El nacimiento de la CGT: la puja entre socialistas y sindicalistas, el primer pedido a Uriburu y lo que reclamaban los trabajadores

Hace 95 años se creaba la central obrera. Si bien en la mayoría de su trayectoria estuvo monopolizada por el peronismo, en los primeros quince años fue manejada por socialistas y sindicalistas revolucionarios. Algunos detalles del origen de este conglomerado de sindicatos de gran peso político en la historia de nuestro país

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El 27 de septiembre de
El 27 de septiembre de 1930 un grupo de dirigentes obreros fundaron la CGT

Unos, los socialistas, buscaban imprimirle a la dirección de la nueva organización un contenido político, la lucha de la clase trabajadora; los otros, sindicalistas revolucionarios, que abjuraban de los partidos, sostenían que solo provocaban la división del movimiento obrero en busca de sus propios beneficios y que el sindicato, en definitiva, debía ser revolucionario, creando comités de “fábrica y lucha”.

Este era el hervidero interno que se vivía en la naciente Confederación General del Trabajo, un panorama que, visto con los ojos de hoy, quedó lejísimo en el tiempo.

Cuando fue el golpe del 6 de septiembre de 1930, y se vio su carácter reaccionario, los dirigentes gremiales recomendaron ir con prudencia, no hacer ninguna locura pero sí denunciar los atropellos patronales que algunos aprovecharon de acuerdo a las nuevas circunstancias, en las que había desaparecido el Estado de derecho. En muchas fábricas se produjeron despidos de aquellos trabajadores a los que tenían referenciados como líderes que instigaban a ir a la protesta y a la huelga.

La central obrera surgió semanas
La central obrera surgió semanas después del golpe del 6 de septiembre de 1930. El primer reclamo fue para el presidente de facto, Uriburu, a quien le solicitaron medidas para bajar la desocupación

La Unión Sindical Argentina, como la Confederación Obrera Argentina —las dos entidades más importantes, que surgieron en 1922— se movieron con pies de plomo.

Enseguida comprendieron que no obtendrían nada de la dictadura de Uriburu. Si bien no se clausuraron oficialmente los locales gremiales, las fuerzas de seguridad no permitían la entrada ni salida de nadie, ni siquiera de los empleados.

Una delegación de dirigentes fue a ver a Matías Sánchez Sorondo, ministro del Interior, quien los recibió con una pregunta: “Ustedes son anarquistas, ustedes son los que tiran bombas, ¿no?”. Ellos respondieron que no, que eran solo sindicalistas. “Bueno, igual los iba a recibir, y no les tengo miedo. Miren, los problemas del movimiento obrero los va a tratar el subsecretario; yo ya le he dado facultades a Bullrich; lo que él resuelva va a estar bien hecho; véanlo a él”.

Eduardo Bullrich, quien un par de años más tarde sería presidente del Departamento Nacional del Trabajo durante el gobierno de Agustín P. Justo, y luego secretario general de Presidencia, era una persona afable, de trato cordial, y resultó del agrado de los obreros. Cuando se puso al corriente de las tendencias dentro de su movimiento, autorizó la actividad de los sindicatos, menos la celebración de asambleas, que para eso debían solicitar autorización. De ahí en más, se permitieron la entrada y salida y las reuniones de las comisiones.

En sus comienzos la CGT
En sus comienzos la CGT estuvo manejada por socialistas y sindicalistas. En su primer programa de 1931 se expuso una serie de reformas en beneficio de los trabajadores

Ambas entidades comprendieron que separadas no irían a ningún lado, y en parte fue el propio estado de situación el que aceleró la unificación en un solo organismo. El 27 de septiembre —“para salvar al movimiento obrero del caos y la confusión”— se reunieron en el local de los tranviarios en la calle Moreno 3230 una treintena de delegados de la Unión Sindical Argentina y de la Confederación Obrera Argentina.

Fue a propuesta del italiano José Milani, del Sindicato Obrero del Calzado, que la nueva agrupación se llamaría Confederación General del Trabajo y, por moción de Bernardo Becerra, se agregó “de la República Argentina”. Milani sería vocal en la agrupación y, si bien adhería a la corriente sindicalista, la policía lo tenía fichado como anarquista.

Para elegir el nombre, se inspiraron en la CGT francesa, fundada en 1895. Fue la principal organización sindical que agrupó a los trabajadores franceses en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial.

Se invitó a una decena de delegados autónomos y seguidos se incorporaron los telefónicos, linotipistas, mecánicos y afines, oficiales de la marina mercante y muchos otros.

Villa Desocupación, en el barrio
Villa Desocupación, en el barrio de Retiro, en una fotografía de 1932 (Archivo General de la Nación)

Según señala Oscar Troncoso en Fundadores del gremialismo obrero, fue una época en que se clausuraron periódicos obreros, que los que no habían sido deportados o no habían podido fugarse a países vecinos, estaban presos en Villa Devoto, Martín García y el presidio de Ushuaia.

En un primer momento, intentaron despegarse del convulsionado clima político que se vivía por el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen. El 1 de octubre la CGT declaró en un documento que “considera de su deber ratificar su carácter de organización autónoma de la clase obrera, independiente de todo partido político, agrupación ideológica, y por lo tanto prescindente en las acciones que éstos llevan a cabo”.

En una carta abierta al “Superior Gobierno Provisorio de la Nación”, dirigiéndose al general Uriburu, le pidieron que tomase medidas contra la desocupación, “que adquiere caracteres alarmantes motivada por factores de adelanto industrial o de progreso técnico que no han marchado paralelamente a una constante revisación de los salarios y de la jornada de trabajo”.

Los obreros se nucleaban en
Los obreros se nucleaban en los distintos sindicatos que fueron surgiendo y llevaron adelante diversos reclamos que mejorasen su situación

El panorama que vivían las clases más postergadas era preocupante. En los primeros años del siglo veinte comenzaron a aparecer las primeras villas de emergencia, especialmente en el Bajo Flores y Parque Patricios, producto de la crisis económica que se agravó con el crack de octubre de 1929 y que repercutió fuertemente en el país. Villa Desocupación fue la solución que encontró el Estado para aquellos inmigrantes que estaban sin trabajo, se levantó en el barrio de Retiro y a mediados de 1935, fue desalojada. Pero paralelamente fueron apareciendo otras.

Los trabajadores, a través de la CGT, reclamaban por un mejoramiento de la economía, de la educación, de las condiciones de trabajo y de los salarios del proletariado de todo el país.

Una de las primeras tareas de esta organización fue la de sumarse a la campaña de solidaridad para evitar que tres militantes anarquistas terminasen fusilados. El 6 de diciembre de 1930 habían sido detenidos José Santos Ares, Florindo Gayoso y José Montero, tres choferes acusados de haberse tiroteado con la policía al ser perseguidos por distribuir panfletos. Luego de un juicio sumarísimo, fueron condenados al paredón de fusilamiento. La mesa directiva de la CGT intercedió por estos trabajadores, aún cuando el sindicato Unión de Choferes no estaba adherido a esta central.

Fue tal la campaña —Salvadora Onrrubia, la compañera de Natalio Botana, director del diario Crítica, habló con Aurelia Madero Buján, esposa de Uriburu— que, unas horas antes de cumplirse la sentencia el 10 de diciembre, conmutaron la pena capital por la de cadena perpetua a cumplir en el penal de Ushuaia, que terminó en una prisión de dos años cuando Justo, siendo presidente, los indultó.

Los primeros reclamos de la
Los primeros reclamos de la CGT buscaban regular el régimen de trabajo, la jornada laboral, la protección contra los accidentes de trabajo, entre otros

A la hora de elegir a un secretario general, se inclinaron por Luis Cerruti, un dirigente de la Confederación Obrera Argentina que, como era mayoritaria en esta unión, pudo imponer un nombre. El dirigente mimbrero Andrés Cabona recordó que, de haberlo conocido, no lo hubieran votado.

Según manifestaron tiempo después, comprendieron que, con su accionar, parecía estar más cerca de los patrones que de los trabajadores. Al punto que a la esposa de un trabajador que fue a verlo porque el marido había sido detenido, Cerruti le respondió que si estaba preso por algo habría sido.

Alejandro Silvetti (cuyo verdadero nombre era Manuel Fandiño) fue elegido prosecretario; Andrés Cabona, tesorero; y José Negri, protesorero. Funcionaba en el tercer piso de la Unión Ferroviaria, en la avenida Independencia 2880 de la ciudad de Buenos Aires.

La novel confederación estaba manejada por la gente de la Unión Ferroviaria, más dirigentes como Silvetti, Cabona, Marotta y Luis Gay.

El 25 de abril de 1931 dieron a conocer un programa básico de acción. En vista al aumento de la desocupación, pedían un seguro nacional para el desempleo, por enfermedad, ancianidad, invalidez y maternidad y la supresión de las agencias de colocaciones. Asimismo, solicitaban el reconocimiento de los sindicatos, la jornada de trabajo diurno de ocho horas y de seis el trabajo nocturno; la fijación de un salario por comisiones de representantes de sindicatos obreros y de organizaciones patronales.

Querían que hubiese obreros en organismos del Estado, fijación de alquileres accesibles y de construcción, por cuenta del Gobierno, de casas económicas para los trabajadores y, por supuesto, la derogación de la ley de residencia, que recién se concretaría en el Gobierno de Arturo Frondizi.

Esos primeros años se caracterizaron por una cuidada moderación de sus dirigentes, al punto de que algunos de ellos solían ir al despacho del presidente Justo y apoyaban explícitamente su política.

Tuvo su periódico oficial, que comenzó a salir en 1932 y muchos de los artículos, que informaban de la aparición de sindicatos, publicación de actas, novedades relacionadas al trabajo y noticias culturales, eran firmados con seudónimo, por miedo a que fueran alcanzados por la temible ley 4144 que declaraba “indeseables” a los extranjeros activistas obreros y los expulsaba del país.

Las tensiones entre socialistas y sindicalistas fueron cada vez mayores. El 12 de diciembre de 1935 un grupo de dirigentes ocupó el edificio, declaró la caducidad de las autoridades y pidió la urgente organización del congreso constituyente, que estaba previsto celebrar en marzo de 1936. Los dirigentes desplazados se quejaron, argumentando que el golpe lo habían dado aquellos temerosos por el estatuto que se aprobaría, que estipulaba que no se podría ocupar un cargo en la CGT a la par de un cargo político —Bernardo Becerra, de la Unión Ferroviaria y miembro del comité confederal, había sido proclamado candidato a diputado nacional por los conservadores— y que para ser miembro del comité confederal era preciso ser un obrero trabajando en su oficio.

Su primer congreso constituyente fue en 1936. Por entonces contaba con 262.630 afiliados.

A raíz de las diferencias irreconciliables, la CGT se partió en dos: una tenía sede en Independencia 2880 y nucleaba a socialistas y a comunistas, y la otra en Catamarca 577, sede de la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos, que reunió a los sindicalistas revolucionarios, que terminarían reeditando, sin mucha suerte, la Unión Sindical Argentina, la que terminaría disolviéndose en 1937.

En 1942 la CGT nuevamente se dividió. Por un lado la N° 1, cuyo referente era el socialista José Domenech y contaba con un gremio poderoso, como era la Unión Ferroviaria, mientras que la N° 2, con otro socialista al frente, Francisco Pérez Leirós, estaba formada por comunistas y por dirigentes de la construcción, la carne, comercio, municipales y gráficos.

El golpe militar del 4 de junio de 1943 trastocó los planes de muchos y los dirigentes vieron al coronel Juan Domingo Perón, a cargo del Departamento Nacional del Trabajo, transformado luego en Secretaría de Trabajo y Previsión, como un interlocutor válido dentro del Gobierno y empezaron a tener respuestas a sus reclamos.

La mayoría de los sindicatos,
La mayoría de los sindicatos, que intervinieron activamente en la movilización del 17 de octubre de 1945, se hicieron peronistas

Muchos que estaban nucleados en la Nº 2 pasaron a la 1. Esta se había acercado al gobierno de facto y logró la disolución de la Nº 2, y así volvió a haber una sola CGT. Sus miembros, sin ninguna militancia política previa, formarían el Partido Laborista que, junto a la Unión Cívica Radical Junta Renovadora (radicales que dejaron el partido para apoyar a Perón), más un minúsculo Partido Independiente, formado por conservadores y nacionalistas, apoyaron la candidatura presidencial de Perón-Quijano en las elecciones nacionales de febrero de 1946.

A esa altura, los múltiples beneficios que Perón como secretario de Trabajo y Previsión les otorgó, hizo que la mayoría de los dirigentes sindicales fueran, para 1946, peronistas.

Ya nada sería como en la década pasada, ya que dos miembros plenamente identificados por su labor sindical formarían parte del gabinete que asumió en junio de 1946. Uno fue el socialista Angel Borlenghi, un dirigente de 42 años afiliado a la Federación de Empleados de Comercio. Sería el ministro del Interior. El otro era Juan Atilio Bramuglia, también de ideas socialistas, que durante veinte años se había desempeñado como abogado de la Unión Ferroviaria. Si bien aspiraba a convertirse en ministro de Trabajo, fue nombrado al frente de la cartera de Relaciones Exteriores, cargo que ocupó hasta 1949, cuando debió renunciar por su enemistad con Eva Perón.

A esa altura, la CGT estaba plenamente identificada con el peronismo y otra historia escribiría.

Fuentes: Gremialismo proletario argentino, de Jacinto Oddone; Fundadores del gremialismo obrero, de Oscar Troncoso; El Sindicalismo Revolucionario (1905-1945) - Selección de textos, de Hugo del Campo; El periódico “CGT” (1932-1937) - Compilador: Roberto Reinoso.