La periodista que desafió a Julio Verne y dio la vuelta al mundo en menos de 80 días: las peripecias de un viaje revolucionario

Se hizo encerrar en un manicomio para luego escribir lo que vivió; se propuso dar la vuelta al mundo en menos días en que lo imaginó Verne; fue empresaria y hasta corresponsal de guerra. Las mil caras de Nellie Bly, una periodista que enseñó una nueva manera de mostrar la verdad

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Nellie Bly, una talentosa periodista
Nellie Bly, una talentosa periodista que se hizo conocida por sus arriesgadas notas

Esa novela por entregas, con aventuras, acción y romance alrededor del mundo rápidamente se había hecho muy popular. Su autor era Julio Verne, un francés de entonces 44 años. Se publicó en Le Temps, uno de los diarios más importantes de París, entre el 7 de noviembre y el 22 de diciembre de 1872 y se llamó “La vuelta al mundo en ochenta días”.

En enero de 1873 se transformó en libro, y en sus 37 capítulos se describían las peripecias y los imprevistos vividos por Phileas Fogg, un millonario liberal, un tanto solitario, quien el mismo día en que había apostado a sus amigos veinte mil libras –la mitad de su fortuna- a que podría dar la vuelta al mundo en ochenta días, emprendió semejante desafío junto a su ayudante Jean Passepartout.

En la novela, todo comenzó
En la novela, todo comenzó con un desafío entre millonarios en una reunión en el club. Ese es el comienzo del libro de Verne (Foto: Wikipedia)

Una joven periodista, que ya había dado de qué hablar, y que firmaba con el seudónimo de Nellie Bly, se propuso recrear el viaje imaginado por el novelista francés. Se llamaba Elizabeth Jane Cochran, nacida el 5 de mayo de 1864. Era una jovencita cuando escribió una carta, sin firmarla, al editor del Pittburgh Dispatch para solicitarle empleo. El editor, luego de evaluar la calidad de su redacción, debió convocarla a través de un aviso en el diario porque no había dejado sus datos.

Al contratarla, su jefe le adjudicó el seudónimo de Nellie Bly, título de una reconocida canción compuesta en 1850 por Stephen Foster, un autor y músico muy popular en la ciudad.

Nellie Bly se hizo pasar
Nellie Bly se hizo pasar por enferma mental para comprobar cómo se vivía en un psiquiátrico para mujeres (Foto incluida en el libro “Diez días en un psiquiátrico”)

Luego de trabajar un tiempo allí y cuando la relegaron a la sección mujeres, renunció. Viajó a Nueva York, donde fue contratada por el New York World, diario de Joseph Pullitzer, que había comprado en 1883 y que había transformado en un medio sensacionalista muy popular.

Su primer encargo fue que hiciera una nota sobre el asilo psiquiátrico para mujeres de Blackwell’s Island, inaugurado en 1841 con el propósito de atender a pacientes sin recursos económicos de la ciudad de Nueva York, donde se sospechaba que se cometían todo tipo de abusos.

Frecuentó un bar, provocó un disturbio, dijo tener amnesia, hablaba incoherencias, llamaron a la policía y al día siguiente era ingresada al manicomio, ya que no tenía familia y, en realidad, nadie sabía de dónde había salido.

Cuando Bly llegó a Francia,
Cuando Bly llegó a Francia, quiso conocerlo a Verne, con el que se reunió en su casa en Amiens

Estuvo diez días y conoció por dentro el maltrato a los pacientes, los castigos, el abandono, la mala comida, la suciedad de ambientes dominados por los roedores. Esas experiencias las volcó en una serie de notas en el diario, que luego se transformaría en un libro. El material publicado obligó a las autoridades a revisar y mejorar su política sanitaria. Cuando fue liberada, tenía la certeza de que había encerradas mujeres que no estaban enfermas.

Como un nuevo desafío, propuso que la mandaran a un viaje alrededor del mundo, recreando el periplo descripto en la ficción por Julio Verne, y que lo haría en menos de 80 días. En el diario dudaron, y ella amenazó con hacerlo en otro periódico.

Partió el 14 de noviembre de 1889 de Nueva York a las nueve y media de la mañana. Su equipaje se resumía en el vestido que llevaba puesto, varias mudas de ropa, artículos de tocador y dinero en una bolsita. Nada más.

El desafío era importante y el diario no se quedó atrás. Lanzó un concurso entre sus lectores: el que adivinase los días y el tiempo exacto en el que la periodista haría la travesía, se haría acreedor de un viaje por Europa.

El 22 de ese mes desembarcó en Southampton, Inglaterra. De allí fue en tren a Londres. En un barco que no daba ninguna garantía, atravesó el Canal de la Mancha y desembarcó en Boulogne sur Mer. De ahí se trasladó en tren a Amiens, distante unos 120 kilómetros al sur, a saludar a Julio Verne, a quien le había avisado, vía telegrama, de su visita. Fue a esperarla a la estación junto a su esposa Honorine du Fraysne de Viane.

Se reunieron en la casa que el escritor ocupaba en el nº 2 de la calle Charles-Dubois, hoy convertida en museo. A Verne le inquietaba que la chica no siguiese al pie de la letra el itinerario de Phileas Fogg, y no pasase por Bombay, como en el relato original, mientras se lo señalaba en un globo terráqueo, el mismo que usaba para imaginar las aventuras que volcaría en la escritura. Le dijo que si lograba completar el viaje en 79 días, la felicitaría públicamente. El novelista descorchó un champagne y brindaron por el éxito del viaje.

Se casó con un industrial
Se casó con un industrial y, cuando enviudó, se dedicó a administrar las empresas de su marido (Grosby)

De ahí se trasladó a Calais y se subió a un tren que atravesó Francia y la llevó a la italiana Brindisi. La formación nunca se detuvo y a ella le llamó la atención el escaso mantenimiento del vagón y lo poco podía ver a través de la ventanilla, por la suciedad que tenía.

En Brindisi bajó para despachar un telegrama y llegó casi sobre el filo para partir en el Vittorie, donde ocupó un camarote compartido con una francesa.

En el barco, de una compañía naviera inglesa, corrió la voz de que era millonaria. Un día un joven lord se le acercó para entablar relación y le terminó proponiendo casamiento. Cuando el pretendiente supo que, si se casaba con ella, lo haría trabajar, retiró la propuesta. También se comentaba de que era una chica humilde que estaba mal de salud. Ya nadie la molestó.

El 27 de noviembre llegó a Port Said, donde le pareció una suerte de Montecarlo africano. Partió a Colombo, donde esperó cinco días el vapor Oriental que la dejó en Singapur y de ahí navegó a Hong Kong. Allí se enteró de que otra colega, Elizabeth Bisland, había sido enviada por el Cosmopolitan Magazine para hacer el mismo viaje y que el propósito, indudablemente, era llegar primero.

El de enero estaba en Yokohama, y en un diario japonés leyó la noticia de su encuentro con Verne. Previa serenata de marineros estadounidenses, el 7 puso proa hacia San Francisco, donde llegó el 21 en el vapor Oceanic luego de navegar aguas agitadas por tormentas.

En San Francisco, Pullitzer había contratado un tren privado para que cruzase el país en una época en que la nieve bloqueaba las vías. En cada estación, la esperaba una multitud, que la ovacionaba, le hacía regalos y las autoridades locales pronunciaban discursos. Llegó a Nueva Jersey el 25 de enero de 1890. La recibieron salvas de artillería y cerca de quince mil personas. Apenas bajó del tren, tres jueces pararon los cronómetros que habían activado en la partida.

El viaje le había llevado 72 días, seis horas y once minutos. Bisland, su competidora, llegó el 30 de enero.

Grover Cleveland, que hacía poco había terminado su mandato presidencial, aseguró que “vuestra maravillosa vuelta significa un gran paso en la historia del progreso de la humanidad”.

El diario le mandó un telegrama a Verne comunicándole la buena nueva y le pedía unas palabras. “Nunca dudé del éxito de Nellie Bly. Su intrépido carácter lo hacía prever. Hurra por ella y por el Director del World. ¡Hurra! ¡Hurra!”, escribió el francés.

Al diario, que costeó el viaje, no le fue mal. Gracias a las crónicas del viaje, llegó a una tirada diaria de 340 mil ejemplares.

El impacto fue tal que llegaron a compararla con los viajes alrededor del mundo que realizaron Elcano, Drake o Cooke, aunque algunos articulistas señalaron que éstos hicieron contribuciones importantes, como la de demostrar que la tierra era redonda, mientras que Bly solo había comprobado que era una señorita que no tenía miedo a viajar sola.

En 1895, se casó con Robert Livingston Seaman, un industrial millonario, dueño de Iron Clad, fabricante de estructuras de metal y de envases, a quien había conocido en un viaje en tren. Las malas lenguas se preguntaban si en realidad Nellie se había casado por interés o quizás lo había hecho para luego escribir un artículo sensacionalista.

Cuándo éste murió en 1904 a consecuencias de las heridas al ser atropellado por un carro, se dedicó a administrar sus empresas, y aún se fabrican los tambores de acero de 55 galones que ella impulsó. Terminó quebrada por malversación de fondos de ciertos empleados de la empresa, y regresó al periodismo en el Evening Journal de Nueva York para poder mantenerse.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, viajó al frente oriental, transformándose en una de las primeras mujeres corresponsales de guerra.

Nellie murió el 27 de enero de 1922 de neumonía, a los 57 años. Periodista de investigación, viajera solitaria, devenida en empresaria, hubiese hecho buena pareja con Phileas Fogg en ese viaje fantástico por la mente del genial Verne.