La esperanza de Tomás: el joven de 16 años con leucemia que necesita un tratamiento de más de un millón de dólares

A los 11 años, el chico fue diagnosticado con leucemia. Hoy, enfrenta una recaída con una mutación genética y lucha por acceder al tratamiento CAR-T, en Italia. Cómo ayudarlo

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Tomás Musso cuenta su situación y pide ayuda (Instagram/juntosportomy)

En 2020, Tomás Musso tenía apenas 11 años cuando el diagnóstico llegó como una sentencia: leucemia linfoblástica aguda de Tipo T. El impacto de la noticia fue devastador, pero no se rindió. Hoy, a los 16 y con una madurez que solo la adversidad puede forjar, revive cómo fue el año intensivo de quimioterapia: “Tuve bastantes complicaciones, una discapacidad motora y pulmonar”. Las chances que tenía de sobrevivir eran mínimas, pero, contra todo pronóstico, logró salir adelante.

Entonces, su rutina adolescente fue reemplazada por internaciones, tratamientos agresivos y una lucha constante para mantenerse con vida. En abril de 2023, tuvo la primera recaída. Inició un nuevo ciclo de quimioterapia y gracias a un trasplante de médula donado por su papá, Tomás pudo volver a casa y recuperar parte de su vida. Volvió al colegio, se reencontró con sus amigos, fue a la cancha... Por un tiempo, vivió lo que él llama una “vida dentro de todo normal”.

Pero en junio de 2025, una segunda recaída volvió a cambiarlo todo. Esta vez, la leucemia regresó con una mutación genética que anuló la efectividad de los tratamientos disponibles en Argentina. “La única esperanza que tengo es un tratamiento afuera del país que se llama CAR-T, una terapia celular que modifica mis propios linfocitos para atacar las células cancerosas, seguido de un nuevo trasplante de médula”, explica el chico. El procedimiento es personalizado, debe realizarse en Italia y tiene un costo superior a 1.200.000 dólares. Por eso, Tomás se anima a pedir ayuda para salvar su vida.

Tomás junto a su mamá
Tomás junto a su mamá y papá (Instagram/juntosportomy)

Un largo camino

La vida de Tomás estuvo marcada por desafíos desde muy temprano. Todo comenzó en junio de 2020, cuando los primeros síntomas aparecieron. En plena pandemia, los médicos pensaron que se trataba de Covid-19. Pasó casi un mes con ese diagnóstico hasta que, tras varios estudios y una punción de médula, llegó la verdad: leucemia linfoblástica aguda. En medio del caos sanitario y el colapso del sistema de salud, Tomás comenzaba su tratamiento sin entender del todo lo que estaba ocurriendo.

Aislado de su familia y del mundo por las estrictas restricciones, atravesó los primeros meses completamente solo. No podía ver a nadie, no había información certera y el miedo era constante. “Fueron aproximadamente seis meses de aislamiento total. No sabíamos nada, no podíamos verlo. Era desesperante”, recuerda Franco Umansky, hermano de Tomás.

Durante ese tiempo, Tomás luchó en silencio. Al principio, la pandemia parecía igualar las cosas: todos estaban encerrados, y él no sentía que su vida fuera tan distinta. Pero cuando el mundo empezó a volver a la normalidad, la soledad se volvió más profunda. Sus compañeros regresaron al colegio, al club, a sus rutinas… pero él seguía encerrado en una habitación de hospital.

Aun así, nunca bajó los brazos. Después de completar el primer ciclo de quimioterapia, llegó una pequeña tregua y pudo volver a su casa, ver a su familia, reencontrarse con algunos amigos y recuperar algo de la vida que había perdido. Pero fue un alivio fugaz.

Cuando la enfermedad le dio
Cuando la enfermedad le dio una tregua y pudo viajar con sui familia

“En 2023 tuve mi primera recaída y, gracias a un trasplante de médula que me donó mi papá, pude volver a vivir una vida casi normal: ir al colegio, ver a mis amigos, salir de vacaciones. Aunque ya no pude volver a jugar al fútbol, aprendí a superar cada obstáculo”, cuenta Tomás, con una madurez que conmueve.

En esta nueva etapa, las complicaciones no tardaron en llegar. A los 10 meses de esa última recuperación casi milagrosa, un herpes zóster se extendió por todo su cuerpo y lo llevó a un coma inducido que duró 60 días. Estuvo con respirador, luchando por su vida, con muy pocas probabilidades de sobrevivir. “Fue uno de los momentos más críticos. Además, justo en ese contexto apareció una nueva cepa de coronavirus y le provocó una neumonía bilateral”, recuerda el hermano.

A pesar del panorama devastador, Tomás volvió a hacer lo que aprendió: resistir. Pasó otros 30 días en terapia intermedia, y aunque salió con graves secuelas motoras, comenzó un largo proceso de rehabilitación. Poco a poco, volvió a caminar. Con dificultades, sí, pero caminó. Porque si algo aprendió en estos años es que cada paso —por pequeño que sea— puede ser una victoria.

La copa del Mundo, para
La copa del Mundo, para un campeón de la vida

El trasplante: un acto de amor y esperanza

Cuando Tomás comenzó a recuperarse tras los primeros tratamientos, llegó el momento del trasplante de médula. Su papá, Sergio Musso, no dudó ni un segundo. Era compatible, y no había tiempo que perder. El proceso fue arduo, pero antes de la intervención, los médicos pusieron una condición indispensable: conseguir al menos 30 donantes de sangre.

La familia comenzó una campaña intensa, que rápidamente se expandió gracias a la solidaridad de la comunidad. “Tomás reunió 76 donantes. Fue impresionante”, recuerda su hermano, con gratitud. Aquel trasplante marcó un antes y un después: “Pasaron 25 días hasta que la médula empezó a funcionar. Le dieron el alta y volvió a casa. Fue un momento muy emocionante porque todo había salido bien. Él estaba recuperando su vida, y con él, toda la familia”, dice Franco, aún conmovido por aquel instante tan esperado.

Pero la alegría duró poco. Diez meses después, en un control de rutina, una punción reveló que la leucemia había regresado. Como un castillo de naipes, las esperanzas que habían empezado a reconstruirse se derrumbaron de golpe.

Un herpes zóster se extendió
Un herpes zóster se extendió por todo su cuerpo y lo obligó a entrar en coma inducido durante 60 días. Estuvo con respirador, al borde de la muerte, y con muy pocas probabilidades de sobrevivir

Tomás volvió a empezar. Retomó la quimioterapia. El primer bloque fue efectivo; el segundo, no. Los médicos comenzaron entonces una nueva etapa de estudios y análisis, hasta que finalmente encontraron la causa: una mutación genética en las células cancerígenas de Tomás. Esa alteración fue la responsable de que el trasplante no funcionara como se esperaba e impidió que la quimioterapia eliminara completamente las células malignas y también causó el fracaso del segundo bloque.

El panorama cambió drásticamente. Los médicos evaluaron las opciones posibles dentro del país, pero todas fueron descartadas porque no serían efectivas ante esa mutación. Entonces, comenzó una búsqueda internacional, mirando los tratamientos más avanzados y personalizados disponibles. Así surgió como alternativa concreta la terapia CAR-T, altamente especializada, que solo se realiza en algunos centros de salud del mundo. Las opciones eran Singapur o Roma. Por disponibilidad, eficacia y recomendación médica, la familia optó por Roma.

Este tratamiento fue desarrollado exclusivamente para Tomás, adaptado a su genética particular. Esa personalización es, justamente, lo que lo vuelve tan costoso. Pero también, su única esperanza. “No es lo mismo un tratamiento estándar que uno hecho a medida. Es como mandar a hacer un mueble específico para tu casa, con materiales puntuales y trabajo artesanal”, explica Franco.

El tratamiento CAR-T representa la única posibilidad real de salvarle la vida a Tomás. Y el tiempo, una vez más, juega en contra.

Datos para ayudar a Tomás
Datos para ayudar a Tomás

La urgencia de una esperanza

Hoy, Tomás se enfrenta a una urgencia que no puede esperar: necesita viajar cuanto antes para recibir el tratamiento que podría salvarle la vida. Su estado no es el mejor, y la ansiedad por comenzar crece con cada día.

“La urgencia por iniciar el tratamiento se debe a que, con la presencia de este gen que inmuniza a las células cancerígenas, no podemos perder tiempo. Estas células siguen reproduciéndose en su cuerpo, y la enfermedad avanza progresivamente. Cuanta más enfermedad tenga Tomás, más difícil será el tratamiento y más riesgoso para su vida”, explica Franco, con la voz cargada de preocupación.

Mientras tanto, Tomás intenta no dejar que el miedo lo consuma. Trata de sostener pequeños momentos de normalidad como pasar tiempo con su familia, juntarse con amigos, reír un poco. “Lo hace porque no sabe cuándo va a poder volver a su casa”, cuenta Franco, consciente de que el tiempo compartido hoy puede ser un refugio para los meses que vienen.

Cada colaboración, cada gesto solidario, es clave para brindarle esa nueva oportunidad que necesita. “Estos tratamientos no solo son costosos en sí mismos, también hay que costear el viaje, el hospedaje, los traslados y todos los imprevistos que puedan surgir durante el proceso”, explica.

La familia sigue recaudando fondos para poder financiar el tratamiento en el Hospital Pediátrico Bambino Gesù, en Roma. Y con cada aporte, por pequeño que sea, se alimenta la esperanza de que Tomás podrá seguir luchando por su futuro.

A pesar de la dureza del camino, Tomás demuestra cada día que su fortaleza no tiene límites. Como él mismo dice: “Aunque ya no pueda volver a jugar al fútbol, aprendí a superar cada obstáculo”. Porque incluso en la pérdida, incluso en la espera, su mayor victoria sigue siendo no rendirse.

*Para colaborar con Tomás en Banco Galicia, alias JUNTOSPORTOMY2025 / Cuenta de Mercado Pago: JUNTOSPORTOMYMP / Cuenta PayPal: @JUNTOSPORTOMY