países africanos donde pueda ingresar también productos latinoamericanos, importación que también inició porque existe mucha demanda. Y finalmente, ofrecer asesoramiento a las empresas que estén interesadas en comerciar con esos mercados. Aspira a convertirse en “una referente de West África”.