La trágica masacre del último zar de Rusia y de su familia: acribillados en un sótano y sus cuerpos enterrados en secreto

Nicolás II, su esposa, sus cinco hijos, su médico y tres asistentes fueron ejecutados en la madrugada del 17 de julio de 1918 por los bolcheviques, temerosos de que fuerzas adictas al zar pudieran rescatarlos. La decisión de asesinarlos, cómo lo hicieron y el destino de sus restos

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La familia real en pleno.
La familia real en pleno. Encontrarían la muerte en un oscuro sótano

Acostumbrado a la lujosísima vida que llevaba en el monumental Palacio Alejandro, aquel que Catalina la Grande había mandado a levantar para su nieto favorito y que contaba con los últimos adelantos, como electricidad, teléfono, sala de cine y ascensor hidráulico, el depuesto zar Nicolás II se conformó con la casa en la que él, con su familia, fueron encerrados en Ekaterimburgo. Pertenecía al ingeniero Nikolai Ipatiev y contaba con cuatro habitaciones grandes más un dormitorio, un comedor, un salón para recibir y un baño.

A Ipatiev, a fines de abril de 1918 se le había pedido o, más bien, ordenado, que desocupase la casa, donde con su familia vivía en el piso superior y en la planta baja tenía su ámbito de trabajo.

La zarina con su hijo
La zarina con su hijo Aleksei, el príncipe heredero. Ella le transmitió la hemofilia

Los bolcheviques rodearon la vivienda con un doble cerco de madera tan alto que tapaba las ventanas del primer piso, y en las casas aledañas se dispusieron hombres con ametralladoras que custodiaban los alrededores.

En febrero de 1917, a su regreso de una visita a las tropas que combatían en la primera guerra mundial, el zar había sido detenido. Una revolución había estallado y fue obligado a abdicar. Terminaba así un reinado signado por fuertes reclamos sociales, donde se había transformado en un personaje impopular por una ineficiente gestión, por haber involucrado al país en una guerra y por negarse a aplicar reformas que todos le pedían.

Una vez que los bolcheviques se habían hecho dueños del poder, la familia real había sido mantenida detenida en el Palacio de Alejandro y luego encerrada en la antigua casa del gobernador en Tobolsk, Siberia, donde gozaron de una controlada libertad. Sin embargo, ante el avance de los contrarrevolucionarios, decidieron tenerlos más a resguardo. El 30 de abril llegaron en tren a Ekaterimburgo, en el centro oeste del país.

Nicolás II, que el 6 de mayo cumplía 50 años, era un hombre bajo, elegante y de rasgos delicados. “Un Gengis Khan con telégrafo”, lo describió León Tolstoi, para graficar que distaba mucho de sus antepasados en el cargo. Había sido ungido zar a los 26 años y enseguida todos notaron que ese eterno indeciso no estaba a la altura de las circunstancias para gobernar un país con una efervescencia social a punto de estallar.

Fotografía de la casa Ipatiev,
Fotografía de la casa Ipatiev, donde fue ejecutada la familia real. Se calcula que esta imagen corresponde a meses después de ocurridos los hechos (Azoor Photo Collection)

Su esposa lo llamaba “Nicky”. Ella era la alemana Alix de Hesse-Domstadt, nieta de la reina Victoria de Inglaterra. Se había negado a casarse con su primo, tal el deseo de la propia monarca británica, quien la admiró por haberle llevado la contra. Es que ya se había flechado con Nicolás, con quien se casó el 26 de noviembre de 1894. “Sunny”, el apodo que le había puesto su madre, debió cambiar su nombre por el de Alejandra, imposición al abrazar la fe ortodoxa. En junio de 1918 había cumplido 46 años.

La hija mayor era Olga, de 22 años, una chica tímida y sumisa, muy parecida en carácter a su padre. Durante la primera guerra mundial se había desempeñado como enfermera. Le seguía Tatiana, de 21, la más cercana a su mamá y también fue enfermera durante la conflagración mundial.

La tercera, María, de 20, una muchacha de hermosos ojos azules, muy enamoradiza, no tenía la edad para ser enfermera como sus hermanas, y se dedicó a visitar a soldados heridos. La cuarta era la indomable Anastasia, de 17 años, extrovertida y rebelde, y el quinto el varón Aleksei, de 13 años, el mimado de las hermanas. Al poco tiempo de nacer, al príncipe heredero se le diagnosticó hemofilia, enfermedad transmitida por su madre.

Nicolás II fue ungido zar
Nicolás II fue ungido zar cuando tenía 26 años. Enseguida los rusos se dieron cuenta que carecía de los atributos para ejercer semejante cargo (Wikipedia)

Integraba el séquito real el doctor de 53 años Yevgeny Botkin. Desde 1908 era el médico de la corte. Este hombre alto y corpulento, profesor en la Academia de Medicina, su esposa Olga lo terminaría dejando en 1910 por el tutor de alemán de sus hijos. El mayor de ellos, Dmitri, moriría en la primera guerra mundial y el segundo, George, sería fusilado por los nazis.

Estaba la asistente personal de la zarina, Anna Demidova, de 40 años, una maestra que sabía varios idiomas y que tocaba el piano. Había sido contratada en la casa real en 1901 como camarera; Iván Kharitonov, de 48 años, era jefe de la cocina imperial, donde había entrado como aprendiz en 1888, y el letón Alexei Trupp, de 61 años, valet del zar.

El jefe de los carceleros era Alexander Avdeev, quien no los maltrataba, pero les robaba. La familia cautiva vivió las primeras semanas sin sobresaltos, pero sin poder salir de la casa, donde las ventanas permanecían tapiadas. Luego, de varias negociaciones, se les permitió dar un paseo diario por el jardín. El cocinero entretenía a las hijas del zar dándoles clases de repostería y así las distraía en las largas horas de tristeza e incertidumbre.

Madre e hijas. Cuando fueron
Madre e hijas. Cuando fueron asesinadas, descubrieron que tenían cosidas, entre sus ropas, joyas y alhajas

Cuando la relación entre los cautivos y los carceleros habían alcanzado un grado de familiaridad, se decidió cambiarlos. Avdeev fue reemplazado por el inflexible Yakov Yurovsky, quien eligió a un grupo de carceleros extranjeros, y el régimen cambió, para peor de la familia real.

Ellos ignoraban lo que ocurría en el exterior de su encierro. La realidad era que los bolcheviques libraban combates contra los rusos blancos, que buscaban liberar al zar. Pronto, los enfrentamientos habían llegado a las afueras de Ekaterimburgo. Cuando un grupo de oficiales blancos alcanzaron las puertas de la ciudad, se temió lo peor: que vendría una ofensiva.

El Soviet bolchevique de los Urales, ante la peor situación, decidió ejecutar al zar, a su familia y los fieles acompañantes que se habían arriesgado a correr su misma suerte.

Se pusieron de acuerdo cómo lo harían y cómo dispondrían de los restos para que no cayesen en poder del enemigo. Determinaron que los matarían en el sótano de la casa y que los cuerpos serían incinerados y enterrados en un lugar secreto.

El sitio en el bosque
El sitio en el bosque donde los cuerpos permanecieron enterrados por décadas

El 15 de julio el comité bolchevique, en un proceso exprés, firmó las sentencias de muerte y comunicaron, mediante un telegrama, esta decisión a Moscú.

Ordenaron despejar el sótano, de unos seis metros por cinco, lleno de trastos y solo dejaron tres sillas. Pusieron en la entrada una guardia de soldados letones y húngaros.

Se decidió ejecutarlos esa noche. Cuando dormían, cerca de la una de la madrugada del 17 de julio, Jurovski ordenó al médico Botkin que los despertase. Les indicaron vestirse, ya que serían trasladados a otro sitio. Los esperaba un pelotón de nueve hombres armados con fusiles, pistolas y armas blancas.

Una vez en el sótano, el zar sentó a su hijo, semi dormido, en una de las sillas. El lo hizo a su lado y del otro se ubicó el médico. El resto permanecían parados detrás, contra la pared. Sorpresivamente, Jurovski exclamó: “Nicolás Alexandrovitch, por decisión del Soviet regional de los Urales, habéis sido condenado a muerte”.

Nicolás quiso decir algo y el propio Jurovski le disparó con su pistola a la cabeza y al pecho. Inmediatamente, se desencadenaron descargas que parecían no tener fin, provocando una intensa humareda en el ambiente.

Luego de esas primeras andanadas, los soldados descubrieron que varios habían quedado vivos. Es que las mujeres llevaban cosidas entre sus ropas piedras preciosas, y supusieron que fueron las que pararon algunos proyectiles. Entonces los disparos continuaron y los soldados decidieron hacer uso de sus cuchillos y bayonetas.

Demidova, que había llevado consigo dos almohadas donde escondía las joyas reales, se cubrió con ellas. Por efecto de los impactos, quedó desmayada y cuando recobró el conocimiento, dio gracias a Dios por estar viva. Los ejecutores la remataron a bayonetazos.

Se abrieron la puerta y la ventana del sótano para que se despejase el ambiente del intenso humo de las armas de fuego. Se revisaron los cuerpos en busca de las joyas y de otros efectos personales de valor.

De la masacre tampoco se salvaron las mascotas de la familia real. Un bulldog francés llamado Ortipo y otro perro, Jimmy, también fueron muertos. El cocker de Aleksei, de nombre Joy, estaba en la calle y se salvó. Fue recogido por el coronel Mijail Rodzianko, un militar nacionalista que apoyaba al zar, quien se lo llevó al Reino Unido, cuando debió emigrar.

Los cuerpos fueron desnudados y llevados al interior de una mina, a la que se intentó volar, sin suerte, con granadas. Entonces los subieron nuevamente a un camión y fueron al bosque de Koptiaki, donde fueron incinerados y enterrados. En el camino enterraron a Alexei y María.

Durante años las autoridades no confirmaron sus muertes y el caso era palabra prohibida en la Rusia stalinista.

A fines de la década del 70 hallaron la tumba, pero para exhumar los restos se debió esperar a 1991, cuando cayó la Unión Soviética. En 1998 fueron enterrados en la Catedral de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo, morada final de los zares, y en el 2000 la iglesia ortodoxa canonizó a toda la familia real.

Una mujer que apareció en Berlín en la década del 20, aseguró ser Anastasia, que había logrado escapar a la masacre. Por años se escribió mucho sobre ella, pero cuando se identificaron los restos de la princesa, esta historia perdió fuerza.

Cuando se cumplieron los 60 años de la Revolución Rusa, la casa de Ipatiev fue demolida por orden del Politburó del Partido Comunista y en el 2000 se levantó en ese lugar la Iglesia Sobre la Sangre en Nombre de Todos los Santos que Resplandecieron en la Tierra de Rusia.

Ekaterimburgo, entre 1924 y 1991, fue llamada Yákov Sverdlov, el jerarca bolchevique, quien ordenó la matanza de ese zar indeciso y de su familia, producto de una época que se había ido para siempre.