La causa judicial por el incendio intencional de la casilla Blaquier, ubicada en la intersección de Alvear y Colón, fue archivada este martes por decisión de la fiscal María Florencia Salas, al cumplirse un mes del hecho sin avances significativos ni elementos que permitan identificar a los autores.
El expediente quedará en pausa, aunque en la fiscalía no descartan reabrir la investigación si aparecen pruebas nuevas o datos reveladores.
Todo comenzó cuando los peritajes concluyeron que el fuego resultó provocado de manera premeditada. La antigua casilla no tenía suministro eléctrico ni gas, por lo que las hipótesis de accidente quedaron rápidamente descartadas y la pista principal se orientó hacia acciones de terceros.

Según varios vecinos de la zona, personas extrañas ingresaron al inmueble desde horas tempranas de la tarde; uno de ellos mencionó que observaron movimiento alrededor de las 18:00. Este tipo de presencia, afirmaron, era frecuente en el sitio. “Quizás por el frío hicieron un fuego y se les fue de las manos”, expresó a 0223 un habitante del lugar
Buscando reconstruir la secuencia, la fiscalía intentó obtener testimonios que ayudaran a esclarecer lo sucedido y solicitó también las grabaciones de cámaras de seguridad instaladas en la zona, según indicó La Capital.
En este punto, la pesquisa se topó con un obstáculo inesperado: las cámaras del edificio contiguo, consideradas cruciales para mostrar la maniobra de los autores, no pudieron aportar imágenes. El sistema de videovigilancia resultó dañado por el calor de las llamas durante el siniestro, lo que imposibilitó la captura de evidencias visuales.
A pesar de este contratiempo, la fiscal Salas ordenó reparar el desperfecto con la esperanza de rescatar registros almacenados, pero los esfuerzos resultaron infructuosos.
El caso también despertó la atención de defensores del patrimonio de la ciudad, quienes se presentaron en Tribunales con teorías relacionadas con posibles intereses comerciales detrás del incendio, aunque ninguno logró identificar a eventuales responsables ni aportar datos concluyentes.

Por otro lado, según La Capital, la concejala Eva Ayala, representante de Acción Marplatense (AM), dirigió un pedido de informes al Departamento Ejecutivo, solicitando detalles sobre el estado patrimonial del inmueble e información acerca de la existencia de proyectos inmobiliarios, planes de edificación o permisos vinculados al predio antes del siniestro. Hasta la fecha, el requerimiento continúa sin respuestas oficiales y ni siquiera fue abordado en las comisiones correspondientes.
Así, tras un mes sin avances concretos y frente a la falta de registros audiovisuales, testimonios determinantes o pruebas que permitan esclarecer la autoría del hecho, la investigación quedó archivada a la espera de nuevos datos pertinentes.
El momento del incendio y la historia de la casilla
Durante la medianoche del siniestro, el estallido del incendio sorprendió a quienes transitaban por la zona. Poco después, tres dotaciones de bomberos provenientes de los cuarteles Centro y Puerto arribaron junto a equipos de Defensa Civil que también acudieron inmediatamente.

La vivienda, levantada en un lote de 20 metros cuadrados, tenía vigas y estructura de madera, techo de tejas sobre chapa y cinco habitaciones alrededor de un patio trasero. Los rescatistas desplegaron mangueras por la parte frontal y lateral de la casa, intentando frenar el fuego, tarea que se extendió hasta la madrugada.
El trabajo incluyó labores de enfriamiento para evitar que las brazas reavivaran las llamas en los restos. Finalmente, la edificación colapsó por completo.
Esta casa, representativa de las “casillas” tradicionales de la ciudad, fue construida en 1903 por encargo de Benjamín Anchorena y por la firma británica John Wright, de Liverpool. Para su edificación se emplearon materiales importados y se la levantó sobre pilotes de madera dura. La fachada tenía tablas horizontales de “machimbre inglés” y los pisos y cielorrasos también eran de madera.
El interior tenía revestimientos de arpillera y papel, linóleum en el baño, y una chapa en la cocina, según el arquitecto Roberto Cova citado por La Capital. Originalmente, el lote formaba parte de un grupo de chalets de madera -el conjunto Villa Blaquier-, siendo esta casilla la última en pie hasta el incendio.
Posteriormente, la propiedad pasó a la familia Blaquier y funcionó como alojamiento de obreros y obrador mientras se edificaba la villa principal. Con el tiempo, la casa mostró el desgaste y finalmente, antes del incendio, se encontraba valuada en más de $900.000 según el medio Ahora.
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