Convertirse en mamá cambió los ritmos y prioridades de Jesica Bossi, quien, tras años dedicada de lleno al trabajo periodístico, vivió la llegada de sus hijas como una transformación profunda. Lejos de los estudios de televisión y la rutina de la cobertura política, el nacimiento de Clarita y luego de Lucía (Luli) le abrió un universo de emociones nuevas: vulnerabilidad, alegría y la conciencia de los momentos cotidianos que marcan a fuego. “Tuve un embarazo muy malo, muy malo en el sentido de que tuve que hacer reposo en algunos momentos, tuve que dejar de trabajar... sufrí bastante, pero cuando nació Clari fue como una bendición total”, recuerda. Aquella pausa forzada, lejos de afectarla, resultó ser el primer gran gesto de entrega: “Dejé de trabajar por lo menos ocho o nueve meses. Mamá full time”. Así empezaba una etapa llena de contrastes, desafíos y aprendizajes personales.
- ¿Hace cuánto tiempo que estás con tu marido, y cómo vivieron la llegada de Clarita?
- Con Eladio estamos juntos desde el año 2005, hace 20 años. Estuvimos mucho tiempo como novios y pareja, hasta que llegó Clarita en 2013, una bebé absolutamente divina. Yo tuve un embarazo muy malo, tuve que hacer reposo en algunos momentos y dejar de trabajar. No subía de peso, subí creo que 7 u 8 kilos en todo el embarazo, sufrí bastante, pero cuando nació Clari, fue una bendición total.
- ¿Fue un embarazo de riesgo?
- Tuve que hacer reposo porque había tenido pérdidas al inicio del embarazo y después muchos episodios de gastritis. No asimilaba bien la comida y en un momento no crecía tanto como debía, así que me recomendaron parar. El periodismo es un oficio con mucho desgaste y me dijeron: “Pará un poco, así llega a término el embarazo”.
- ¿Cómo fue el posparto?
- Para mí los dos postpartos, tanto de Clarita como de Luli, fueron los mejores momentos de mi vida, seguro. Desconecté. No me interesó más nada de lo que pasaba en el universo, en el país, y me dediqué a ellas. Lo disfruté muchísimo. En ese tiempo aprendí a hacer cupcakes, hice cursos de cupcakes para cocinarles a mis hijas... hasta que cuando volví a trabajar me enchufé de nuevo, pero no sentí que me perdía de nada del trabajo.
- ¿De qué modo viviste los primeros días como madre primeriza?
- Clari lloraba poco, era muy tranquila, una “bebé zen”. Cuando nació, el obstetra me dijo, “Bossi estás preparada para ser madre”, y yo le respondí que no, pero cuando levantó a Clari como si fuera Simba en “El Rey León”, la vi y no lo podía creer. Era súper tranquila, se quedaba en su sillita escuchando música... no parecía un bebé típico.
- ¿Y con Luli cómo fue?
- Luli era más el típico bebé, lloraba y gritaba mucho más. Hay un contraste enorme entre las dos, son personalidades completamente diferentes. La segunda nunca estuvo sola, así que tuvo que hacerse notar frente a la figura de Clari, que siempre fue prolijita y a la que le salían las cosas “bien” y “fácil”.

- Tenés un trabajo muy desafiante y demandante. ¿Cómo manejás estos desafíos cuando además sos mamá de dos hijas en etapa de adolescencia?
- Es muy difícil tener todas las alarmas encendidas sobre lo que les pasa a las chicas y estar a la vez enchufada 100% al trabajo, que no corta. Aunque no esté al aire, me llaman, escribo notas, coordino agendas… la demanda es permanente.
Trato de que el tiempo que estoy sea de calidad. Aunque sean cinco minutos de charla para organizar algo, que sea de lleno ahí, escuchando. Prefiero esos minutos de atención total a una hora en la que no estoy presente realmente.
- ¿Sentís culpa en algún momento de estar tan demandada laboralmente?
- Yo lo vivo bastante sin culpa cuando no estoy. Hay muchas madres que sienten eso, pero yo no. Disfruté estar en casa cuando eran bebés, y ahora disfruto trabajar. No es cuestión de cantidad: puedo estar diez horas y pasarla mal o una hora y disfrutarla mucho.
- ¿Involucrás a tus hijas en tu vida laboral? ¿Ellas se interesan por la política?
- Las involucro un montón, aunque no sé si eso está bien (risas). Las he llevado a reuniones, saben lo que escribo, a veces buscan la nota aunque no entienden. No les interesa la política, pero por ejemplo Clarita en 2023 me dijo que ganaba Milei porque en TikTok era tendencia… y tuvo razón. Saben sobre economía, los precios, conocen presidentes, pero no preguntan ni se meten demasiado.

- ¿Sentís que cambió mucho la infancia respecto a cuando vos eras chica?
- Sí, desaparecieron un poco los límites que antes tenía la infancia. Yo recuerdo mi infancia jugando con cosas de niña, vistiéndome con ropa de niña, era distinto al mundo de los adultos. Pero ellas están en un proceso en el que su infancia duró poco, porque todo lo que consumen, todo lo que ven, aunque uno quiera ponerles un canal de niños, se parece mucho al mundo adulto. Su ropa es parecida a la mía, saben más de cosmética que yo, aunque yo no les dé nada de eso.
- Y ante ese universo “adultizado”, ¿cómo actuás como mamá?
- Tienen puertas de entrada por todos lados, el celular, las redes... pero más que nunca mi autoridad tiene que estar presente. Son nenas, hacen muchas cosas de adultas, pero son nenas. Ellas creen que pueden tomar las decisiones. Suena horrible, casi como si fuera el sargento y vengo a decir qué hay que hacer y qué no, pero me parece que es fundamental, sobre todo en esta etapa, marcar eso. “Yo bailo Tini con ustedes, pero ustedes me hacen caso. Soy su mamá”, esa cosa la tengo muy presente, y un poco se burlan de eso, pero me hacen caso.

- Mencionaste que Clarita y Luli son muy distintas.
- Son completamente opuestas. Cada una fue forjando su personalidad. Clarita es el orden y Luli el desorden.
- ¿Y cómo es la convivencia entre hermanas?
- Se pelean todo el tiempo, como perro y gato; el ruido ambiente es constante. Pero si aparece una “agresión externa”, se defienden entre ellas y se acompañan. Eso me da esperanza y muestra que el vínculo es realmente fuerte.
Lucía tiene una necesidad de estar yendo y viniendo porque tiene un problema de concentración, tiene dislexia, que lo descubrimos hace un par de años.

- ¿Cómo fue ese proceso?
- Le costaba mucho sentarse a leer, estudiar… cuando llegó el diagnóstico hicimos toda una adaptación, tanto en el colegio como en casa, y fue un desafío absoluto.
Es inquieta y muy inteligente, pero como con todos los disléxicos, no era una cuestión de predisposición.
- ¿Clarita la apoyó?
- Sí, de hecho es la única a la que Luli puede seguir cuando le explica algo. Por ejemplo, va con un pizarrón, le explica y la ayuda muchísimo. Es impresionante ver esa muestra de amor entre hermanas.
- ¿Qué mensaje darías a los padres sobre la dislexia y las comparaciones?
- Hay que estar atentos: un chico disléxico no es “burro” ni desinteresado, simplemente necesita otra manera de recibir la información. Las escuelas deben adaptarse. Todo tiene solución, siempre y cuando te des cuenta a tiempo y abraces esa diferencia como parte de su crecimiento.
Un aspecto clave que Jesica Bossi subraya es la importancia de observar y acompañar a cada hijo en su singularidad. Al hablar sobre el diagnóstico de dislexia de Luli, destaca que hoy existen herramientas y marcos legales —incluso en la educación— que permiten adaptar los métodos de enseñanza a las necesidades específicas. “Los colegios tienen que adaptarse. Letras más grandes, más espacio, más videos que texto… todo tiene solución si uno está atento”, afirma.
Para la periodista, visibilizar estos temas y compartirlos es una forma de ayudar a otras familias a detectar, a tiempo, los desafíos invisibles que pueden cambiar la vida de un niño cuando encuentran apoyo en casa, en la escuela y en la sociedad.
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